Un lugar comun es... la noche de hombres y mujeres preparándose para desencontrarse
¿Dónde están los hombres? Este Viernes Male puso casa. Hace unos minutos que las agujas marcaron que la una se había superado. Junto a ella están dos amigas de toda la vida. Delfi y Loli. Aprovechando que Male estaba sola fueron a su casa a comer, o al menos con esa intención. Es que se engancharon con la televisión y no pudieron ponerse de acuerdo qué hacer. La conclusión fue rápida: saltearse la comida y atacar directamente a los bon o bon que la madre de Male tan bien guarda en la alacena. Cuando ya no habían dejado ni migas de eso empezaron a caer “las chicas”. Todas fueron al mismo colegio, aunque no todas son íntimas amigas. Por eso llegan a distintos horarios. Mary, siempre suelta y divertida, entra con gritos de dolor. “No lo puedo creer le afané estas botas a mi hermana y me están rompiendo el dedo gordo, ¿Male no tenes nada para prestarme”, pregunta mientras frunce el ceño. “¿Tu hermana deja que le saques ropa?”, pregunta Delfi sorprendida. “No, por eso.. hoy no estaba y le saqué esto.. si me ve me mata”, responde Mary con gestos duros. “Qué susto, creí que compartías ropa con tu hermana”, responde Delfi aliviada. “Hay qué tiene... yo con mi hermana compartimos todo, esta remera es de ella”, dice Luli orgullosa. Este comentario no cae muy simpático en el ambiente. Luli tiene pretensiones de estar siempre en lo correcto y de estar siempre en la verdad, menos cuando le sopló el novio a Manu. “Fue una noche nada más”, responde ella minimizando el hecho. Todas tratan de pensar lo mismo, pero por más de que no lo dicen en el fondo se dan cuenta de que no estuvo bien y por eso sus comentarios son siempre analizados bajo cuatro lupas. “¿Pedimos algo?”, sugiere Male. “Si unas zapatillas”, responde Mary a los gritos despertando las carcajadas generales. “Ya te traigo, pero pidamos algo”, responde Male cortante. “Antes de pedir pensemos a dónde vamos”, sugiere Clari siempre tan inteligente. Esa pregunta marcó un silencio profundo, primero, y largos debates después. Es que era claro que no había ningún plan original y sí muchas posibilidades alternativas. Ninguna de ellas requería mucho compromiso. “Sory chicas, pero yo estoy muerta así que hagamos algo tranqui”, propone Mechi. “Bueno, somos muchas que cada uno haga lo que quiera”, dice Luli mientras las otras ocho la analizan de arriba abajo. El debate sigue y perdura por unos minutos. Ven con distintos ojos las posibilidades de ir al boliche, ir a lo de un amigo de la facultad, quedarse en esa casa hasta tarde, ver un DVD, jugar a las cartas, llamar a Pancho para hacer algo juntas o ir a la salida de Caix “a ver qué onda”. Las alternativas eran demasiadas y ante el aumento de la oferta proponen ir a lo seguro. “Pidamos un gancia y tres cervezas”, propone Loli a lo que todos acatan. Ellas no se dan cuenta, pero Dolores es líder en ese grupo y todos sus pensamientos son seguidos como dogmas de fe. Tanto es así que el grupo de amigas vivió un momento crítico cuando Loli decidió dejarse el flequillo y Delfi, Mary y Mechi la siguieron. Mientras esperan el delivery comparten sus temas preferidos: los hombres. “El otro día lo vi a Juan por la calle.. no saben cómo está.... caño mal”, cuenta alborotada Delfi. Todas miran sorprendidas. Juan (¿cómo se iba a llamara sino?) era un tipo que sobresalía con su buena facha dentro del grupo de hombres con los que salieron en los primeros años del secundario. “¿Qué estudiará?”, pregunta intrigada Mechi. “Ay, no se... estudie lo que estudie va a tener éxito porque es un bombón”, responde enamoradiza Loli. “Bueno Perdón, no se olviden que yo me lo agarré”, recuerda entre orgullosa y celosa Manu. “Es verdad, qué