Ir al contenido principal

La despedida que no queríamos hacer

 Vamos a sincerarnos. La pandemia nos metió en un mar de incertidumbre que la aprovechamos a nuestro ingenuo favor. El no tener la claridad de cuándo ocurriría la despedida nos hacía disimular lo que cuestan. Nos hacíamos los distraídos y nos salió bien durante un tiempo, pero como en tantos campos de la vida, Disney no es para siempre y ahora toca despedir a Manu. Esta despedida “a las apuradas” también da una buena excusa para tal vez no estar a la altura. En estos días con muchos nos preguntábamos ¿cómo hacer una despedida a la altura de lo que Manu hizo por nosotros? ¿cómo retribuir esto? ¿Cómo agradecer tanto bien recibido, compartido? La misa fue extraordinaria y religiosamente es el mejor modo de dar gracias.

¿Por qué cuesta tanto despedir a Manu? Permítanme la metáfora futbolera. A lo largo de estos años fue el capitán de nuestro equipo. Fue el alma de este equipo. Se comprometió con la institución y si era necesario pelearse con dirigentes para defender los intereses de todos, ahí iba a estar. Su presencia trasciende equipos y llega más allá. Metió gente en espacios reducidos y también nos hizo cortar la calle. Corrió de un lado a otro de la cancha. Se comió la cancha. En gran parte, todo por contagio, por dar lo que es, lo que vivió, lo que cree, porque él por Schoenstatt da todo como tantas veces cantó, porque la Mater parece haber tomado en serio es de toma de mi lo que te sirva para darlo a los demás. Fue el Ponzio del River de Gallardo; aunque también fue el Gallardo capaz de dar su sello al River de siempre. Menos futbolísticamente diríamos que fue nuestro buen pastor.

En el fútbol, el brazalete de capitán es una señal. El rival lo respeta. Los propios se sienten identificados. Y si hay algún problema sabemos que el capitán va a dar la cara. La “C” de capitán también queremos que sea la “C” de Confidentia. Sabemos que la tiene marcada en el alma, pero también es nuestro deseo que pueda llevar tanto que vivió y contagió acá a los lugares donde ahora toca estar. Fue el capitán de Confi por lo que la Mater hizo en él que seguramente se parezca en mucho en lo que hizo en cada uno de nosotros, pero sobre todo por lo que vos respondiste. La “C” es una señal. Manu fue una señal.

Desde Confidentia muchos lo siguieron, lo seguimos. Desde acá se armó comunidad, pueblo, Iglesia, familia, hinchada. El canto de fondo era soy misionero, aunque si estuviéramos en la cancha probablemente cantaríamos el clásico “yo te sigo a todas partes”. “Misioneros” no llegó tan lejos. Por ahora. Con ese espíritu nos pusimos en movimiento. Caminamos juntos. Manu nos hizo compañeros de peregrinación, seguidores de Jesús y también instrumentos de Él.

Se pintó el mapa con pinceladas de historias, personas, anécdotas y gratitudes. Del ciclo de Balcarce que quedó iniciado y también de Mechongué, San Agustín y Los Pinos que recordamos especialmente. Lugares con visitas más puntuales detrás de los cuales y de esos días había meses de preparación y de disfrutar. Aprendimos a disfrutar venciendo el virus del perfeccionismo. Son esas Libertadores de las que se habla durante días y duran algunos partidos. Le tocó ganar muchísimo como Gallardo en River, pero sería más justo decir que fue más fecundo que exitoso.

Sin que sean ligas menores -a pesar de que algunos desprecian lo local por estar mirando hacia afuera- estaban los partidos del día a día. Esa cotidianeidad exigente en el día a día que le hacía empezar peinado y terminar con los pelos parados. Lo sabemos: entorno a cada misión hay mucha vida. Porque no vivimos de fuegos artificiales, sino que los fuegos artificiales iluminan nuestro cielo de cada día y nos muestran qué lindo puede ser el cielo que tenemos encima cada día. Jugando de local y también de visitante. Imponiendo el juego propio o adaptándose a lo que exigiera la pandemia. El River de Gallardo pasó a la final más importante de la historia ganándole a Gremio.

