Un lugar común es... sufrir por Independiente.
Desde hace un tiempo hay un problema, una situación, que me
está preocupando mucho. Al mismo tiempo, desde ese mismo momento se me
despiertan sentimientos de culpa y desconcierto justamente por tener esa
preocupación. Como novicio, joven que se prepara con ganas al sacerdocio, uno
quisiera tener ¿cómo decirlo? Madurez o inteligencia o santidad para realmente
ocuparse y preocuparse de las cosas del cielo. La preocupación a la que me
refería al inicio no tiene ni demasiada inteligencia o santidad ni madurez.
Tiene su raíz en algo, digámosle, bien primario: el fútbol; peor aun, al club
que se asocia con el diablo. Sí, aunque no me deje del todo bien parado estoy
preocupadísimo por mi querido Independiente. Todos los amantes del fútbol
podrían decir que comparten ese sentimiento (no digo casualmente “todos” sino
que creo que la posibilidad de descender sería un golpe para todo el fútbol),
pero debo decirles que lo mío es especial.
La preocupación de ver a mi equipo jugando en la B contra
Patronato o contra la CAI en esas canchas que se parecen más a los terrenos
donde jugamos fútbol en el noviciado de Tuparenda, que a una cancha de verdad,
me quita el sueño. Imaginarme a mis hermanos conociendo el conurbano y
amargándose fines de semana me ha hecho llorar. Escuchar el humillante grito de
“vos sos dela B” me golpea en lo más íntimo; es que uno puede desentenderse de
algunas mentiras y lograr que casi no me afecten (como por ejemplo eso de que
somos “amargos” guaú), pero que en un futuro me canten con razón eso me duele.
Me da impotencia pensar que todos los hinchas de racing están agazapados para
gastarnos y devolver así las gastadas que han sufrido después de cada clásico que
les ganamos. En ese sentido –si ayuda- aprovecho para pedir perdón a Nacho,
Benja, Laucha, la familia Rotman entera y no se si alguno más que pude haber
ofendido.
Toda esta preocupación puede ser lógica para cualquier hincha
rojo, pero en mi caso en atención a mi orden de ser me conflictúa el tener los
mismos sentimientos que cualquier hincha del rojo. Es que yo no creo ser igual.
De hecho, con excepción del P. Adalberto de la UCA no conozco ningún sacerdote
de Independiente. Dentro de mi comunidad los tres estudiantes de Independiente
dejaron su camino al sacerdocio. Sin espíritu exclusivista no debe haber muchos
hinchas rojos que pasaron el tiempo de conversión y purificación que es el
noviciado. Ninguno tampoco estuvo (en)cerrado. Yo sí y lo hago con enorme
gusto. Pero todo esto me esta conflictuando.
Me parece que no pega ser tan dependiente de Independiente.
Lo pienso, lo razono, hago esfuerzos, lo medito y ahí estoy andando por la
calle suponiendo nuevos entrenadores, imaginando hazañas que nos alejen del
descenso o ensayando formaciones. Es más fuerte que yo. Puedo fingir desinterés
o libertad; incluso puedo hablar de problemas sociales, políticos, eclesiales y
hasta vocacionales, pero ninguno me genera la demanda de atención que el mal
momento rojo. Me acuerdo que de chico mi buena madre le pedía a mi hermano
Panqui que en lugar de usar la cabeza para aprender la formación de Gimnasia de
La Plata (aquel equipo que formaba con Bianco, San Esteban, Morant y Sanguinetti),
la usara para memorizar cosas importantes: nunca pudo y hoy Panqui trabaja en
Fox. De la misma manera a veces pienso si no sería mejor usar mi cabeza y mi
preocupación para otros asuntos… pero, de nuevo, es más fuerte que yo.
Tanto es así que de un tiempo a esta parte empecé a barajar
la posibilidad de que me dependencia a Independiente sea algo querido por Dios.
Alguno bien podría acusarme de chanta, pero recordando aquella máxima paulina
de que “todo lo que Dios permite es para nuestro bien” me gusta mirarlo así y
me da paz. Este sentimiento por mi club que es más fuerte que yo es una suerte
de seguro de mi humanidad. Me recuerdo que aun cuando tuve la conversión más
fuerte de mi vida, aun cuando logré una íntima unión con Cristo, aun cuando he
logrado darle una mirada trascendente a mi historia… sigo siendo bien humano.
Me hace vivir aquello de que la gracia no anula la naturaleza. Me recuerda que
el pueblo y la familia a servir son bien humanos. Me recuerda aquello de que yo
fui escogido entre los hombres y sacado del mundo, pero para volver al mundo.
Me hace comprender más los rincones del aolma humana. Y con todo eso encuentro
un camino seguro para “hacerme uno” y desde ahí se me abre la puerta para
conducirlos a Cristo. En tal sentido, bienvenida derrota, sufrimiento o lo que
tenga que venir. Del mismo modo no me da ya culpa pedir en este rato de
Adoración por mi querido Independiente y mucho menos prometer ir caminando a
Caacupe idea y vuelta desde el noviciado, si Independiente se salva. Ya aprendí. Ahora espero el milagro.
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