Ir al contenido principal

Sexo debil

Un lugar comun es... que las mujeres se pasen del límite en la búsqueda de igualdad con los hombres.

Ante todo agradezco los comentarios que me dejan, aunque lamento que sean anónimos y no poder terminar de adivinar si son elogios o duras críticas. De una u otra manera me siento motivado a seguir escribiendo y describiendo tantos lugares comunes.

Tal vez una de las razones sea mi terrible indefinición…. o no. Pero la verdad es que soy bastante miedoso para invitar a salir a alguien, se habrán dado cuenta… Con todo esto de fondo mis compañeros de laburo me insisten en que salga. Un poco para hacerles caso y otro poco por entusiasmo personal aquella vez me dejé llevar. Así fue como acepté el número de teléfono que me pasó Agostina. Era el teléfono de una compañera de la carrera. Estudiaba psicología y como a todo hombre a mi también me calientan las psicólogas. Acepté después de pedir algunas referencias: Delfina era su nombre y era egresada del colegio san Agustín; de chica jugaba al hockey y era una mina super amiguera. Sospechosamente no quiso darme detalles de su figura.

Tomé valor y el mismo viernes la llamé por teléfono. Le dije de salir, que la pasaba a buscar a las diez. Ella con suma confianza me dijo “pero boludo me estas invitando a tomar el té”. Yo me reí con ganas. No me afectó que me dijera boludo, me llamó la atención la confianza. Me dejó tranquilo que no la iba a tener que remar tanto. Pocos minutos antes de las once me volvimos a hablar por teléfono. Era ella de nuevo que me preguntaba si yo no tenía problemas en que me pasara a buscar ella en su auto. Sinceramente me pareció medio raro, pero le dije que si. Tal vez por rata o tal vez porque me la veía venir guerrera. Ella tenía una fiesta en Pilar y entonces quería salir y quedarse con el auto.
Me pasó a buscar a eso de las once y media. Por educación le pregunté si quería ir a un lugar especial. Mis amigos siempre dicen que eso nunca se tiene que preguntar porque es señal de debilidad. No tuve en cuenta ese consejo y se lo pregunté. Ella me dijo que sí que había un bar en Belgrano que le copaba. No me opuse y me dejé llevar por ella en su veloz y cómodo Peugeot 206. En el trayecto hablamos de los distintos temas de rigor de primera salida. Ella me preguntaba con particular interés. Yo respondía a cada una de sus preguntas.
En menos de diez minutos estábamos en el bar indicado. Luces bajas y música acorde. En la entrada nos recibió un hombre de esos que por muy educados se parecen bastante a maricones. Le pedí una mesa para no fumadores. Ahí nomás Delfina me cortó en seco. “Disculpame, pero yo fumo y muero por un pucho ya”. Yo me sorprendí y obligue a cambiar los planes al recepcionista. La dejé pasar primero, todos ya saben para qué, y nos ubicamos en una mesa contra el fondo del local.
No habían pasado dos minutos cuando llegó la moza: birome en oreja y olor de mucho trabajo en la cocina. Ella sin pensarlo dos veces pidió un fernet cargado. Esto me descolocó porque pensaba pedirme una Sprite para poder estar fresco para el partido del día siguiente. Cambié de planes sin que Delfina se diera cuenta y pedí una cerveza. Con ese típico afán de aclarar las mujeres, Delfina resumió el pedido: “sería entonces un Fernet y una cerveza… de litro, ¿no?”, me preguntó. Dije un sí rotundo, pero la verdad es que quería tomar una latita nada más.
Entre una cosa y otra hablamos mucho. Entrada la noche cada vez me caía mejor. Ya no me molestaba que tuviera una bincha ancha en la cabeza. Yo me reí mucho y ella también se reía bastante... ¡de mi! Recuerdo entre otras cosas que me cuestionó que yo era “re chetito”, que no fondeaba, que la remera con el pantalón no quedaba tan bien, que me tendría que rapar para que se notaran mejor mis ojos y que no me convenía estudiar ciencias políticas. En lo último coincidí en cierta parte. Lo demás me pareció divertido.
Se hicieron casi las dos. Hablamos sin parar, en gran parte, reconozco que gracias a ella. Para terminar el programa la guié hasta llegar a casa. Ella me ofreció hacer una parada técnica en la suya. Yo le dije que no... la noche debilita a los corazones, pero no tanto. Puso el auto en frente de casa y apagó el motor. Por primera vez en la noche permanecimos en silencio con la mirada perdida. Duró hasta que ella lo interrumpió con una frase cortante “¿qué no me vas a dar un beso?”. La verdad es que no lo había pensado. Le dije que no era eso sino que simplemente me había quedado colgado mirando la luna. Ella sonrió y la vi más linda que nunca. Chapamos un buen rato. Ella me felicitó. Quedamos en seguir hablando. Bajé del auto y entré a casa. A ella no la vi más.