Todo -todo- ocurrió desde ese gran centro de irradiación: el santuario de Confidentia, nuestro santuario.  Hay muchísimo más de lo que pasa en la intimidad de las personas que solamente Dios sabe cuánto marcó y tal vez sea lo más difícil de dar testimonio. Son un sinnúmero de historias y relaciones que se mezclan. Manu fue testigo e instrumento de ello. Se cierra esta etapa que empezó en aquél primer tiempo en Floresta que agrandó el mapa y que tiene su última marca en los paraderos de Lugano, en la ciudad de todos los argentinos. Toda una declaración de principios y una invitación: no detengamos el pulso deDios. 

Comentarios

TAMBIÉN PUEDE INTERESARTE:

Ahora que somos grandes

Ahora que somos grandes los matrimonios son los de los amigos y el juvenil beso nocturno es un te quiero para siempre. Y la casa de tus padres ya no es la tuya y tampoco la de ella. Porque sencillamente son grandes. Por eso los gastos –que no son menores-, las cuotas, ahorros y opciones. Ahora que somos grandes y ningún éxito personal alcanza para satisfacerse. Porque la vida es más que esa propia satisfacción y son otras personas. Porque siendo grandes los éxitos son con otros. Se responsabiliza por otros, se hace cargo de otros y se compromete por otros. Ahora que somos grandes las enfermedades no son la de nuestros padres y abuelos sino la tuya y la mía. Al punto que la muerte es una posibilidad que impone ser reconocida merodeando por esos puertos como fantasma nocturno o velero viejo que amarra a otros muelles. Ahora que somos grandes al pasado se mide en años que me hablan de ciudades, lugares y hasta países. Los minutos, las horas y los días forman semanas de c

No soy un héroe

El muro de Facebook se llenó de comentarios propios de la exuberante expresividad paraguaya. Días después de la Toma de Túnica, junto a una foto de los novicios recientemente revestidos con la túnica que los identifica como miembros de esta Comunidad de los Padres de Schoenstatt, leí: “ellos son los héroes de la Mater que dejaron familia y amigos para construir el Reino” . Me sorprendió y puede ser que sea fruto de que ahora que estamos grandes ya hay un poco más de realidad y de verdad. Coincidentemente cumplo cinco años de haber recibido esa misma túnica. Recuerdo ese día como uno de los más felices de mi vida. Sin embargo, sin falsa modestia, sería una exageración llamarme héroe. También sería falso decir que dejé familia y a amigos a pocas horas de ir a la casa de mis padres para un festejo familiar. No, no somos héroes. Y tal vez esto sea uno de los puntos más notables e impactantes de la vocación sacerdotal. No, no somos héroes ni tampoco somos mártires. Somos peregrinos a

Francisco, un espejo donde no mirarse

Como si fueran voces de un mismo coro, en esta semana Clarín y La Nación emprendieron el más duro embate contra el Papa Francisco. La razón de fondo parecería ser la no presencia en nuestro territorio. Los argumentos para este posicionamiento fueron al punto más bajo de todo: el supuesto desinterés. Como si se dijera que en realidad nadie quisiera la visita del Papa. Para eso se valieron de fotos sacadas desde lejísimos planos y mucho tiempo antes de una misa en Iquique. También le colgaron la responsabilidad de un sinnúmero de problemas de una Iglesia chilena que desde hace año rumea melancolía y decadencia. Si bien este último punto merece una lectura crítica y detenida, resultaba sorprendente el esfuerzo por unir la figura de Francisco a esta historia negra. No se le discuten las claras palabras -¿lo escucharán?- y tampoco los gestos inequívocos –porque los equívocos suelen interpretarlos de acuerdo a su narrativa elegida-. Es difícil de comprender esta actitud de los dos diarios