“Estoy medio cansado”, me dijo Carlos. Habíamos terminado el
segundo turno de entrenamiento del final de la pretemporada y me pareció
normal. Por otro lado, cuando estás en formación siempre querés dar lo máximo
porque una vez que estás en primera eso se siente. El primer profe que
compartimos los primeros años con Carlos nos los dejó grabado a fuego: “Lo que no se consigue en estos primeros
años no se consigue nunca”. Bartolo -de él se trataba- no era un técnico
sabio sino netamente un motivador y esas afirmaciones salían de su boca con una
potencia desmesurada. Casi siempre le creí. El caso es que en este contexto el
cansancio de Carlos no me podía llamar demasiado la atención ¿Cómo no estar
cansado si corre todas las pelotas? ¿Cómo no estar cansado si una vez que se le
mete algo en la cabeza no le afloja? ¿Cómo no estar cansado si -hay que
decirlo- no es precisamente un dotado sino que todo lo hace con esfuerzo?
Ese cansancio fue un primer
síntoma de algo mayor que se destapó dos meses después de ese maldito
entrenamiento. Carlos se encontraba en Portugal haciendo un tiempo de prueba en
un club de allá. Como nos suele suceder, nos miran desde Europa con esperanza y
desconfianza. Por eso se imponen unos meses de prueba antes de sellar el
contrato. Sería el primero, el que se cobra en euros, toda una proeza ¿Sabés lo
que es por fin dedicarte a lo tuyo después de años de formación? Más aun cuando
esa posibilidad no es evidente. La oportunidad se le presentó a Carlos tal vez
antes de lo que algunos suponíamos y él no dudó. En cuestión de semanas viajó a
Portugal para hacer los primeros entrenamientos. Estaba feliz. Hizo las
primeras prácticas con solvencia como suele suceder en él. Pero volvió ese
cansancio y ahora mal acompañado de fiebre. En la pensión que lo recibieron
propusieron llevarlo a la urgencia médica. Carlos no se resistió porque ya se
sentía realmente mal. No por eso se imaginaba el diagnóstico: mala formación
cardíaca que le obligaba a suspender su carrera futbolística. Vuelta a
Sudamérica envuelto en un mar de dudas y temores. Esto no significaba que no
iba a poder seguir jugando al fútbol, pero sí que en Portugal no tenía nada que
hacer. Una operación podría volverlo a poner en las canchas y todos nos
ilusionamos viéndolo correr detrás de la pelota nuevamente.
En esas estamos. Esperamos con
ansias y con esperanza de que se den las condiciones necesarias para la
intervención. Así estamos desde hace algunos meses ya. Entre medio la
distancia, mirar el partido desde afuera, las ganas de estar más cerca, jugar
pensando en él, ilusionarse y empeñarse en la ilusión de su recuperación. Tal
vez de todo esto la distancia es lo más extraño y también lo que más me hace
extrañarlo ¿Sabés lo que daría por quedarnos pateando después de entrenamiento?
¿Sabés cuánto bien me hacía cuando nos ilusionábamos con partidos jugando en
primera? En aquellas conversaciones no teníamos grandes pretensiones tal vez
por pudor o por autoconocimiento: nadie quería brillar, salir campeón del
mundo, tener los primeros puestos. Sencillamente lo que más nos animaba en
aquellas conversaciones era jugar a la pelota. La ilusión sigue intacta, pero a
veces la realidad te golpea tanto que todo parece desvanecerse.
Ajeno a esta historia y estos
sentimientos, muy ajeno, se encuentra un muchacho que por edad podríamos haber
compartido algunos partidos: Lionel Messi. Sin embargo, él se encuentra jugando
en otras ligas. Es como uno de nosotros que la pegó. Es el Jorge Mario
Bergoglio hecho Papa. Querido por unos y cuestionado por otros, indiferente
para esa manga de ateos futbolísticos que se lo pierden. Messi nunca me va a
conocer ni a mí ni a Carlos, a pesar de que su participación en nuestra amistad
se ha vuelto un pilar fundamental. Hablamos de Messi. Intercambiamos videos de
Messi. Revelamos datos de Messi. Tanta es su fuerza que prácticamente se ha
vuelto nuestro único tema de conversación: Messi, Messi y Messi.
Todo esto que se dice en general
se vuelve especialmente potente cada vez que Messi hace un gol. Gracias a Messi
yo siento que la amistad y la ilusión con Carlos se fortalece. Messi es capaz
de hacernos olvidar los dolores que trajo el fútbol para reconciliarnos con el
mismo fútbol. Messi nos muestra su mejor cara. Messi rompe las paredes de un
hospital donde se espera el tratamiento para de pronto estar uno en el otro,
con el otro y para el otro. Messi supera las barreras del tiempo porque el
fútbol es nuevo desde Messi y para nuestra generación es difícil pensar en el
fútbol sin él; sencillamente Messi trasciende nuestra historia.
No es que quiera divinizarlo
porque iría en contra de mis convicciones, de mi fe y de mi vocación más
profunda, pero si Dios está en la belleza no es hereje decir que cada gol de
Messi es una pequeña teofanía. Más aún porque parece empeñado en hacer cada vez
goles más lindos. Tanto es así que nuestras comunicaciones con Carlos no pueden
completarse, no puede terminar de adjetivar y me quedan cortas las palabras
cuando hablo de ti.
Debo admitir que, a diferencia de
Carlos, yo no soy hincha de Barcelona. Yo soy muy de Independiente que
paradójicamente se afirma diciendo que soy muy dependiente de Independiente.
Con el Barcelona me pasa que me alcanza con ver los goles, algún resumen. Me
consta que Carlos, aun en sus peores momentos, el esfuerzo que no ponía en
comer o hablar sí lo ponía en ver jugar a Messi y al Barcelona. Parece un
exceso, una exageración, pero créanme que es así y cada gol de Messi es más que
una pelota entrando mágicamente en un arco. Cada gol de Messi es también
recuerdo de que el esfuerzo vale la pena: el de Messi, el mío y el de Carlos.
En coherencia con eso, cada gol de Messi es recuerdo que los frutos nos son
inmediatos pero que llegan. Cada gol de Messi roba unos instantes de un partido
largo lo cual hace que ese partido largo cobre un mayor sentido y tenga sentido
esperar. Cada gol de Messi que abre partidos bravísimos es toda una lección de
vida. Cada gol de Messi es abrazo de amigos, compañeros y unión entre tantos
desconocidos vinculados como por una solidaridad de destinos con él. Cada gol
de Messi nos recuerda para qué estamos y todo lo que podemos hacer. Con todo
esto, cada gol de Messi nos hace seguir esperando y vivir un poco más…al menos,
hasta que Messi vuelva a hacer un gol.
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