Como era de esperar el lunes, al llegar a la oficina me interceptó mi compañera de trabajo para saber cómo me había ido. “Bien –le contesté-, me gusta que tiene personalidad”. Me pareció más elegante eso que decir "me tuvo cagando".

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
muy bueno juan!!! Tenes que hacer del lado de la mujer ahora.

A todo esto, no puedo creer que apago el auto ella!! Una fenomena jaja
Kun ha dicho que…
Muy bueno, Arjona, lástima que jamás comprobaremos si es verdad o mentira

PEDRO
Anónimo ha dicho que…
Será verdad???
La herida de Paris ha dicho que…
Era una mezcla entre tu vieja (por como te tuvo cagando) y el Ogro Fabbiani (por la vincha, espero no por el físico).
Abrazo.
Anónimo ha dicho que…
Pido a gritos una revancha de esa salida! Por Dios, que gracioso! No me había enterado.

Un abrazo Juancho.

Santi Mazzinghi.
Lagarto ha dicho que…
Antes de seguir debo advertirles, estimados lectores, que para alivio de unos y desilusiones de otros, lo escrito sólo pretendía reflejar una situación actual: las mujeres toman ciertas actitudes que tradicionalmente se asociaban con los hombres.
Anónimo ha dicho que…
jajaja no se que tomar como verdadero!!
quiero conocer a Delfina =... una genia...
beso juancho
Agus garcia ll
Anónimo ha dicho que…
10, brillante. (Si es verdad)

Un abrazo Juan!

Ignacio Gabriel Ragone (34.772.837)
(por lo del anonimato viste...)

TAMBIÉN PUEDE INTERESARTE:

Ahora que somos grandes

Ahora que somos grandes los matrimonios son los de los amigos y el juvenil beso nocturno es un te quiero para siempre. Y la casa de tus padres ya no es la tuya y tampoco la de ella. Porque sencillamente son grandes. Por eso los gastos –que no son menores-, las cuotas, ahorros y opciones. Ahora que somos grandes y ningún éxito personal alcanza para satisfacerse. Porque la vida es más que esa propia satisfacción y son otras personas. Porque siendo grandes los éxitos son con otros. Se responsabiliza por otros, se hace cargo de otros y se compromete por otros. Ahora que somos grandes las enfermedades no son la de nuestros padres y abuelos sino la tuya y la mía. Al punto que la muerte es una posibilidad que impone ser reconocida merodeando por esos puertos como fantasma nocturno o velero viejo que amarra a otros muelles. Ahora que somos grandes al pasado se mide en años que me hablan de ciudades, lugares y hasta países. Los minutos, las horas y los días forman semanas de c

No soy un héroe

El muro de Facebook se llenó de comentarios propios de la exuberante expresividad paraguaya. Días después de la Toma de Túnica, junto a una foto de los novicios recientemente revestidos con la túnica que los identifica como miembros de esta Comunidad de los Padres de Schoenstatt, leí: “ellos son los héroes de la Mater que dejaron familia y amigos para construir el Reino” . Me sorprendió y puede ser que sea fruto de que ahora que estamos grandes ya hay un poco más de realidad y de verdad. Coincidentemente cumplo cinco años de haber recibido esa misma túnica. Recuerdo ese día como uno de los más felices de mi vida. Sin embargo, sin falsa modestia, sería una exageración llamarme héroe. También sería falso decir que dejé familia y a amigos a pocas horas de ir a la casa de mis padres para un festejo familiar. No, no somos héroes. Y tal vez esto sea uno de los puntos más notables e impactantes de la vocación sacerdotal. No, no somos héroes ni tampoco somos mártires. Somos peregrinos a

Francisco, un espejo donde no mirarse

Como si fueran voces de un mismo coro, en esta semana Clarín y La Nación emprendieron el más duro embate contra el Papa Francisco. La razón de fondo parecería ser la no presencia en nuestro territorio. Los argumentos para este posicionamiento fueron al punto más bajo de todo: el supuesto desinterés. Como si se dijera que en realidad nadie quisiera la visita del Papa. Para eso se valieron de fotos sacadas desde lejísimos planos y mucho tiempo antes de una misa en Iquique. También le colgaron la responsabilidad de un sinnúmero de problemas de una Iglesia chilena que desde hace año rumea melancolía y decadencia. Si bien este último punto merece una lectura crítica y detenida, resultaba sorprendente el esfuerzo por unir la figura de Francisco a esta historia negra. No se le discuten las claras palabras -¿lo escucharán?- y tampoco los gestos inequívocos –porque los equívocos suelen interpretarlos de acuerdo a su narrativa elegida-. Es difícil de comprender esta actitud de los dos diarios