Un lugar comun es... que nuestro crecimiento siga la dialéctica hegeliana.
Perdonen señores filósofos. Perdonen estimados lectores si les aburre. Hoy voy a tratar de aplicar la filosofía a un Lugar Común. Soy consciente que de esta operación puede resultar algo exitoso, interesante o un verdadero mamarracho… ustedes dirán. Se me viene a la cabeza este tema a partir de una charla de fin de semana.
Voy a hablar de Hegel. Pobre muchacho. Como les pasa a muchos escriben libros y libros y al final son recordados por el color de las portadas de los mismos. Algo parecido haré. La visión de la realidad de Hegel es un proceso circular de tres momentos cuyo motor es la contradicción en una continua relación de oposición y no, por ejemplo, de identidad. Esto es lo que se llama el proceso dialéctico o la famosa dialéctica hegeliana. Contiene tres momentos: tesis, antítesis y síntesis. En el primero se centra una posición, un estar en sí (an sich). En el segundo momento hay una negación o una contradicción; un ser para sí (fur sich), es decir una objetivación. En el tercer momento se da la superación como negación de la negación.
Muchos han tomado este esquema de pensamiento para explicar distintas realidades. Un caso emblemático puede resultar el de Marx quien escribe siguiendo prolijamente este esquema. La interpretación sus obras es imposible no hacerse bajo esta lógica. Es más, muchas de sus críticas nacen de no conocer bien su estructura de pensamiento.
Un buen Lugar Común puede ser la aplicación de la dialéctica hegeliana al crecimiento de hombres y mujeres, al paso de la infancia a la juventud.
En una primera instancia (tesis) recibimos por parte de nuestra familia y del colegio cierta educación. Sabemos a la perfección qué se puede y qué no se puede. Sabemos qué nos gusta y qué no. Sabemos también lo que nos divierte y hasta lo que deseamos. Aunque de modo embrionario también sabemos nuestro futuro (con opciones tan variadas como ser desde policía o bombero hasta sacerdote). Es tiempo de la infancia y de los primeros encuentros con los signos primeros de la adolescencia.
Probablemente en el secundario, coincidente con la antítesis, ocurre todo lo contrario. En términos generales no sabemos nada. Ponemos en duda todo y ya no sabemos nada. Por la influencia de las modas, no sabemos qué nos gusta por nosotros mismos y qué nos gusta por los demás. Con la crítica a los valores fundamentales, que incluyen religiosos y morales, no sabemos qué se puede y qué no se puede. En tiempos de encuentro difícil y de difícil encuentro no sabemos qué nos divierte y qué nos mantiene apáticos. El futuro prácticamente no existe o se aparece como el cuco que rompe con el cómodo mundo del nunca jamás. Por este motivo se ven conductas que pueden sorprender a muchos por estar ligados a excesos, a conductas que pueden llegar a ser hasta opuestas a las de la infancia.
El tercer momento es necesario y valida parte de la antítesis: es la síntesis. Otra posible denominación es la de madurez. Es que en este momento la persona encuentra el equilibrio fundamentado en parte de sus experiencias y de las enseñanzas recibidas en toda su vida. En gran parte se explica por la construcción de una identidad plena. Es decir que se afirma un nombre, un apellido, una personalidad, una pertenencia y hasta una orientación sexual. Se sabe quién es quién.
En menor o mayor medida muchos descansamos en esta evolución que no necesariamente se da de un modo natural o espontáneo. Por el contrario creo que vivimos en tiempos en donde se elogia la vida en la antítesis y se posterga de manera excesiva la síntesis. Esto, lejos de ser anecdótico, puede transformarse en una Boma de tiempo. Puede llegar el momento en que la síntesis se hace inalcanzable.
Tengo más para decir, pero no quiero ser muy larguero. Después de esto no quiero que se me acuse de no tener poder de síntesis.
Perdonen señores filósofos. Perdonen estimados lectores si les aburre. Hoy voy a tratar de aplicar la filosofía a un Lugar Común. Soy consciente que de esta operación puede resultar algo exitoso, interesante o un verdadero mamarracho… ustedes dirán. Se me viene a la cabeza este tema a partir de una charla de fin de semana.
Voy a hablar de Hegel. Pobre muchacho. Como les pasa a muchos escriben libros y libros y al final son recordados por el color de las portadas de los mismos. Algo parecido haré. La visión de la realidad de Hegel es un proceso circular de tres momentos cuyo motor es la contradicción en una continua relación de oposición y no, por ejemplo, de identidad. Esto es lo que se llama el proceso dialéctico o la famosa dialéctica hegeliana. Contiene tres momentos: tesis, antítesis y síntesis. En el primero se centra una posición, un estar en sí (an sich). En el segundo momento hay una negación o una contradicción; un ser para sí (fur sich), es decir una objetivación. En el tercer momento se da la superación como negación de la negación.
Muchos han tomado este esquema de pensamiento para explicar distintas realidades. Un caso emblemático puede resultar el de Marx quien escribe siguiendo prolijamente este esquema. La interpretación sus obras es imposible no hacerse bajo esta lógica. Es más, muchas de sus críticas nacen de no conocer bien su estructura de pensamiento.
Un buen Lugar Común puede ser la aplicación de la dialéctica hegeliana al crecimiento de hombres y mujeres, al paso de la infancia a la juventud.
En una primera instancia (tesis) recibimos por parte de nuestra familia y del colegio cierta educación. Sabemos a la perfección qué se puede y qué no se puede. Sabemos qué nos gusta y qué no. Sabemos también lo que nos divierte y hasta lo que deseamos. Aunque de modo embrionario también sabemos nuestro futuro (con opciones tan variadas como ser desde policía o bombero hasta sacerdote). Es tiempo de la infancia y de los primeros encuentros con los signos primeros de la adolescencia.
Probablemente en el secundario, coincidente con la antítesis, ocurre todo lo contrario. En términos generales no sabemos nada. Ponemos en duda todo y ya no sabemos nada. Por la influencia de las modas, no sabemos qué nos gusta por nosotros mismos y qué nos gusta por los demás. Con la crítica a los valores fundamentales, que incluyen religiosos y morales, no sabemos qué se puede y qué no se puede. En tiempos de encuentro difícil y de difícil encuentro no sabemos qué nos divierte y qué nos mantiene apáticos. El futuro prácticamente no existe o se aparece como el cuco que rompe con el cómodo mundo del nunca jamás. Por este motivo se ven conductas que pueden sorprender a muchos por estar ligados a excesos, a conductas que pueden llegar a ser hasta opuestas a las de la infancia.
El tercer momento es necesario y valida parte de la antítesis: es la síntesis. Otra posible denominación es la de madurez. Es que en este momento la persona encuentra el equilibrio fundamentado en parte de sus experiencias y de las enseñanzas recibidas en toda su vida. En gran parte se explica por la construcción de una identidad plena. Es decir que se afirma un nombre, un apellido, una personalidad, una pertenencia y hasta una orientación sexual. Se sabe quién es quién.
En menor o mayor medida muchos descansamos en esta evolución que no necesariamente se da de un modo natural o espontáneo. Por el contrario creo que vivimos en tiempos en donde se elogia la vida en la antítesis y se posterga de manera excesiva la síntesis. Esto, lejos de ser anecdótico, puede transformarse en una Boma de tiempo. Puede llegar el momento en que la síntesis se hace inalcanzable.
Tengo más para decir, pero no quiero ser muy larguero. Después de esto no quiero que se me acuse de no tener poder de síntesis.
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