La presente nota continúa una serie de textos titulada: "Chilenos. Apuntes para comprenderlos (y quererlos)" a través de las cuales busco meterme en la cultura chilena.
(…) Pero no es
mi propósito hablar de los mitos ni de las Pascuas. El reto de estos relatos es
compartir apuntes sobre los chilenos para desde ahí comprenderlos (y
quererlos). En este camino una pausa obligada por ser algo que caracteriza
fuertemente a este pueblo es la celebración del día 18 de septiembre. Algún
desprevenido podrá decir que es propio de todo pueblo celebrar su día; pero
créanme que en el caso de los chilenos es distinto. Cada 18 de septiembre los
chilenos no sólo celebran Chile, su Patria y su país, sino también se celebran
a sí mismos. En formulaciones modernas esta celebración va mutando de ser una
fiesta cívica (como en la mayoría de los países) a una celebración cultural.
Tal vez por eso esta celebración es tan especial; y a decir verdad tan
entretenida.
Originalmente
las celebraciones patrias se desarrollaban en el mes de febrero. Sin embargo
por tratarse de un mes de vacaciones fueron trasladadas a septiembre perdiendo
la original ligazón con el acontecimiento histórico. (…) Ya desde entonces los
festejos sabían de excesos en sus dos modalidades más típicas. Una consistía en
la reunión en improvisadas construcciones de adobe y ramas conocidas como
ramadas. (…). La otra modalidad, apenas un poco más sofisticada, consistía en
la reunión en locales preparados para tal fin. Estos tenían la particularidad
de ofrecer espacios comunes de encuentro, baile y bebida con algunos pocos
espacios de descanso como si fueran habitaciones. Estos locales, denominadas
fondas, permitían que los participantes no tuvieran que poner reparos para
tomar todo lo posible.
(…) El 18 no se
entiende sin esta perspectiva pascual. (…) Es el paso de un invierno duro a una
primavera que enamora con una diferencia como se debe dar en pocos rincones del
mundo. El invierno aquí tiene la capacidad de cubrirlo todo con una bruma que
deprime, un frío que hace doler los huesos, una lluvia que no moja pero molesta
muchísimo y días que de tan corta duración invitan a no salir de la cama. El
invierno da lugar a la primavera con una invasión de colores, sabores y
paisajes. (…) La cuaresma chilena es
durísima; y se vuelve aun peor en la medida en que avanzamos hacia el Sur. El
encierro y las pocas palabras que se mantienen durante el año parecen
consecuencia de estos meses de encierro involuntario. La primavera, condensado
en el mismísimo 18, da lugar al encuentro. Aquí no importa tanto lo que cada
uno pudo haber elucubrado en su ostracismo sino que lo importante es el
encuentro. Viajar es una forma contundente de esto y la pregunta “¿qué vas a
hacer para el 18?” solamente se supera por la pregunta “¿cómo pasaste el 18?”
Por todo esto el
18 muestra lo mejor del chileno. Si uno quisiera conocer lo mejor de un chileno
debería participar alguna vez en su vida en estas celebraciones. Es que todo lo
antipáticos, antisociales y parcos que pueden parecer en otros momentos del año
se contradice con estos días de celebración.
Definitivamente es el paso a la Vida verdadera. (…) El chileno del 18 es
un hombre sorprendentemente libre. Se dan licencias que en otros momentos serán
terriblemente condenadas. Un ejemplo de esto es el libre fluir de bebidas
alcohólicas. El terremoto es el trago preferido, pero está muy lejos de ser el
único. No importan tanto las formas, todo está permitido en este tiempo. La
liberación es tan potente que cualquiera se animará a decir una tradicional
paya, ya sea para recordar a alguien, para molestar a otro o sencillamente para
dar inicio a un buen trago. La tenida por estos días es también muy llamativa.
El extranjero podrá pensar que todos se disfrazan de campesinos. (…) Esta
mirada ajena, seguramente sea reprendida por aquellos que no ven en esas vestimentas
un disfraz sino una expresión de la cultura. Sin que esto sea mentira, no deja
de ser curioso encontrar a niños, jóvenes y adultos vestidos de huaso con
sombrero incluido caminar por el residencial barrio de Vitacura. No obstante de
eso, nadie parece cuestionárselo demasiado. Esta vestimenta no se acaba en
personas sino que autos, taxis, bicicletas y naturalmente viviendas se ven
afectadas por esta fiebre patria. (…) Los
expertos me han explicado que esto ocurre desde los tiempos en que estaba sancionado
no tener la bandera bien colocada en la puerta de la casa. (…) La música que
suena es la cueca. (…) Aun así queda claro que unos –los capitalinos- llevan a
cabo un baile elegante mientras que los provincianos logran transmitir mucho
más gracias al rítmico movimiento de pañuelos y al zapateo sonante. Sin
desmedro de la cueca no faltan canciones modernas que se mezclan o más bien se
liberan para acompañar los ratos de fiesta libre.
El día de
celebración es el 18 de septiembre. (…) El 18 es un estado del alma. Por eso
mismo sus celebraciones se extenderán a otros días y en variadas grupos. Es
usual que una misma persona celebre el 18 con su familia, con sus amigos y con
sus compañeros de trabajo. Naturalmente esto necesita que se festeje en los
conocidos “18 chicos”. (…) No son fiestas patrias, es la Pascua chilena. Este
paso, como todo mito, se explica en ritos. Y estos mismos ritos son los que
alimentan el mito. Por esto mismo el día en que los chilenos dejen de celebrar
su 18 probablemente dejen de ser chilenos. Y todos nos lamentaremos.
Otras entregas: Un argentino mirando a los chilenos // Hay chilenos y chilenos // Viaje al centro de la Tierra (en Metro) // Del Arturo al Alexis, el camino de buscar ídolos propios. // Una hermenéutica chilena. // Tierra de santos. // Valores y contravalores chilenos. // Límites geográficos e identidad cultural. //¿Por qué son así? // ¿Por qué no nos quieren? //
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