En la teología que estoy
estudiando aprendo que el pueblo de Israel identifica los muertos con los
olvidados. Es una tragedia que se busca reparar dejando algo de sí como la descendencia.
Mientras que los vivos son aquellos que están presentes, que son recordados. Sin
fe en la resurrección, la muerte es la peor de las desgracias. Es olvido
eterno. El cristianismo indudablemente hereda esa tradición, aunque lo ilumine
con el brillo de la resurrección de Jesucristo. Él nos da certeza del triunfo
sobre todo mal, sobre todo "olvido". Creer en Jesús es más que una
ética superior, es un horizonte existencial aunque sea a la hora de enfrentar
la muerte (o su reverso que es la vida). Creer en Dios es saborear la
experiencia de ser valioso para alguien, de ser recordado por alguien y así
tener vida eterna. Esa es su promesa (Jn.11,25).
La muerte humanamente nos
espanta. Tratamos de llenarla de razones válidas capaces de acallar esa
tristeza y hasta este proyecto de cura esgrime razones teológicas. La vida
tiene su propia lógica que incluye la muerte. Y esto se vuelve evidente en el
atardecer del día. Sin embargo, soy proyecto de teólogo y no de filósofo. Soy
creyente y no matemático. Por eso hay razones del corazón que la razón no
conoce. Por eso nos conectamos por zoom y como casi nunca no hubo palabras y
abundaron micro silencios que para nosotros es un montón.
La pérdida de Tatá marca una
manera distinta de estar en el mundo. Marca un cambio de época familiar. Y como
yo soy familia, también me cambia. El horizonte se acerca. Los hijos pasan a
ser abuelos y los nietos somos padres, madres y sacerdotes. Ya no habrá
preguntas por el estado de salud. Ya no habrá rogel de cumpleaños ni
alfajorcito comidos sin disimulo. Ya no habrá encuentros circunstanciales y
sorpresivos en Montevideo y Juncal. Me gustaba ir ahí y encontrarme con alguien
que volvía aún más eficiente mí esporádica visita. Cómo la última vez que me
encontré ahí con Gabo y María mientras veíamos el empate en cero entre Vélez y
el Gimnasia de Maradona. Tampoco habrá ese fútbol o deporte intrascendente.
Pero vamos, se puede vivir sin las atajadas de Broun.
Sí, Tatá, sos inmortal
Comentarios
Excelente y lindas palabras!! Increíble como los abuelos son importantes en nuestras vidas.
Mi sentimientos y estaremos en oración por tu familia.
Banuth