Un lugar común son... los aprendizajes luego del primer año en el sector público.
1. Los debate éticos se generan desde las más bajas esferas de gobierno.
Cuando solemos escuchar hablar de corrupción siempre involucramos a los más altos niveles de gobierno. Sin embargo la corrupción o no de un Gobierno se empieza a jugar desde los estratos más bajos a la hora de elegir un proveedor, de repartir el trabajo y de buscar eficacia siendo eficientes.
2. La diferenciación entre lo público y lo privado un ejercicio permanente.
Sartori define corrupción con la confusión de ambas esferas. Cuando uno se involucra tanto en la función pública prácticamente la esfera privada se diluye. El gran desafío fue forzar esa diferenciación con aspectos muy puntuales como por ejemplo mantener mis dos líneas de teléfono celular.
3. Entre las necesidades y los fines: los medios.
En Gobiernos que se dicen hacedores se suele pasar por alto que ese hacer lleva medios concretos para lograrlo. El esfuerzo por ver qué medios son los más adecuados para el hacer es un ejercicio permanente y donde siempre queda la sensación que se podría haber llegado a ese resultado por otro medio mejor.
4. Primero, las personas.
Los grandes logros no se alcanzan por equipos técnicos brillantes, ni por grandes modelizaciones, ni por los premios económicos que premian esos resultados. Estoy convencido que los grandes logros, y más en el sector público, nacen en el factor humano.
5. Los éxitos no nos convierten en exitosos y lo fracasos no nos hacen fracasados.
La dinámica política hace que rápidamente se consigan éxitos y que estos se pierdan con igual facilidad. La tentación imperante es a asumir los éxitos y revestirnos con ellos para ser exitosos. De la misma manera solemos ser tan duros que cuando las cosas salen mal nos colgamos el rótulo de fracasados. Reconocer cuáles son las cosas importantes de la vida nos hacen entender que los logros no nos califican como personas.
6. Exigir esfuerzos y no por resultados.
En coincidencia con el punto 3, aprendí que uno puede exigir esfuerzos, pero que en el sector público los resultados no están estrechamente ligados al empeño que uno puso. Por eso es injusto esperar resultados sin evaluar los esfuerzos que se han puesto para ese trabajo.
7. Además de hacer, contar lo que se hace.
Fue uno de los grandes cambios que tuve que hacer en los últimos meses. Hacer no siempre es suficiente, también es necesario contar qué es lo que se está haciendo. El peligro es transformarse en un vende humo. La diferencia está ante quién uno demuestra que hizo. Esto solo se acepta con jefes directos (ni superiores ni inferiores) y destacando la labor de muchas partes.
8. Detrás de la acción, las ideas.
Casi obsesivamente, antes de arrancar cada acción mi jefa nos preguntaba “¿sabemos qué queremos?”. Al margen de la anécdota la frase refleja la necesidad de orientarse en la dirección correcta de manera tal que la vorágine del día a día no lleve a hacer por deporte. Siempre debería encontrarse una idea guía, como un principio general para todo.
9. La comunicación de manual, no es comunicación.
En tiempos en que cualquier pedorro da clases de liderazgo o managment, la comunicación encontró una teoría y un proceso que poco tienen que ver con la comunicación humana. Así, un espontáneo encuentro se puede transformar en un diálogo acartonado guiado por fórmulas del estilo “antes de hacer un comentario negativo, haga dos comentarios positivos”.
10. Agradecer a nombres propios por actos propios.
Es común el “muchas gracias a todos” o agradecer a las cabezas de equipo para que ellos bajen el mensaje. Desde el lugar donde toque ocupar es saludable ser capaz de rebajarse a todas las personas a las que uno debe agradecer.
1. Los debate éticos se generan desde las más bajas esferas de gobierno.
Cuando solemos escuchar hablar de corrupción siempre involucramos a los más altos niveles de gobierno. Sin embargo la corrupción o no de un Gobierno se empieza a jugar desde los estratos más bajos a la hora de elegir un proveedor, de repartir el trabajo y de buscar eficacia siendo eficientes.
2. La diferenciación entre lo público y lo privado un ejercicio permanente.
Sartori define corrupción con la confusión de ambas esferas. Cuando uno se involucra tanto en la función pública prácticamente la esfera privada se diluye. El gran desafío fue forzar esa diferenciación con aspectos muy puntuales como por ejemplo mantener mis dos líneas de teléfono celular.
3. Entre las necesidades y los fines: los medios.
En Gobiernos que se dicen hacedores se suele pasar por alto que ese hacer lleva medios concretos para lograrlo. El esfuerzo por ver qué medios son los más adecuados para el hacer es un ejercicio permanente y donde siempre queda la sensación que se podría haber llegado a ese resultado por otro medio mejor.
4. Primero, las personas.
Los grandes logros no se alcanzan por equipos técnicos brillantes, ni por grandes modelizaciones, ni por los premios económicos que premian esos resultados. Estoy convencido que los grandes logros, y más en el sector público, nacen en el factor humano.
5. Los éxitos no nos convierten en exitosos y lo fracasos no nos hacen fracasados.
La dinámica política hace que rápidamente se consigan éxitos y que estos se pierdan con igual facilidad. La tentación imperante es a asumir los éxitos y revestirnos con ellos para ser exitosos. De la misma manera solemos ser tan duros que cuando las cosas salen mal nos colgamos el rótulo de fracasados. Reconocer cuáles son las cosas importantes de la vida nos hacen entender que los logros no nos califican como personas.
6. Exigir esfuerzos y no por resultados.
En coincidencia con el punto 3, aprendí que uno puede exigir esfuerzos, pero que en el sector público los resultados no están estrechamente ligados al empeño que uno puso. Por eso es injusto esperar resultados sin evaluar los esfuerzos que se han puesto para ese trabajo.
7. Además de hacer, contar lo que se hace.
Fue uno de los grandes cambios que tuve que hacer en los últimos meses. Hacer no siempre es suficiente, también es necesario contar qué es lo que se está haciendo. El peligro es transformarse en un vende humo. La diferencia está ante quién uno demuestra que hizo. Esto solo se acepta con jefes directos (ni superiores ni inferiores) y destacando la labor de muchas partes.
8. Detrás de la acción, las ideas.
Casi obsesivamente, antes de arrancar cada acción mi jefa nos preguntaba “¿sabemos qué queremos?”. Al margen de la anécdota la frase refleja la necesidad de orientarse en la dirección correcta de manera tal que la vorágine del día a día no lleve a hacer por deporte. Siempre debería encontrarse una idea guía, como un principio general para todo.
9. La comunicación de manual, no es comunicación.
En tiempos en que cualquier pedorro da clases de liderazgo o managment, la comunicación encontró una teoría y un proceso que poco tienen que ver con la comunicación humana. Así, un espontáneo encuentro se puede transformar en un diálogo acartonado guiado por fórmulas del estilo “antes de hacer un comentario negativo, haga dos comentarios positivos”.
10. Agradecer a nombres propios por actos propios.
Es común el “muchas gracias a todos” o agradecer a las cabezas de equipo para que ellos bajen el mensaje. Desde el lugar donde toque ocupar es saludable ser capaz de rebajarse a todas las personas a las que uno debe agradecer.
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