En la dinámica vida política
argentina cualquier reflexión demasiado coyuntural queda desactualizada al
escribir el punto final. Hagamos el esfuerzo. En un tiempo en que nos pregunta
con insistencia de qué lado estás -o sencillamente busca referencias para
ubicarte- seré honesto. Escribo como argentino y tan migrante que se maneja con
soltura en Santiago y anhela hacer vacaciones en Paraguay. Escribo como joven
que desde hace dos meses usa anteojos porque desde la primera fila no veía el
power point. Escribo como politólogo que no ejerce porque soy consagrado aunque
tampoco lo ejerza: soy. Y en el último retiro que estuvo muy bueno me di cuenta
que lo que más me configura es reconocerme amigo de Jesucristo como puro don.
Como tal no me permito resignarme
a lo malo que nos devuelve la política. A pesar de aconcaguas subidos en alpargatas y sin caramañola o de trenes que chocan sin frenos nuestra realidad
cotidiana, no acepto que estemos inhabilitados al crecimiento. No niego que eso
malo trasciende la política y se expresa en muchísimos compatriotas: en ocho millones de nuevos pobres, en casi la mitad de menores de catorce años que son pobres, en los casi cuatro millones de viviendas que "faltan" y más. Cuando los
diagnósticos de nuestros profetas de calamidades parecen triunfar porque
estamos condenados a lo peor del mundo, resuena en mi interior el “no nos robarán la esperanza” que recitaba Gumucio en medio de las violaciones a los
derechos humanos en Chile. No me robarán la esperanza que es soñar, que es deseo,
que es promesa. Es que esa esperanza no se une a un candidato sino a Jesucristo
quien sigue siendo el Señor de la historia. Y cuando no hay esperanza ya no hay
nada para hacer y quedamos como al margen de la historia.
Valdrá aclarar que esta fe en
Jesucristo que nos convoca y nos identifica no empuja a sobrenaturalizar el
análisis de la coyuntura. Sabemos, la fe en Jesucristo no es en sí misma un
caminar en sobrenaturalizaciones desencarnadas, sino atreverse a encarnar lo
que Él haría en mi lugar. Como enseña y corrige Aparecida, nuestra mirada como
discípulos no parte de una ideología ni de un método sino del encuentro con
Jesús. Para los métodos y para las ideologías están los especialistas. Nuestra
especialidad es otra y desde ahí miro porque rezo porque creo porque veo. Si mi
fe en Jesucristo no me permite resignarme a lo malo, tampoco me permite
transformarme en repetidor de inocuos o amenazantes mensajes de campaña ¿Qué
ilumina mi fe y mi encuentro con Él? ¿Qué nos ilumina nuestra fe en Jesucristo?
En primer lugar me gusta creerme
sin tener que dar mucha explicación, del grupo de los seguidores más próximos
de Jesús. Desde este lugar de privilegio escucho en mi interior la invitación
de Jesucristo que conduce mar adentro a los suyos, a pesar de los cansancios
del trabajo (Lc.5,1-11). Esto es abandonar la seguridad de la playa para
exponerse a las olas de lo desconocido y así ganar en perspectiva. Son tiempos
en que nuestra fe en Jesús -ese hermoso don- nos obligan a entrar en
profundidades, a buscar lecturas que superen guiones, a escuchar más y mejor al
que piensa distinto por más de que eso signifique zarandearnos un poco. La
posición de los amigos de Jesús no es la misma de los que siguen en la playa
encerrados en su balneario que genera un microclima tan irreal que en las
elecciones nos sorprende que haya tanta gente que piense diferente a nosotros.
Es el fenómeno de los microclimas de los que viven en redes sociales o
encerrados en individualismos autorreferentes. Y desde mar adentro se nota que
la unidad es superior al conflicto.
En segundo lugar, si hay algo que
mueve especialmente a Jesús es la búsqueda de la unidad. “Que todos sean uno” (Jn.
17,20-26) reza una de las pocas oraciones que dan cuenta del mundo interior de
Jesús. Una unidad que se realiza en Él mismo, en su propio ser, en su propio
actuar, en su propia naturaleza. Quienes queremos seguir a Jesús -entre luces y
sombras- nos contagia ese mismo sueño tan romántico como ingenuo para un medio
ansioso en etiquetarte de un lado de la grieta. En concreto, pienso que una de
las mayores derrotas de Macri ha sido que no ha podido o no ha querido superar
la grieta en su afán por diferenciarse con el peronismo entero ¿Es posible un
proyecto de país sin peronismo? Cuatro años alcanzaron para ir a buscar a Pichetto
de vice. La grieta pareció una estrategia política. En marketing se habla de la
necesidad de segmentar. Tal vez en esa lógica entró al dividirnos entre celestes y verdes desde una preocupación y un dolor común. Ya el colmo de esta
dinámica la encuentro en el énfasis por jugar con el Papa ninguneándolo o
ridiculizándolo para ubicarlo de un lado de la grieta porque a nosotros “no nos da votos” ¿Creerán mis amigos no argentinos que tengo muchísimos conocidos que
no pueden ni ver al Papa por kirchnerista? Vuelven las palabras mansas de Jesús
que las repito como un clamor al cielo desde este pasillo del mundo: “¡que
todos sean uno!”
