Un lugar comun es... movernos en función de la idea de la amistad
El otro mito que nos mueve –escribía la semana pasada- es el de la amistad. Antes de profundizar en este debate quisiera hacer algunas aclaraciones. Lo que voy a escribir no es una crítica ni a la amistad ni a mis amigos. Tampoco quiere decir que yo no tenga amigos (aunque es cierto que deben ser menos que los de la media o que el propio Facebook dice que yo tengo). Se trata entonces sólo de pensar en lo que hemos convertido a la amistad.
Admito que no tengo muy en claro quién ha transformado la amistad en un mito (en una imagen motriz), pero sí tengo en claro que la amistad no se le parece demasiado a lo que solemos escuchar o decir. Aunque suene medio homosexual creo que la amistad es la relación recíproca de amor y confianza entre dos personas del mismo sexo que se diferencia de otro tipo de vínculos. De acá se desprenden algunas características que pueden resultar polémicas.
La relación es recíproca entre dos personas. Esto significa que yo no puedo ser amigo de alguien si ese alguien no es amigo mío. Lo otro es todavía más importante: la relación de amistad se da de a dos. A menudo escuchamos hablar de “los amigos” como sustantivo colectivo. Esto supone que uno se relaciona no con uno sino con un “grupo de amigos”.
Dos elementos fundamentales son el amor y la confianza. Estas dos palabras hacen referencia a la profundidad del vínculo. Con esto quedan descartadas relaciones por costumbre, por ubicación geográfica o por –casi obvio- conveniencia mutua. Esto permite un diálogo variado, aunque no necesariamente debe ser permanente, y sincero (cuando uno no debe estar fingiendo o muy atento al qué pensará el otro).
La referencia al mismo sexo es un debate tan antigua como la paternidad de Independiente sobre Racing (les pido perdón, no se me ocurrió ejemplo más ilustrativo). Si bien es cierto que se pueden dar relaciones muy copadas entre hombres y mujeres yo no llamaría a esa relación como amistad. Por eso, no me digas que sos mi amiga porque para mi sos otra cosa…
La última frase hace referencia a un supuesto muy difundido que sostiene que hay personas con más amigos que otros porque son más sociables. Es falso. Siempre va a existir un núcleo más reducido de personas con las que se tiene más relación.
Fíjense cómo se ha desvirtuado la idea de la amistad de la mano de los mercenarios de la diversión. La mirada debe ser un poco más amplia. Así, en tiempos donde los vínculos pasan con frecuencia flash y se caracterizan por ser líquidos, es lógico que la amistad haya entrado en crisis.
El problema no es algo semántico. El problema tampoco está en pensar en las aventuras y desventuras a las que nos hemos sometidos en defensa de este insólito ideal. Eso puede llegar a ser hasta divertido. Por el contrario es algo teleológico. Estamos ante un problema cuando con esto estamos modificando la escala de valores y perdemos de vista que los amigos son buenos en tanto y en cuanto nos guíen al fin superior de todo hombre, a la felicidad, marcada por la vocación específica de cada uno. Parece una obviedad, pero cuántas veces escuchamos a adolescentes que eligen la carrera universitaria en función de eso o la novia en función de eso y también –con mayor frecuencia- cuántas veces (nos) vemos eligiendo un modo de divertirnos en función de eso y no de la propia felicidad a la que la Vida nos convoca.
El otro mito que nos mueve –escribía la semana pasada- es el de la amistad. Antes de profundizar en este debate quisiera hacer algunas aclaraciones. Lo que voy a escribir no es una crítica ni a la amistad ni a mis amigos. Tampoco quiere decir que yo no tenga amigos (aunque es cierto que deben ser menos que los de la media o que el propio Facebook dice que yo tengo). Se trata entonces sólo de pensar en lo que hemos convertido a la amistad.
Admito que no tengo muy en claro quién ha transformado la amistad en un mito (en una imagen motriz), pero sí tengo en claro que la amistad no se le parece demasiado a lo que solemos escuchar o decir. Aunque suene medio homosexual creo que la amistad es la relación recíproca de amor y confianza entre dos personas del mismo sexo que se diferencia de otro tipo de vínculos. De acá se desprenden algunas características que pueden resultar polémicas.
La relación es recíproca entre dos personas. Esto significa que yo no puedo ser amigo de alguien si ese alguien no es amigo mío. Lo otro es todavía más importante: la relación de amistad se da de a dos. A menudo escuchamos hablar de “los amigos” como sustantivo colectivo. Esto supone que uno se relaciona no con uno sino con un “grupo de amigos”.
Dos elementos fundamentales son el amor y la confianza. Estas dos palabras hacen referencia a la profundidad del vínculo. Con esto quedan descartadas relaciones por costumbre, por ubicación geográfica o por –casi obvio- conveniencia mutua. Esto permite un diálogo variado, aunque no necesariamente debe ser permanente, y sincero (cuando uno no debe estar fingiendo o muy atento al qué pensará el otro).
La referencia al mismo sexo es un debate tan antigua como la paternidad de Independiente sobre Racing (les pido perdón, no se me ocurrió ejemplo más ilustrativo). Si bien es cierto que se pueden dar relaciones muy copadas entre hombres y mujeres yo no llamaría a esa relación como amistad. Por eso, no me digas que sos mi amiga porque para mi sos otra cosa…
La última frase hace referencia a un supuesto muy difundido que sostiene que hay personas con más amigos que otros porque son más sociables. Es falso. Siempre va a existir un núcleo más reducido de personas con las que se tiene más relación.
Fíjense cómo se ha desvirtuado la idea de la amistad de la mano de los mercenarios de la diversión. La mirada debe ser un poco más amplia. Así, en tiempos donde los vínculos pasan con frecuencia flash y se caracterizan por ser líquidos, es lógico que la amistad haya entrado en crisis.
El problema no es algo semántico. El problema tampoco está en pensar en las aventuras y desventuras a las que nos hemos sometidos en defensa de este insólito ideal. Eso puede llegar a ser hasta divertido. Por el contrario es algo teleológico. Estamos ante un problema cuando con esto estamos modificando la escala de valores y perdemos de vista que los amigos son buenos en tanto y en cuanto nos guíen al fin superior de todo hombre, a la felicidad, marcada por la vocación específica de cada uno. Parece una obviedad, pero cuántas veces escuchamos a adolescentes que eligen la carrera universitaria en función de eso o la novia en función de eso y también –con mayor frecuencia- cuántas veces (nos) vemos eligiendo un modo de divertirnos en función de eso y no de la propia felicidad a la que la Vida nos convoca.
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