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Venga a nosotros tu Reino


Cuando rezo el Padre nuestro, esa parte que dice “venga a nosotros tu reino” muchas veces me complica. Mi alma con ciertos ribetes pelagianos (ahora que estoy estudiando antropología teológica lo puedo decir), quisiera modificar esa formulación por alguna que convoque a la voluntad. No sé, se me ocurriría “hagamos juntos tu reino” o “que construya yo tu reino” o algo por el estilo. Veo difícil ganarle a dos mil años de tradición y sobre todo a su autor, por lo que parece que debo quedarme con esa afirmación un poco pasiva. Es cierto, nunca había vivido en Puente Alto. Ese Reino se identifica con la persona de Jesús y Él ya está acá. Si nos atrevemos a llegar a las periferias, allí lo encontraremos, él ya estará allí. Jesús nos primerea en el corazón de aquel hermano, en su carne herida, en su vida oprimida, en su alma oscurecida. Él ya está allí” GE 135.
¡Venga a nosotros tu Reino! En estos meses que llevo viviendo en la popular comuna del Sur de Santiago le reconozco otro valor. Porque parece que el Reino viene a nosotros con fuerza en medio de claroscuros. Porque parece que efectivamente el Reino viene a nosotros y no es exactamente que nosotros tengamos que ir hacia él: el Reino se nos ofrece, cambia la dinámica ¿En qué consiste la dinámica del Reino? Podría resumir en una dinámica de advenimiento. El Reino es una propuesta que me sale a cada esquina. El Reino es una invitación; invitación a entrar y a sumarse. Para ello abandonar planes, categorías y egos. Sobre todo, egos. No se trata de que todos entren a mi reino, sino al de otro. No se trata de tener la soberanía de este Reino, sino que lo tengan otros. Al final descubro -y me descubro- que a todos nos cuesta un poco no ser el Rey. De este modo el Reino viene como oferta, como posibilidad, como invitación. Es la dinámica de Jesús a lo largo de su vida pública. Es la dinámica del amor: invita gratuitamente y no impone controladamente.
Durante la Semana Santa que pasó esa venida del Reino fue una invitación potente. Y llegó desde Puente Alto. En la dinámica del reino que viene, desde Puente Alto surgieron iniciativas pastorales que alimentaron distintas pastorales juveniles e incluso al mismísimo Movimiento de Schoenstatt. Las juventudes de Bellavista, Nuevo Belén, Campanario y Buin, junto con los colegios Mariano y Pablo Apóstol fuero protagonistas y testigos de este cambio de dinámica. No somos nosotros los que creamos el Reino, sino que el Reino viene a nosotros. Incluso más allá: desde este rincón de Santiago y en esta dinámica se ofreció a Paraguay, Argentina y Brasil en donde fue aceptado por algunos ¿Me creerían que hasta Italia y España bebieron de estas fuentes? Así evangelizadores somos evangelizados, formadores son formados y así ¡venga a nosotros tu Reino!
Mientras algunas comunidades se plantean de tanto en tanto cómo llegar a Puente Alto, parece ser que no se toma el peso de que Puente Alto está viniendo a nosotros. Ese movimiento del Espíritu que captó el Papa Francisco de cambiar el eje del centro a la periferia, tiene su correlato local en la compleja realidad de Santiago. Acá, la periferia de Puente Alto está alimentando el centro. La Semana Santa dio una prueba de esto en un nivel de exposición altísimo. Naturalmente no se puede desconocer la corriente en la que esto se inserta. Son incontables los actuales sacerdotes cuyos corazones fueron modelados por Puente Alto. Son incontables los apostolados que se hacen acá y desde acá alimentan, dan un sentido y horizonte a los que vienen de afuera.
Esta situación que personalmente la percibo recién ahora, deja en ridículo todo ejercicio de la voluntad humana. Podemos armar estrategias a quince años para llegar a Puente Alto. Podemos culposamente construir casas en otros sectores con la promesa escatológica -y tal vez con algo de soberbia ilustrada- que desde allá se evangelizará acá. Podemos dar la espalda sistemáticamente dando otras prioridades. Podemos reducir Puente Alto a una acción apostólica. Todo eso queda en ridículo al percibir la fuerza evangelizadora de la periferia y cómo el Espíritu está llevando la periferia al centro. “Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?” Is. 43,19a

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