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Ahora que somos grandes

Ahora que somos grandes los matrimonios son los de los amigos y el juvenil beso nocturno es un te quiero para siempre. Y la casa de tus padres ya no es la tuya y tampoco la de ella. Porque sencillamente son grandes. Por eso los gastos –que no son menores-, las cuotas, ahorros y opciones.

Ahora que somos grandes y ningún éxito personal alcanza para satisfacerse. Porque la vida es más que esa propia satisfacción y son otras personas. Porque siendo grandes los éxitos son con otros. Se responsabiliza por otros, se hace cargo de otros y se compromete por otros.

Ahora que somos grandes las enfermedades no son la de nuestros padres y abuelos sino la tuya y la mía. Al punto que la muerte es una posibilidad que impone ser reconocida merodeando por esos puertos como fantasma nocturno o velero viejo que amarra a otros muelles.

Ahora que somos grandes al pasado se mide en años que me hablan de ciudades, lugares y hasta países. Los minutos, las horas y los días forman semanas de cumplimientos con el nombre poco afamado de rutinas. Que no son malas, pero tienen mala reputación. Y pasan volando.

Ahora que somos grandes no recuerdo cuándo fue el último partido completo que vi de Independiente. De mi Independiente. Y ya no se de goles, jugadores prohibidos ni polémicas. No porque no me haya hecho de otro cuadro sino sencillamente porque ya no dio el tiempo.

Ahora que somos grandes son figuras de fútbol personas de mi edad. Y en el banco se sientan arqueros, defensores, volantes  y delanteros que yo vi jugar. Sentados como entrenadores, ayudantes y profes, pero no ya leyendas. Y amigos son políticos y los diputados también tienen mi edad.

Ahora que somos grandes empiezo jugando de cinco, pido pasar atrás y termino jugando de arquero. Y todo en veinte minutos. Variantes que no hablan de mi polifuncionalidad sino de que sencillamente estamos grandes y que el cuerpo se resiente un poco más y que se hace ineludible calentar antes de jugar.

Ahora que somos grandes me admiro ante las flores que crecen como yuyos en medio de maleza, pero que dan color a mi jardín. También de las plantas que saltan vacíos para enredarse en los muros con olores que pasan a habitar en mí. Y no porque antes no oliera ni porque me haya crecido la nariz.

Ahora que somos grandes la vida de cada día se agradece un poco más. Y no se agradece por lo extraordinario que pasa o que deja de pasar; sino que se sólo se trata de vivir. De despertarse, tomar mate cada mañana, estar-con otras personas y entrada la noche poder irse a dormir.


Ahora que somos grandes que somos más responsables, que tenemos más compromisos, que la vida también es nuestro pasado y que somos menos dueños de nosotros mismos, volvamos a lo sencillo, volvamos a ser como niños.


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