En tercer lugar, me inspira el
modo de actuar de Jesús que después de grandes eventos se retira al desierto.
En el desierto reza, recupera la calma y se alimenta para seguir su misión. No
se dice, pero también en el desierto pierde comodidades, pierde referencias
seguras y se reconoce pequeño. Hace unas semanas cuando con un grupo de
seminaristas viajamos al desierto chileno pude experimentar un poco eso: estar
en ese desierto te re sitúa en el mundo. Cuando la política nos dice que todo
depende de tal política económica peca de soberbia. Al final, para los
creyentes, nuestra seguridad no está en una moneda ni en el mamón (Mt.6,24) ni
en otra mundanidad. Por eso, en momentos como los de esta semana de tanta
inestabilidad económica que en Argentina parece ser siempre inestabilidad
emocional, será bueno hacer la experiencia del desierto que Jesús buscaba para
poder compartirla y así mostrar el camino a la verdadera estabilidad, a la
verdadera seguridad. Por el contrario, impacta ver el grado de desesperación
por lo que pueda ocurrir después de una elección como si de verdad si ganara
uno nos transformáramos automáticamente en Venezuela y si ganara el otro nos
convirtiéramos en Noruega olvidándonos que siempre seguiremos siendo Argentina.
Por favor, ¡no alimentemos ese discurso!
En cuarto lugar, me gusta
contemplar al Jesús que pasa la vida interactuando con afamados pecadores. Eso
me da esperanza de que efectivamente se pueda encontrar conmigo, en que me
pueda pescar. Es la mirada de la misericordia que puede captar lo valioso, “el
oro”, de todas las personas. En ese sentido el encuentro con la Magdalena es de
lo más contundente. Nos sitúa ante una persona que, de acuerdo con las leyes
del momento, merecía el castigo máximo. El juicio en su contra era lógico, era
obvio. Sin embargo en Jesús prima la mirada misericordiosa y desde ahí llama a
la conversión. Jesús cree en la bondad de esa persona y la ve capaz de cambiar.
Por eso, como seguidor de Jesús, me cuesta encerrarme en juicios definitivos con
las personas. Confieso que peleo para relativizar opiniones; o matizar como me
enseñó mi Hermana Salomé esta mañana ¿Puede una persona ser totalmente mala? Por
eso demos lugar a las preguntas más ingenuas hasta acá: ¿realmente no hay nada
bueno en la gestión de Macri? ¿realmente no hay nada bueno que podamos esperar
de Alberto Fernández? Muchas veces me encuentro en la horrible esquizofrenia pastoral
de aplaudir la misericordia de Jesús con la prostituta y rechazarla en mi vida.
Finalmente, desde hace un tiempo
me resulta muy contundente el actuar de Jesús ante ese grupo de amigos que
ingresa a uno de ellos que estaba paralítico descolgándolo por el techo
(Mc.2,12). El dolor, la crisis, la cruz o como le quieran decir precisamente
despierta en el creyente esa posibilidad de unidad, de solidaridad de destinos.
Viene a la memoria las palabras que me dijo el p. Gerardo Cárcar cuando empezó
la leucemia de James hace unos tres años atrás: que con su enfermedad se hacía
ícono de nuestro ideal de unidad y unidad con Cristo Sacerdote. Tenía absoluta
razón ¿A qué voy con estas palabras además de dar cuenta que la muerte de James
se me cuela en cada instante? Los momentos de sufrimiento, de dolor, de tristeza
como los que estamos atravesando como pueblo argentino son también oportunidad
de unidad. No es momento de lavar culpas sino de cargar la camilla. No es
momento de saludar a la viuda sino de agarrar el muerto. El llamado de Macri
con Fernández alegró profundamente mi romántico corazón; y al parecer también el
corazón de los mercados que demostraron una confianza y un triunfo de humanidad
regalándonos una estabilidad a la argentina (siempre en riesgo y nunca
definitiva). Me hace ilusión pensar en lo que podamos hacer nosotros en esa
dirección.
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