
Con todo esto -una vez más- en
nuestro país gana el materialismo de los que vendieron su voto al mejor postor.
Gana la eficacia de los que buscan los resultados más rápidos sin importar caminos.
Gana el consumismo de los que leen derechos como posibilidades de consumo. Gana
el individualismo de quienes buscan la resolución de su propio problema
desinteresándose por los demás. Gana el progresismo ilustrado de quienes desde
su atalaya sostienen que el desarrollo se da por la adopción de ciertas categorías
y no por el contacto con la realidad de las personas, de la vida como venga.
Gana el imperialismo de este Siglo que avanza sin necesidad de cambiar banderas
de Estados ni de ataques violentos sino imponiendo un mismo pensar dominante que
no respeta la tradición, los valores, las creencias ni la historia de los
pueblos.
Fueron muchos los miopes que no
supieron leer la advertencia del gesto adusto de Francisco. Fueron muchos los
que descalificaron la denuncia del padre Pepe quien se atrevió a relacionar el
aborto con una nueva colonización del FMI. Fueron muchos los que menospreciaron
la advertencia de la Conferencia Episcopal Argentina de que este debate era una
cortina de humo. El humo que hoy se ve desde lejos hace pensar que más que una
cortina, en realidad algo se está prendiendo fuego en nuestro país. Y en medio
de este panorama triste la primera buena noticia: la jerarquía de la Iglesia
argentina adoptó una actitud profética
que es única y es modelo para toda la región. Ellos nos señalan un camino a
recorrer que está muy lejos de la caricatura de quienes encierran a la Iglesia
en otros siglos o en sus propios problemas. Aunque siempre es la posición más
incómoda y está haciendo todo mucho más difícil, me llena de ilusión ser
sacerdote de esta Iglesia.

En línea con eso, este proceso nos
comprometió con la vida y nos
compromete a futuro. Es que como tantas veces se ha repetido mediáticamente,
obviamente el hecho de que el aborto pueda aprobarse no significa que todas las
mujeres estén obligadas a abortar. En el caso de que el Estado claudique -a través de la aprobación de
este proyecto de ley- en la tarea de
proteger a los indefensos, a las mujeres maltratadas, a los que vienen con
alguna enfermedad y a las mujeres violadas ¿quién podrá hacerse cargo? Una vez
más quienes seguimos a Jesús no podremos hacernos a un lado. Aunque tenga una
lógica absurda, parece que la Iglesia no solamente deberá seguir apoyando la
educación a través de miles de escuelas y universidades en todo el país, la
salud con tantísimos centros de atención, la contención y la alimentación con comedores sino que
también habrá que organizarse para llenar esta retirada del Estado en su
irrenunciable misión de trabajar por el bien de todos. Se trata de reconocer,
al final de cuentas, que seguir a Cristo no es una doctrina ni un método de
autodesarrollo sino un camino de seguirlo a Él especialmente presente en los
descartados siguiendo la lógica de Mateo 25.
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