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Un futuro prometedor

Mientras espero la respuesta a mi pedido de consagración para siempre en la Comunidad de los Padres de Schoenstatt, recibí el baldazo de agua fría de la noticia sobre acusaciones a Kentenich. Si bien el impacto menguó al ver las diferencias entre el título rimbombante y el contenido de la noticia, no puedo negar que movió el piso ¿Es posible verme disfrutando esta vida y también verme invadido por esa inseguridad? Ahora que somos grandes, la vida parece más complicada, llena de contradicciones y de sabores mezclados. “Juan así es la realidad”, me dice a menudo mi acompañante espiritual haciéndome sentir un pequeño idiota. “Así son las bienaventuranzas” (Mt.5), me recordó Joaco en uno de esos espacios maravillosos que compartimos semanalmente en casa en torno a la Palabra. Viviendo en Puente Alto aprendo que ni siquiera las condiciones más duras son excusa para no apostar por una vida en plenitud, por la venida del Reino.
Con el transcurso de los días y el paso de la verborragia de los confundidos, misteriosamente me fui armando de esperanza. En la memoria apelo a la sabiduría de James de la que pude ser testigo durante su enfermedad, su muerte y su misteriosa presencia en medio nuestro. Es la esperanza de recordarse sostenido por Dios, de estar acompañadopor otros y de ofrecer lo que cuesta en pos de un bien mayor. Apelo también a sacar las fuerzas positivas que residen en la bondad de mi corazón. Reconozco que el mal está al acecho y no siempre le he prestado la mejor batalla. Son fuerzas de un desmedido optimismo en el que conscientemente quisiera caer porque para fuerzas culposas, llenas de sospechas y temor sabemos dónde encontrar. Así, permítanme entusiasmarlos con un futuro prometedor.
La figura de Kentenich me ha ido entusiasmando en la medida que avancé en la formación. Especialmente para los tiempos de la enfermedad de James, me ha iluminado muchísimo su vivencia del 20 de enero, el modo en que vive su ida a Dachau. De ahí que yo crea y viva de la solidaridad de destinos. Es esa solidaridad que engendra pueblo, familia y comunidad. Desde él, he ido aprendiendo que lo central no pasa por hacer lo bueno, sino por cumplir la voluntad del Padre. Francamente me parece deslumbrante ¿Esperaré un certificado de aprobación? San Ignacio de Loyola decía: “para aquellos que creen, ninguna prueba es necesaria. Para aquellos que no creen, ninguna cantidad de pruebas es suficiente”. Así, vislumbro un futuro prometedor porque nuestra relación con Kentenich podrá sostenerse desde la libre experiencia personal (de vínculo con su persona, de provecho de su espiritualidad, de crecimiento en su pedagogía o más) y no tanto por dogmas, ideas o caricaturas. La fe no es una obligación y la pertenencia no está sujeta a status, redes ni puntajes de PSU. 
Unido a lo anterior, el futuro es prometedor porque la fe verdadera y personal busca crecer, busca formarse. Tener fe es el mejor regalo que tengo y no me deja quieto.  Es tarea -personal y compartida- ir buscando formas propias para madurar en la fe y en esa fe recibida. Personalmente, me alegra mucho ser testigo de cómo cada uno va desarrollando formas propias de ir fortaleciendo la fe. Acá será bueno reconocer que la Iglesia nos enseña muchas formas, pero que no son las únicas y que buena parte del crecimiento de nuestra fe se pone en juego en la capacidad -o no- de descubrir las formas propias. En ese sentido podremos buscar, estudiar, interiorizar y así crecer en una fe lúcida. Ya lo dijo Francisco en Maipú: “La Iglesia necesita que saquen el carnet de mayores de edad”. Será parte de esta fe que busca madurar revisar y revisarnos cómo nos formamos. 
El futuro es prometedor porque hay una sed de profundizar tanto en el conocimiento de Kentenich como en el valor del carisma. Un primer buen fruto de esto es la cantidad de material sobre Kentenich que se busca. El otro día, una reunión de un cura chileno fue acompañado en vivo por casi tres mil personas. Pienso que no alcanzaríamos ese número ni sumando los últimos cinco años de asistentes a charlas sobre Kentenich en ese mismo país. También supone una gran responsabilidad. En algunos temas pasamos de preguntarnos quién sabía para admitir que nosotros no sabíamos que sabíamos o que por lo menos sí podríamos saber. Es una oportunidad imperdible. Se celebra la conformación de comisiones de expertos para estudiar y llegar a una ajustada valoración de hechos en su contexto, sus protagonistas y su momento histórico. No obstante, nadie puede quedar excluido en esa búsqueda. Para decirlo de otros modos: Kentenich no es para ilustrados. Imagino un futuro donde se multipliquen instancias que nos acerquen a Kentenich con madurez y verdad. Con menos comunicados y más comunicación. Se habla que las figuras históricas deben pasar por un proceso de desmitologización para que el mito o ídolo construido ceda a la persona real. Sin con Kentenich venía sucediendo eso muy paulatinamente, ahora se puede acelerar el paso. Sospecho, como a menudo me pasa, que la realidad es mejor de lo que pensaba.
¿Mi optimismo me está sacando de la realidad? Permítanme compartirles que yo también me siento incómodo en este lugar. Paradójicamente en esto también veo un futuro prometedor. En ciertos lugares, hace algunos años estábamos muy cómodos en Schoenstatt. Como se dice en mi país, ser schoenstatteano garpaba. Estábamos inculturados en un sector y en un estilo que no difería mucho del que proponían otros movimientos y prelaturas personales. Así, contradiciendo a sus orígenes, Schoenstatt para muchos fue sinónimo de conservación, de status quo. Sin embargo, hay un futuro prometedor cuando dejamos de buscar en nuestro camino de fe una seguridad y empezamos a buscar Vida que es amistad con Jesucristo y cercanía de la Mater en Schoenstatt capaz de hacer nuevas todas las cosas (Ap.2,15)
Muchos podrán decir y compartir esa sensación de que Kentenich ha quedado tan manchado que su reputación es insalvable por mejores que sean los estudios científicos. En parte yo también lo siento. Sin embargo, hago el esfuerzo de ganar en libertad y hacerme servidor de la Verdad (GE 138). Habrá que creer en la verdad más allá del qué dirán. Habrá que sostener la verdad más allá de lo políticamente correcto. Habrá que buscar la verdad más allá de lo que digan los manuales de comunicación y coaching. Al final de eso se trata la fe y la santidad ¿Pueden creer que para algunos es más importante la estrategia de comunicación, el último manual de autoayuda, lo políticamente correcto y la fama que la Verdad? Otros podrán lamentarse que el camino de beatificación se prolongue más todavía. Sin embargo, ¿acaso preferían la canonización de una caricatura de Kentenich?
El 2020 parece empeñado en marcar un hito en la historia de la humanidad entera. Yo me siento parte de esto. “Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo” (Jn.16, 20-21). Es la promesa de Jesús, es la certeza de la fe. En última instancia, esta es la dimensión que nos abre a un futuro prometedor.

Comentarios

Jaime J. Grandval ha dicho que…
Muy bueno Juancho gracias, coincido que todo esto sirve para ahondar en la vida del p. k. y su contexto, la verdad es compleja pero ahí yace la libertad. Comparto que hay que tener cuidado con los que quieren santificar una caricatura, aunque fuera con buenas intenciones, perdernos de lo real es perdernos de Dios. Un abrazo grande hermano.

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