Un lugar comun es... cómo administramos nuestros saludos.
Se que con estas cosas doy argumentos para los que ponen en duda mi cordura (o mi locura). Pero quisiera aprovechar este espacio para sacar a la luz un Lugar Común por el que todos pasamos. Se trata de los saludos.
Últimamente, con más fuerza que antes, el tema del saludo se me ha vuelto bastante significante. No se si es la edad, el momento de la vida o la puta timidez, pero vamos a reconocer que el tema del saludo no es un tema menor. El gran problema reside en que no todo depende de uno (como suelen ser los problemas de la vida en general).
Aparentemente el mundo que nos rodea se podría dividir entre personas que debemos saludar y personas que no debemos saludar. Algún ignorante traducirá rápidamente por conocidos y desconocidos ¡Grave error! La cultura nos impone ciertas reglas que rompen con esa sencilla limitación. Veamos algunos ejemplos.
En el ambiente laboral es todo un tema. En mi trabajo anterior si yo no saludaba de beso a la mañana a cada una de las diez personas con las que trabajaba, venían a mi oficina a preguntarme qué me pasaba. Luego, con el cambio de trabajo, vemos que aquel que se desvive por saludar es rápidamente tildado de trepador, farolero o algún que otro calificativo no muy copado ¿Conclusión? Amoldarse a las formas.
Es particular el saludo en la relación con los empleados. Todo, o casi todos, tenemos gente que de alguna manera trabaja para nosotros. Lógicamente de acuerdo al poder que tengamos será proporcional la cantidad de gente que tenemos abajo. En uno u otro caso la relación con ellos también será analizada por los demás. Aquellos que no saludan son tildados como que se la creen. Aquellos que saludan con cierto detenimiento a cada uno de los empleados será identificado como el tipo poco laburador y que no es capaz de crecer (con los únicos que se siente cómodo son con los que están por debajo suyo).
El mundo a cada rato nos pone con personas que vemos muy seguido, pero no estamos con ellos. En vacaciones son los vecinos de carpa. En el trabajo son las personas de otras áreas con las que interactuamos. En la casa son las parejas que suelen pasar de visita. En el barrio todas esas personas que se toman el colectivo a la misma hora que yo para ir a sus trabajos/estudios. La gran pregunta es qué tenemos que hacer con ellos. Sepan disculpar, pero no tengo una posición tomada.
¿Por qué tanto debate? Hablando desde mi humilde lugar lo que tiene detrás el saludo es la posibilidad de quedar pagando. Pocas situaciones son tan incómodas como cuando te hacen el “oso” o cuando directamente te encaran y te preguntan “¿quién eras vos?”. Entonces, para evitar esas posibilidades, camino por la cornisa entre el saludo y el no-saludo.
En el medio queda una zona gris, un universo muy amplio: amigos de mi hermano de las vacaciones, compañeros de fútbol de cuando tenía diez años, miembros del mismo movimiento religioso, amigos de mis padres, amigos de mis amigos y compañeros de rutina.
Aprovecho este marco para disculparme ante todos aquellos que esperando un saludo mío cayeron en la zona gris de la que hacía referencia. Y a los que me hicieron caer en sus zonas grises, los entiendo perfectamente aunque me joda bastante.
¿Cómo termina esto?
Saludos cordiales,
@lagarto87
Se que con estas cosas doy argumentos para los que ponen en duda mi cordura (o mi locura). Pero quisiera aprovechar este espacio para sacar a la luz un Lugar Común por el que todos pasamos. Se trata de los saludos.
Últimamente, con más fuerza que antes, el tema del saludo se me ha vuelto bastante significante. No se si es la edad, el momento de la vida o la puta timidez, pero vamos a reconocer que el tema del saludo no es un tema menor. El gran problema reside en que no todo depende de uno (como suelen ser los problemas de la vida en general).
Aparentemente el mundo que nos rodea se podría dividir entre personas que debemos saludar y personas que no debemos saludar. Algún ignorante traducirá rápidamente por conocidos y desconocidos ¡Grave error! La cultura nos impone ciertas reglas que rompen con esa sencilla limitación. Veamos algunos ejemplos.
En el ambiente laboral es todo un tema. En mi trabajo anterior si yo no saludaba de beso a la mañana a cada una de las diez personas con las que trabajaba, venían a mi oficina a preguntarme qué me pasaba. Luego, con el cambio de trabajo, vemos que aquel que se desvive por saludar es rápidamente tildado de trepador, farolero o algún que otro calificativo no muy copado ¿Conclusión? Amoldarse a las formas.
Es particular el saludo en la relación con los empleados. Todo, o casi todos, tenemos gente que de alguna manera trabaja para nosotros. Lógicamente de acuerdo al poder que tengamos será proporcional la cantidad de gente que tenemos abajo. En uno u otro caso la relación con ellos también será analizada por los demás. Aquellos que no saludan son tildados como que se la creen. Aquellos que saludan con cierto detenimiento a cada uno de los empleados será identificado como el tipo poco laburador y que no es capaz de crecer (con los únicos que se siente cómodo son con los que están por debajo suyo).
El mundo a cada rato nos pone con personas que vemos muy seguido, pero no estamos con ellos. En vacaciones son los vecinos de carpa. En el trabajo son las personas de otras áreas con las que interactuamos. En la casa son las parejas que suelen pasar de visita. En el barrio todas esas personas que se toman el colectivo a la misma hora que yo para ir a sus trabajos/estudios. La gran pregunta es qué tenemos que hacer con ellos. Sepan disculpar, pero no tengo una posición tomada.
¿Por qué tanto debate? Hablando desde mi humilde lugar lo que tiene detrás el saludo es la posibilidad de quedar pagando. Pocas situaciones son tan incómodas como cuando te hacen el “oso” o cuando directamente te encaran y te preguntan “¿quién eras vos?”. Entonces, para evitar esas posibilidades, camino por la cornisa entre el saludo y el no-saludo.
En el medio queda una zona gris, un universo muy amplio: amigos de mi hermano de las vacaciones, compañeros de fútbol de cuando tenía diez años, miembros del mismo movimiento religioso, amigos de mis padres, amigos de mis amigos y compañeros de rutina.
Aprovecho este marco para disculparme ante todos aquellos que esperando un saludo mío cayeron en la zona gris de la que hacía referencia. Y a los que me hicieron caer en sus zonas grises, los entiendo perfectamente aunque me joda bastante.
¿Cómo termina esto?
Saludos cordiales,
@lagarto87
Comentarios
-Lamentablemente- comparto algunos complejos. Muy bueno.