Un lugar comun puede ser la misión.
Sesenta y seis, sesenta y siete, sesenta y ocho, sesenta y nueve, setenta… y seguimos contando. Nos sorprendimos y por momentos nos asustamos un poco. No me gusta tener la sensación de que se nos va de las manos con un crecimiento entre el sesenta y el setenta por ciento (nunca fui bueno para los porcentajes).
La primera reunión de misión confirmó la tendencia. Para la de Semana Santa seremos 74 misioneros. Junto a la alegría de saber que la cosecha da frutos “y abundantes” se me vino a la cabeza una preocupación –muy ligada a mi permanente espíritu crítico- ¿no habremos convertido la Misión en un Lugar Común?
Siempre lo digo, no está de más repetirlo, los Lugares Comunes son esos espacios donde uno se siente cómodo y seguro, no tanto por lo que es en sí mismo sino, porque la mayoría lo hace. Y la mayoría es difícil que se equivoque. Con este sistema uno ofrece su libertad a la voluntad de la mayoría, de la moda, de la tendencia. Por eso mi fuerte preocupación: ¿convertimos la misión en esto? Permítanme, aunque sea arriesgado ir un poco más hondo e indagar en las razones de este sospechoso fervor misionero.
Vamos a misionar porque es la única manera en que nos sentimos cristianos. Vamos a misionar porque queremos vivir una Semana Santa diferente. Vamos a misionar porque queremos hacer algo serio de nuestra vida poco seria. Vamos a misionar porque queremos conocer gente nueva. Vamos a misionar porque nos entusiasma la idea de conocer gente del sexo opuesto, por más de que difícilmente pueda pasar algo después. Vamos a misionar para estar menos solos. Vamos a misionar porque nos entusiasma la idea de conocer otras realidades. Vamos a misionar porque es la única manera de embarrarnos un poco. Vamos a misionar para sentirnos valorados, queridos, apreciados, importantes… Vamos a misionar.
No me resigno a afirmar que convertimos la misión en un Lugar Común. Pero me doy cuenta que estamos ante un fenómeno que se le parece bastante. Otro extremo sería pensar que estamos ante una verdadera revolución. No se, pero me parece novedoso y necesario de una reflexión personal y grupal.
Escribo todo esto pensando en aquello a lo que el hombre tiende, crece y hacia donde la misión debería conducir. “El hombre es criado para amar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y mediante eso salvar su ánima”. La misión es un camino directo para eso, pero ¿es eso lo que buscamos al ir a misionar? De todas maneras prefiero mirar para arriba y confiar. Los caminos suyos muchas veces le escapan a toda razón humana ¿Será este un caso de eso? Dios sabe más.
Sesenta y seis, sesenta y siete, sesenta y ocho, sesenta y nueve, setenta… y seguimos contando. Nos sorprendimos y por momentos nos asustamos un poco. No me gusta tener la sensación de que se nos va de las manos con un crecimiento entre el sesenta y el setenta por ciento (nunca fui bueno para los porcentajes).
La primera reunión de misión confirmó la tendencia. Para la de Semana Santa seremos 74 misioneros. Junto a la alegría de saber que la cosecha da frutos “y abundantes” se me vino a la cabeza una preocupación –muy ligada a mi permanente espíritu crítico- ¿no habremos convertido la Misión en un Lugar Común?
Siempre lo digo, no está de más repetirlo, los Lugares Comunes son esos espacios donde uno se siente cómodo y seguro, no tanto por lo que es en sí mismo sino, porque la mayoría lo hace. Y la mayoría es difícil que se equivoque. Con este sistema uno ofrece su libertad a la voluntad de la mayoría, de la moda, de la tendencia. Por eso mi fuerte preocupación: ¿convertimos la misión en esto? Permítanme, aunque sea arriesgado ir un poco más hondo e indagar en las razones de este sospechoso fervor misionero.
Vamos a misionar porque es la única manera en que nos sentimos cristianos. Vamos a misionar porque queremos vivir una Semana Santa diferente. Vamos a misionar porque queremos hacer algo serio de nuestra vida poco seria. Vamos a misionar porque queremos conocer gente nueva. Vamos a misionar porque nos entusiasma la idea de conocer gente del sexo opuesto, por más de que difícilmente pueda pasar algo después. Vamos a misionar para estar menos solos. Vamos a misionar porque nos entusiasma la idea de conocer otras realidades. Vamos a misionar porque es la única manera de embarrarnos un poco. Vamos a misionar para sentirnos valorados, queridos, apreciados, importantes… Vamos a misionar.
No me resigno a afirmar que convertimos la misión en un Lugar Común. Pero me doy cuenta que estamos ante un fenómeno que se le parece bastante. Otro extremo sería pensar que estamos ante una verdadera revolución. No se, pero me parece novedoso y necesario de una reflexión personal y grupal.
Escribo todo esto pensando en aquello a lo que el hombre tiende, crece y hacia donde la misión debería conducir. “El hombre es criado para amar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y mediante eso salvar su ánima”. La misión es un camino directo para eso, pero ¿es eso lo que buscamos al ir a misionar? De todas maneras prefiero mirar para arriba y confiar. Los caminos suyos muchas veces le escapan a toda razón humana ¿Será este un caso de eso? Dios sabe más.
Comentarios
bueno un beso grande y ya nos veremos
tu fan numero 1: Agus G,Ll