perra”, responde Delfi. “Bueno chicas, paren un poco tampoco era nada del otro mundo”, advierte Male. “Vos porque siempre estuviste de novia”, acota Luli. “¿Qué a vos también te gustaba Juan?”, pregunta Manu directa. Todavía la historia por aquel engaño estaba demasiado viva. Después de pasar revista por otros candidatos frustrados, y otros no tanto (como Panchi, Toti, Tomi, Juli, Felix, Gas, Javi, Facu, Lolo...) pasan a otro tema súper interesante: la hermana de Mechi se casa. “Yo no puedo creer lo que salen las ambientadoras”, dice Mechi marcando las vocales. “Es un buen curro”, suma Clari con su visión empresarial de las cosas. Ahí comentan, intercambian precios, consejos y teléfonos útiles hasta que Male vuelve a cortar. “¿Chicas dale, no vamos a hacer nada?”. Algo de razón tenía, se había acabado la Sprite para acompañar el Gancia y las cervezas habían durado un suspiro. “Sory chicas, pero a mi no me da para caer en lo de Pancho”, cuenta temerosa Loli. Todos la miran sorprendidas. Dolores muere de amor por Pancho, pero no quiere caer en evidencias por eso sostiene que lo mejor es mantenerse a un lado. Su peso es tan fuerte que todas “la bancan” y se quedan ahí. “Bueno yo me voy –dice Luli- me voy a fijar dónde están los hombres”.
Y ahí están ellos; ahí están ellas. Unos esperando por las otras; otras esperando por los unos, pero mientras tanto... nada. De vez en cuando se pueden llegar a juntar. Algún privilegiado puede conseguir novia, pero los demás siguen en ese mundo tan peligroso llamado amistad. La pasan demasiado bien juntos y la complementariedad queda relegada para más adelante. Dolores pronto tendrá su Pancho y Lucho pronto podrá encontrarse con las amigas del Gordo. Y ahí Te contaré que tuve que sufrirpara vivir cantando mi verdad; te contaré que algún amanecer me sorprendió llorando soledad[1].
[1] “José Luis Perales, “Soledades”.
¿Dónde están los hombres? Este Viernes Male puso casa. Hace unos minutos que las agujas marcaron que la una se había superado. Junto a ella están dos amigas de toda la vida. Delfi y Loli. Aprovechando que Male estaba sola fueron a su casa a comer, o al menos con esa intención. Es que se engancharon con la televisión y no pudieron ponerse de acuerdo qué hacer. La conclusión fue rápida: saltearse la comida y atacar directamente a los bon o bon que la madre de Male tan bien guarda en la alacena. Cuando ya no habían dejado ni migas de eso empezaron a caer “las chicas”. Todas fueron al mismo colegio, aunque no todas son íntimas amigas. Por eso llegan a distintos horarios. Mary, siempre suelta y divertida, entra con gritos de dolor. “No lo puedo creer le afané estas botas a mi hermana y me están rompiendo el dedo gordo, ¿Male no tenes nada para prestarme”, pregunta mientras frunce el ceño. “¿Tu hermana deja que le saques ropa?”, pregunta Delfi sorprendida. “No, por eso.. hoy no estaba y le saqué esto.. si me ve me mata”, responde Mary con gestos duros. “Qué susto, creí que compartías ropa con tu hermana”, responde Delfi aliviada. “Hay qué tiene... yo con mi hermana compartimos todo, esta remera es de ella”, dice Luli orgullosa. Este comentario no cae muy simpático en el ambiente. Luli tiene pretensiones de estar siempre en lo correcto y de estar siempre en la verdad, menos cuando le sopló el novio a Manu. “Fue una noche nada más”, responde ella minimizando el hecho. Todas tratan de pensar lo mismo, pero por más de que no lo dicen en el fondo se dan cuenta de que no estuvo bien y por eso sus comentarios son siempre analizados bajo cuatro lupas. “¿Pedimos algo?”, sugiere Male. “Si unas zapatillas”, responde Mary a los gritos despertando las carcajadas generales. “Ya te traigo, pero pidamos algo”, responde Male cortante. “Antes de pedir pensemos