Un lugar comun es... escribir cartas para no mandarlas.
Tal como me recomendó una… (bueno no viene al caso rotular a esta mujer creo que es parte de un Lugar Común no poder definir a las mujeres), me dispongo a escribir las cartas que nunca mandé. A menudo uno quiere decir cosas, pero no siempre se anima. Ante esto una buena alternativa es hacerlo por carta, sin embargo muchas veces no llegamos ni a enviarlas y las cartas ahí se quedan durmiendo en un cajón esperando ser leídas. Empiezo esta sección escribiéndole a un amigo cordobés cuya existencia real no es cierta, pero que de alguna manera significa la personificación de un tiempo de mi vida:
Córdoba querido, te escribo con la certeza de que tendría que haber hecho esto un tiempo antes, pero con la tranquilidad y la confianza para creer que nunca es tarde para decir las cosas. Durante los últimos años del secundario tenía la certeza de que lo mejor era irme para allá. Mi infección pulmonar no toleraba el aire de la gran ciudad y reclamaba a los gritos un cambio de aire. Pensaba que los aires de tus tierras me harían mucho mejor.
Con esa idea, y más por decisión personal que por recomendación médica, me pareció que lo mejor era prepararme bien para la mudanza. No te olvides que si bien era una mejora en la calidad de vida (palabra que ahora detesto desde que nuestro alcalde la usa como slogan publicitario), también significaba un cambio importante. Mi familia, mis amigos, mis actividades sociales y deportivas… buenos o malos, eran cosas que iban a tomar un cambio. En ese contexto es que también temía enamorarme. No tanto por mi sino por la enamorada. Me parecía de mal pibe enganchar mucho a una mujer para decirle al poco tiempo que debía mudarme a Córdoba por una cuestión respiratoria. Nada de esto frenaba mis ganas de partir hacia allá y la seguridad que tenía de que iba a estar mejor. No lo dudé nunca: desde aquel segundo día de mayo de 2004 cuando te conocí a vos y a toda tu familia y me hicieron esa particular invitación.
Sin embargo la mudanza se fue demorando. Al terminar el colegio la cuestión económica pesaba. Por eso creí que lo mejor era empezar una carrera acá para después completarla allá. Ese fue el plan original. Reconozco que cuando estuve con vos en septiembre de aquel 2005 las cosas me costaron muchísimo, pero en mi corazón seguía latiendo el deseo del cambio de hábito para cambiar el quilombo de Buenos Aires por la tranquilidad de tu Córdoba. Para peor mi asunto pulmonar tuvo picos críticos que yo mismo resolví aislándome o haciendo viajes al Interior. Mi familia no se preocupaba demasiado por esto. Para ellos lo más importante siempre fue que no me quede sin respirar.
No me acuerdo muy bien por qué, pero la mudanza se postergó también en el 2006. En aquel año deposité mucha confianza en un tratamiento colectivo al que me sometí por recomendación de mi médico de cabecera. Con el tiempo me di cuenta que no todos tenían el mismo problema respiratorio por lo que el tratamiento grupal se fue desvirtuando; tanto que hacia el final parecía ser más un juego psicológico para aprender a respirar.
Yo tenía bien claro que lo único que me salvaría iba a ser una mudanza. Por eso en el 2007 cambié de médico. Vos mismo me dijiste que lo conocías porque si bien el vivía acá era cordobés como vos (y también hincha de Belgrano). Resultó ser un buen tipo y me ayudó muchísimo. Era realmente muy emprendedor y parecía muy comprometido con la causa. Fue ese mismo año cuando te volví a ver y estuve a un paso de quedarme.
En el 2008 decidí formalizar mi mudanza, ¡si hasta me abrí una cuenta en un Banco de allá! Empecé con el papelerío sin contar nada en casa. Junto a esto, un fenómeno bastante raro comenzó a darse en mi. De golpe mi capacidad respiratoria mejoró notablemente. Incorporé aires nuevos y buenos durante todo el año pasado. Me vino bárbaro.
Este 2009 sigue esa línea. Si bien hay momentos en que siento que me falta un poco el aire creo que vengo ganando y el tema respiratorio va quedando atrás.
Ante estas circunstancias creo que lo mejor es quedarme acá y cancelar la mudanza. Por eso quería agradecer tu enorme generosidad y la de tu familia entera. Podes volver a usar el cuarto que tenías preparado para mi. Yo me quedo acá.
Prometo escribir de nuevo en menos tiempo. Un fuerte abrazo,
Juan-/
Rezá por mi, sabes que yo lo hago por vos.
