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Crónica del desencuentro

Un lugar comun es... la noche de hombres y mujeres preparándose para desencontrarse

¿Dónde están las mujeres?
Viernes a la noche. Faltan pocos minutos para la 1. Y ahí están ellos. Los mismos que se juntaban en el secundario a jugar a la pelota todos los fines de semana, ahora se sientan alrededor de la mesa. Son como diez. En la mesa de comedor hay un mantel desteñido que amortigua las volcadas de fernet y birra sobre la mesa de madera lustrada. Ahí están ellos. Todavía sobrios, Tomy habla del equipo de fútbol, su desempeño personal y evalúa el desempeño grupal. Acusa a unos y destaca a otros. La campaña del equipo no era tan buena como la de años anteriores y por eso este viernes –en realidad como los anteriores y los posteriores- merecen un mea culpa. “Guille no puede jugar más, cada día está más gordo”, alienta uno. “Si Nico no larga la pa** no puede seguir jugando de cinco”, acusa otro. “No, no... el problema es el arquero”, se escucha por lo bajo. “No muchachos, ya vendrán tiempos mejores”, se resigna el capitán. Cada uno tiene su vaso servido hasta el tope. Algunos con un líquido amarillo –que no es jugo de limón- y otros con un líquido negro –que no es coca-. “No hay más hielo”, advierte el Gordo, como siempre dueño de casa. “¿Lucas no ibas a traer vos?”, acusa Fran. “Estaba todo cerrado... pero se puede pedir por teléfono”, responde resignado Lucas. “Ya que estas podemos pedir un par de birras más, me parece que esta noche tira para largo” propone Lucho. Mientras algunos juguetean con su celular con la mirada pícara puesta sobre la pantalla otros se acercan al ipod para cambiar la música. “Viejo poné algo más movido que esto es un velorio”, se escucha que alguno grita. Ya sonó algo de Reggeton, Estelares y hasta Enrique Iglesias. Ahora canta Calamaro. Esto sirve de puntapié para otro tema de debate. “Nooo yo no puedo entender que un viernes estemos escuchando a Calamaro, pinta bajón mal”, advierte Nacho despertando risas de alguno. “¿Querés que escuchemos el demo de tu banda?” responde Luis gran defensor del salmón. Nacho es líder de una banda con grandes aspiraciones, pero pocas realidades. Un demo sacado hace unos años, la promesa de sacar otro y constantes invitaciones a futuros recitales recrean el microclima de la banda. Las cargadas son una marca registrada cada vez que se nombra a la banda. “Gordo, ¿y las minas?”, pregunta Lucho con aires de necesidad y resignación. “Bueno bancala un toque que seguramente estén viniendo..”, el Gordo responde. “Le dije a Agus que viniera con amigas, pero no se qué hará”, avisa Fede. Ya me veo otra noche igual... diez tipos y la novia de este tipo” insiste Lucho. “Pero pará, cla#* , estas desesperado”, responde Tomy. Aprovechando la falta de hielo, deciden pedir al delivery otra vuelta de birra. El cálculo vuelve a ser el mismo: un litro por cabeza. “Lucho vos ponete que siempre decís que no vas a tomar y después te volas la cabeza todos los fines de semana sin poner un peso”, pide Fran. “Yo pago con 100 así que me pueden dar la plata a mi que yo pago todo”, propone Lucas a sabiendas que este tipo de operaciones pueden terminar generando una invitación involuntaria de una vuelta de alcohol. Mientras esperan que llegue el pedido terminan con los restos de cerveza y hacen más liviano el fernet para que tire más. “Che ¿Bocha no viene?”, pregunta Lucas. Él no sabe que Bocha es ingeniero y que en plena época de finales es difícil contar con su presencia. “Yo no entiendo la gente que estudia esas cosas, yo con Marketing en la Uces ya tengo laburo y me mamo todas las semana”, reprocha el mismo Lucas lo que genera la gastada de otros. Entre tanto Nico, Guille y Juan están en la cocina. Con un vaso en el medio mueven rápidamente los dedos mayor e índice mientas gritan números del uno al seis. Se trata de uno de los juegos más populares de todo preboliche. También hablan. “¿Viste Nico el gol del Kun?”, pregunta Guille. “Pará con ese pendejo, pareces puto... no se por qué lo queres tanto si no te hizo ganar ni una copa de leche”, le advierte Juan hincha fanático de River. Guille lo llama a silencio, pero él insiste. “Un crack en serio es el Enzo, ese sí fue ídolo y nos hizo ganar todo”, retruca Juan. Cuando el juego indica que no hay más birra se acoplan al mundo del living y se insertan en otro gran tema que suele repetirse: el anecdotario común. Hablan sin parar de emblemática fiestas de quince (la de la mersa que prendía velas y regalaba flores), de chistes jodidos en el secundario (la bombita de olor al profe de física) y por sobre todo recuerdos deportivos de innumerables hazañas y algunas frustraciones. U2 suena en el teléfono del Gordo, habla en voz baja y con aires de resignación anuncia “al final no vienen”. Es el alegato final para una noche que recién empieza y que no se sabe dónde ni cómo puede terminar. Total el pedido ya está hecho...
Y ahí están ellos; ahí están ellas. Unos esperando por las otras; otras esperando por los unos, pero mientras tanto... nada. De vez en cuando se pueden llegar a juntar. Algún privilegiado puede conseguir novia, pero los demás siguen en ese mundo tan peligroso llamado amistad. La pasan demasiado bien juntos y la complementariedad queda relegada para más adelante. Dolores pronto tendrá su Pancho y Lucho pronto podrá encontrarse con las amigas del Gordo. Y ahí Te contaré que tuve que sufrirpara vivir cantando mi verdad; te contaré que algún amanecer me sorprendió llorando soledad[1].
[1] “José Luis Perales, “Soledades”.

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