Tal vez este es el momento en que me arrepienta de mi
intromisión más arriesgada como maestro de ceremonia: después de la promesa de
obediencia que hacían los ordenandos, entré en escena para pedir a dos
fotógrafos improvisados que no se suban al presbiterio. “Queda feo”, sólo les dije.
No fui muy diplomático, pero el mensaje llegó. Ninguno de los dos volvió
a subirse, manteniendo una prudencial distancia. A un puñado de días medio que
lamento esa acción. Es que me falta una foto.
Techi Pretel, una valiosa pieza de la Familia del Santuario
de Confidentia, me compartió decenas de fotos sacadas por su celular. Mostraban
la previa, el durante y el posterior festejo familiar aparentemente en el
Almacén de Pizzas. Miré con detención cada una, pero no. No hubo caso. Me sigue
faltando una foto. Pobre Techi no le puedo pedir más. Ella estaba ubicada en un
lugar en donde los concelebrantes le tapaban la visión ¿Quién habrá sido el
maestro de ceremonias que no cuidó ese detalle priorizando que el presbiterio y
el altar enorme del templo tuvieran todo su sentido? De todas maneras estaba
feliz, agradeció y dijo haber visto todo. Entonces parece que vio todo, pero no
fue capaz de darme la foto que ando necesitando.
Necesito una foto que haya captado la cara de feliz
cumpleaños que Tute y Moranga tenían. Desde el cumpleaños de mi sobrino en el
momento de la torta que no veía algo así. La diferencia con mi sobrino es que
esa expresión en el rostro se mantuvo por horas e incluso en días siguientes
con sus primeras misas. “Gracias por
alegrarse con nosotros”, dijeron en algún momento de los agradecimientos.
Era como imposible no hacerlo. Además de lágrimas y transpiración en
abundancia, irradiaban alegría. De la buena.
Mons Pistilli quien para casi todos nosotros- e incluso para los que no
lo tuvimos de maestro- es sencillamente “el
Pa’i” se hacía eco de esa cara en la homilía y se permitía ir más allá: ¿alguien puede explicarme la felicidad que
siento, o que sienten Pablo y Matías, de no tener nada y sentir que lo tenemos
todo? Hay tanta felicidad en estos corazones, que no les cabe, que debe ser un
desperdicio de felicidad.” Nadie
logró captar ese momento, pero hay una foto en donde están dando la comunión
que se parece bastante.
Pero necesito más. Quisiera que en la foto se note que son
amigos. Amigos entre ellos y amigos míos. No me alcanza con que se note que
somos de la misma comunidad. Es que por la vocación estamos llamados a ser uno
en Cristo, pero en algunos casos es también ser amigos. Entonces si se puede,
que la foto de cuenta de algo de eso. Que muestre algo de esos encuentros con
Moranga en la terraza tomando alguna cerveza o un fernet, donde él casi sin
darse cuenta me entusiasmaba con la comunidad y despejaba los inevitables
planteos existenciales porque “esto
también es Sion”. Y que si se puede también muestre algo de esas caminatas
eternas con Tute dentro del Colegio Mayor, mate de por medio, tratando de
entender los caminos no siempre fáciles de Dios. O si es muy difícil sumar
estas partes en la misma foto que sea directamente alguna que muestre uno de
esos encuentros que hacíamos entre los seminaristas de la Región del Padre, “de la gloriosa RdP”.
¿Estoy pidiendo mucho? No creo que me impida pedir algo más.
Tal vez un buen momento en que mucho de lo anterior se expresa, puede ser en el
instante en que Tute y Moranga son sacerdotes. A pesar de que esto
efectivamente ocurre en la oración consecratoria, según aprendí en mi curso
acelerado de Liturgia, es una realidad que se va como vislumbrando por partes.
En esto la bondad de la liturgia, de los ritos que –como diría nuestro querible
profesor Zárraga- van vehiculando esa verdad. Por eso la imposición de manos es
tan potente. Por eso la entrega de la casulla por los padres y la imposición
por parte de un sacerdote amigo impactan tanto, a pesar de no estar del todo
previstos en la rúbrica. Por eso la unción de manos, con la posterior entrega
de la tela de aopoí a sus madres saliéndose de lo que este humilde maestro
había propuesto, impacta tanto. En las cámaras antiguas se podía lograr eso
cuando uno sacaba muchas fotos sin pasar. Entonces como que en un mismo cuadro
se superponían con claridad distintas imágenes. Yo me imagino algo así, ¿se
podrá? En lo posible, que no pierda la claridad que necesitamos para que se vea
todo lo anterior.
A esta altura un
detalle menor, pero creo que sería bueno que se vea en la foto que estoy
necesitando. Sumaría que ahí mismo se viera aunque sea de fondo la cantidad de
gente que colmó el gigantesco templo. Esa misma cantidad de gente que preocupó
a mi mamá: “Juan creo que sería bueno que
vos te ordenes con algún otro porque vos sólo no vas a llenar esta iglesia
enorme”, me desafió. Sin entrar en esas comparaciones estúpidas, sí es
cierto que había un montón de gente que sería bueno que la foto que estoy
necesitando dé cuenta. Es que toda esa gente no es mera espectadora de las
cosas que pasan. Se transforman, son, parte central de la vocación de los dos. “Ustedes nos amaron primero”, dijeron
Tute y Moranga en los agradecimientos y tienen razón. Efectivamente son ellos los que acompañan,
sostienen y alimentan la vocación. Pero más que eso, son los que dan sentido.
Son – y ojalá algún día yo también lo sea si es que no choco esta Ferrari que
me dieron a manejar- sacerdotes para las personas y haciéndose uno en ellos
vivirán un sacerdocio que siempre es nuevo, que siempre puede ser buena nueva.
Necesito una foto porque desde ahí se me hace más fácil
escribir un agradecimiento sentido a Tute y Moranga por el milagro de su
sacerdocio del que me hacen testigo, me hicieron parte y me hacen sentir
responsable. Por el milagro de la
amistad con ellos. Por el milagro de la vida. Por el milagro de Dios en medio
nuestro que nos llama porque nos ama sin mucha más razón o mérito que eso.
Necesitaba una foto porque quería escribir para mostrar algo del carnaval de
emociones que tengo en mi corazón y pensaba que eso me podía ayudar. Ahora me
doy cuenta que tal vez no sea del todo necesario porque hay cosas que no se
explican sino que simplemente se disfrutan y se agradecen.
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