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En campaña: ¿primer tiempo o primer round?

Nadie lo va a decir porque es incómodo, pero en el fondo seguramente más de un larretista celebró políticamente el lugar en el que quedaron parados. Alberto marcó la cancha y se definieron capitanes para el pan y queso. Como en los picados, suele ser importante quién elige sus jugadores aunque después todos formen parte de un mismo equipo.

La unción de Larreta como capitán hecha por extraños aceleró la que tarde o temprano ocurriría desde adentro. Macri y Bullrich parecería que esperaban ese momento aunque a la larga puede que esta rápida unción los termine beneficiando en sus proyectos personalísimos.

Desde Alberto fue hábil el intento de ubicar en el equipo contrario a Larreta y a la policía. Son los que no son nosotros. Son los que amenazan el sistema, pero sobre todo el proyecto original del frente de todos. Volviendo a la metáfora futbolera fue la pretensión no solamente de armarle un equipo sino también de imponerle una estrategia, unos valores: la seguridad, el éxito, la meritocracia. En el fondo son antivalores del ideario peronista desde donde los leen como represión, individualismo y falta de sensibilidad.

Un signo de esperanza en este nuevo tiempo político es la disputa por algunos valores como el diálogo y la solidaridad. Hoy es claro que aquellos menos dialoguistas son los que están más lejos del poder. El gran problema será definir qué entiende por diálogo y solidaridad cada sector. Las respuestas no estarán en manifiestos sino en símbolos. La respuesta no estará por la reiteración de las palabras unidos, todos vs. juntos, equipo. Los medios juegan su partido, tienen sus intereses. El rating alto de la conferencia de Larreta fue tan celebrado como impensado. Clarín difundió una encuesta que lo ubica como el mejor evaluado.

En el discurso de la unidad Alberto y Horacio, Fernández y Larreta, tuvieron puestas en escena casi idénticas. Un líder y un grupo detrás. Sin embargo, la imagen no es un unívoca. En la escuela el que habla puede ser el alumno modelo elegido por sus compañeros o el perejil que da la cara para que los del fondo sigan con sus quilombos. Detrás de Alberto había hasta intendentes del pro sorprendidos por la necesidad o la ingenuidad. Detrás de Horacio había una multitud de desconocidos, larretistas de la primera hora.

En esa primera hora Horacio era jefe de gabinete de Macri. En realidad era el auténtico jefe de un gobierno encabezado por una celebrity. Horacio se estaba quedando pelado y estaba gordo. Usaba traje sin corbata y podía entrar a reuniones sin siquiera decir buen día. Hoy (le) dicen que su pelada tiene onda. También se lo debe decir Losteau a pesar de que tenga rulos. Sus aspiraciones de ser jefe de gobierno para él van de la mano de esta versión de Larreta. Por eso está cerca tratando de convencerse de que es un líder socialdemócrata y no el ex interventor del PAMI.

Alberto subió al ring a Horacio empezando una campaña más de desgaste que para sacarle monedas. Lo subió al ring y no lo invitó a jugar a la pelota. De hecho si la pretensión era sólo sacarle plata tenía otros mecanismos mucho menos problemáticos. Y si Horacio está preocupado por la plata que pierde, tiene de dónde recortar. Así dadas las cosas ¿podrá Larreta soportar tanto tiempo de desgaste hasta las presidenciales del 2023? ¿será esto suficiente para mantener la tropa peronista ordenada?

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