Tal como me recomendó una… (bueno no viene al caso rotular a esta mujer creo que es parte de un Lugar Común no poder definir a las mujeres), me dispongo a escribir las cartas que nunca mandé. A menudo uno quiere decir cosas, pero no siempre se anima. Ante esto una buena alternativa es hacerlo por carta, sin embargo muchas veces no llegamos ni a enviarlas y las cartas ahí se quedan durmiendo en un cajón esperando ser leídas. Empiezo esta sección escribiéndole a un amigo cordobés cuya existencia real no es cierta, pero que de alguna manera significa la personificación de un tiempo de mi vida:
Córdoba querido, te escribo con la certeza de que tendría que haber hecho esto un tiempo antes, pero con la tranquilidad y la confianza para creer que nunca es tarde para decir las cosas. Durante los últimos años del secundario tenía la certeza de que lo mejor era irme para allá. Mi infección pulmonar no toleraba el aire de la gran ciudad y reclamaba a los gritos un cambio de aire. Pensaba que los aires de tus tierras me harían mucho mejor.
Con esa idea, y más por decisión personal que por recomendación médica, me pareció que lo mejor era prepararme bien para la mudanza. No te olvides que si bien era una mejora en la calidad de vida (palabra que ahora detesto desde que nuestro alcalde la usa como slogan publicitario), también significaba un cambio importante. Mi familia, mis amigos, mis actividades sociales y deportivas… buenos o malos, eran cosas que iban a tomar un cambio. En ese contexto es que también temía enamorarme. No tanto por mi sino por la enamorada. Me parecía de mal pibe enganchar mucho a una mujer para decirle al poco tiempo que debía mudarme a Córdoba por una cuestión respiratoria. Nada de esto frenaba mis ganas de partir hacia allá y la seguridad que tenía de que iba a estar mejor. No lo dudé nunca: desde aquel segundo día de mayo de 2004 cuando te conocí a vos y a toda tu familia y me hicieron esa particular invitación.
Sin embargo la mudanza se fue demorando. Al terminar el colegio la cuestión económica pesaba. Por eso creí que lo mejor era empezar una carrera acá para después completarla allá. Ese fue el plan original. Reconozco que cuando estuve con vos en septiembre de aquel 2005 las cosas me costaron muchísimo, pero en mi corazón seguía latiendo el deseo del cambio de hábito para cambiar el quilombo de Buenos Aires por la tranquilidad de tu Córdoba. Para peor mi asunto pulmonar tuvo picos críticos que yo mismo resolví aislándome o haciendo viajes al Interior. Mi familia no se preocupaba demasiado por esto. Para ellos lo más importante siempre fue que no me quede sin respirar.
No me acuerdo muy bien por qué, pero la mudanza se postergó también en el 2006. En aquel año deposité mucha confianza en un tratamiento colectivo al que me sometí por recomendación de mi médico de cabecera. Con el tiempo me di cuenta que no todos tenían el mismo problema respiratorio por lo que el tratamiento grupal se fue desvirtuando; tanto que hacia el final parecía ser más un juego psicológico para aprender a respirar.
Yo tenía bien claro que lo único que me salvaría iba a ser una mudanza. Por eso en el 2007 cambié de médico. Vos mismo me dijiste que lo conocías porque si bien el vivía acá era cordobés como vos (y también hincha de Belgrano). Resultó ser un buen tipo y me ayudó muchísimo. Era realmente muy emprendedor y parecía muy comprometido con la causa. Fue ese mismo año cuando te volví a ver y estuve a un paso de quedarme.
En el 2008 decidí formalizar mi mudanza, ¡si hasta me abrí una cuenta en un Banco de allá! Empecé con el papelerío sin contar nada en casa. Junto a esto, un fenómeno bastante raro comenzó a darse en mi. De golpe mi capacidad respiratoria mejoró notablemente. Incorporé aires nuevos y buenos durante todo el año pasado. Me vino bárbaro.
Este 2009 sigue esa línea. Si bien hay momentos en que siento que me falta un poco el aire creo que vengo ganando y el tema respiratorio va quedando atrás.
Ante estas circunstancias creo que lo mejor es quedarme acá y cancelar la mudanza. Por eso quería agradecer tu enorme generosidad y la de tu familia entera. Podes volver a usar el cuarto que tenías preparado para mi. Yo me quedo acá.
Prometo escribir de nuevo en menos tiempo. Un fuerte abrazo,
Juan-/
Rezá por mi, sabes que yo lo hago por vos.
Comentarios
Abrazo,
PEDRO
Que suerte que te quedás en Baires. Pero quedate feliz, mirando el lado positivo de las cosas, sin enroscarte en tus problemas respiratorios!!!!!!!!!!