a dónde vamos”, sugiere Clari siempre tan inteligente. Esa pregunta marcó un silencio profundo, primero, y largos debates después. Es que era claro que no había ningún plan original y sí muchas posibilidades alternativas. Ninguna de ellas requería mucho compromiso. “Sory chicas, pero yo estoy muerta así que hagamos algo tranqui”, propone Mechi. “Bueno, somos muchas que cada uno haga lo que quiera”, dice Luli mientras las otras ocho la analizan de arriba abajo. El debate sigue y perdura por unos minutos. Ven con distintos ojos las posibilidades de ir al boliche, ir a lo de un amigo de la facultad, quedarse en esa casa hasta tarde, ver un DVD, jugar a las cartas, llamar a Pancho para hacer algo juntas o ir a la salida de Caix “a ver qué onda”. Las alternativas eran demasiadas y ante el aumento de la oferta proponen ir a lo seguro. “Pidamos un gancia y tres cervezas”, propone Loli a lo que todos acatan. Ellas no se dan cuenta, pero Dolores es líder en ese grupo y todos sus pensamientos son seguidos como dogmas de fe. Tanto es así que el grupo de amigas vivió un momento crítico cuando Loli decidió dejarse el flequillo y Delfi, Mary y Mechi la siguieron. Mientras esperan el delivery comparten sus temas preferidos: los hombres. “El otro día lo vi a Juan por la calle.. no saben cómo está.... caño mal”, cuenta alborotada Delfi. Todas miran sorprendidas. Juan (¿cómo se iba a llamara sino?) era un tipo que sobresalía con su buena facha dentro del grupo de hombres con los que salieron en los primeros años del secundario. “¿Qué estudiará?”, pregunta intrigada Mechi. “Ay, no se... estudie lo que estudie va a tener éxito porque es un bombón”, responde enamoradiza Loli. “Bueno Perdón, no se olviden que yo me lo agarré”, recuerda entre orgullosa y celosa Manu. “Es verdad, qué perra”, responde Delfi. “Bueno chicas, paren un poco tampoco era nada del otro mundo”, advierte Male. “Vos porque siempre estuviste de novia”, acota Luli. “¿Qué a vos también te gustaba Juan?”, pregunta Manu directa. Todavía la historia por aquel engaño estaba demasiado viva. Después de pasar revista por otros candidatos frustrados, y otros no tanto (como Panchi, Toti, Tomi, Juli, Felix, Gas, Javi, Facu, Lolo...) pasan a otro tema súper interesante: la hermana de Mechi se casa. “Yo no puedo creer lo que salen las ambientadoras”, dice Mechi marcando las vocales. “Es un buen curro”, suma Clari con su visión empresarial de las cosas. Ahí comentan, intercambian precios, consejos y teléfonos útiles hasta que Male vuelve a cortar. “¿Chicas dale, no vamos a hacer nada?”. Algo de razón tenía, se había acabado la Sprite para acompañar el Gancia y las cervezas habían durado un suspiro. “Sory chicas, pero a mi no me da para caer en lo de Pancho”, cuenta temerosa Loli. Todos la miran sorprendidas. Dolores muere de amor por Pancho, pero no quiere caer en evidencias por eso sostiene que lo mejor es mantenerse a un lado. Su peso es tan fuerte que todas “la bancan” y se quedan ahí. “Bueno yo me voy –dice Luli- me voy a fijar dónde están los hombres”.
Y ahí están ellos; ahí están ellas. Unos esperando por las otras; otras esperando por los unos, pero mientras tanto... nada. De vez en cuando se pueden llegar a juntar. Algún privilegiado puede conseguir novia, pero los demás siguen en ese mundo tan peligroso llamado amistad. La pasan demasiado bien juntos y la complementariedad queda relegada para más adelante. Dolores pronto tendrá su Pancho y Lucho pronto podrá encontrarse con las amigas del Gordo. Y ahí Te contaré que tuve que sufrirpara vivir cantando mi verdad; te contaré que algún amanecer me sorprendió llorando soledad[1].
[1] “José Luis Perales, “Soledades”.
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Nos vemos
PEDRO
LQFG