Estimado Luis Segura
Presidente de la AFA:
Tengo el atrevimiento de dirigirme a Ud. a fin de hacerle una sencilla petición con gran confianza y libertad. A decir verdad no estoy del todo seguro si efectivamente es usted el receptor indicado para mi pedido. Es que la distancia y cierta sensación de desgobierno (no se me enoje que dije sensación nada más), me hacen dudar si no sería mejor escribirle a Tinelli, Angelici, Ruso, Moyano o Marín. Como siempre he sido respetuoso de la autoridad, incluso en estos días pascuales en que han visto malamente intenciones destituyentes en un mal chiste, me he tomado el atrevimiento de escribirle. Todo este prólogo no quieren introducir un pedido tan excepcional sino que expresan cierta vergüenza por la naturaleza de mi pedido. Tomo aire y sigo (que en redacción es poner punto y a parte).
El caso es que soy hincha de Independiente y desde hace cuatro años vivo fuera del país porque el camino de formación al sacerdocio que estoy transitando así me lo demanda. En estos años he regresado al país por un puñado de semanas de verano. En su diversidad, todas han estado unidas por el mismo fenómeno: en ninguna de ellas jugó Independiente por lo cual no pude ir a la cancha. El motivo de mi carta, podrá suponerlo, es que por este fin de semana estaré en Buenos Aires por el matrimonio de mi hermana Gloria y esta tremenda excepción me abren una mínima rendija de una puerta que quiero forzar. Es que si Independiente recibe a Olimpo el viernes, yo podría volver a la cancha. Por eso, estimado presidente, le pido si puede tener la delicadeza de programar ese partido para ese día. Mi visita es muy corta y no tengo mucho juego. Si le sirve, yo puedo el viernes a cualquier horario. Bueno, en realidad cualquier horario no porque también maximizare mi visita aprovechando para renovar mi registro y el buen sistema de turnos de la Ciudad me convocó a las 9:30 en Recoleta. De todas maneras intuyo que esa no es una opción.
Le pido que sepa entender mi situación. Durante años fui a la Erico baja pagando millonadas que nunca daban rédito en títulos, pero sí en momentos compartidos. Es que el programa de ir a la cancha no era solitario sino con mis hermamos. Somos cuatro varones a los que con frecuencia suelen sumarse cuñados o sobrinos. También Gloria la que se casa, aunque por esa razón dudo que en esta se prenda. Al mismo tiempo la cancha es más que un encuentro de hermanos (porque si así lo fuera me juntaria con ellos en el living dr casa y me evitaría este pedido). Es también volver a vivir la liturgia futbolera, esa que empieza en la puerta de casa cuando Alejandro nos pasa a buscar unos cuarenta minutos más tarde de lo prometido. Esa que sigue frenando en Corrientes y Libertad para que el mismo Alejandro pida a Panqui que le compre cigarrillos y nos ofrezca algo al resto que rechazamos más por no abusar que por desinterés. Además sabemos que aceptar algo acá es cerrar las puertas a la invitación latente del chori de regreso. Antes de entrar a la cancha dejamos el auto estacionado al cuidado de un trapito con el que difícilmente nos encontremos a la salida. Mas aun, sabemos que nos abandonará pronto, pero no hay alternativas. Igual pagamos lo equivalente a ir en transporte público después del tarifazo de mis amigos de Transporte. Ya en la cancha es el momento de reencuentro con nuestros amigos plateistas con los que compartimos sumas y divisiones en tiempos de descensos y fraternales abrazos en la obtención de la Sudamericana. Un detalle de color, estimado Luis, ellos son judíos. Imagínese qué signo para estos tiempos de odio puede ser el abrazo de este proyecto de cura con nuestros hermanos mayores ¿Puede acaso no conmoverse?
Después de este prólogo será el momento del partido. Ahí no me importa que en frente esté nada menos que Olimpo. Para mí será como jugar contra el Barcelona. Tampoco me importa que Independiente esté muy lejos de aquel vibrante equipo de Falcioni. No, le juro que no me importa. Ni siquiera me importa perder. Yo quiero ver trasladarse por el verde césped a los 25 jugadores, incluyendo a los árbitros que también juegan. Estar ahí y volver a oler Avellaneda. Nótese que he decidido separarme de los mercenarios del bombo. Créame que ellos no son objeto de mi consideración.
Entiendo que puede estar estupefacto por la naturaleza de mi pedido. Más aun cuando se tiene la idea de los sacerdotes como hombres equilibrados y pensantes. Como si hiciera falta le aclaro que no lo soy. Incluso creo que justamente por eso puedo seguir en camino -aunque no necesariamente encaminado- al sacerdocio. Al final los hinchas de Independiente y el curaje compartimos la misma motivación: la de ser movidos por un amor que se anida en el corazón.
Quedan en el tintero mil historias sentimentales, pero no es el sentido hacerlo llorar sino simplemente pedirle que sea bueno y programe Independiente-Olimpo para el viernes.
Desde ya muchas gracias y lo acompaño con mi oración en tan noble tarea,
Juan M Molina
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