La presente nota inicia una serie de textos titulada: "Chilenos. Apuntes para comprenderlos (y quererlos)" a través de las cuales busco meterme en la cultura chilena.
(…) Mirar a los chilenos
es algo nada frecuente en la gran mayoría de los argentinos. (…) Forzar a un
argentino a hacer un juicio sobre los chilenos implicaría un esfuerzo similar a
tener que emitir un juicio sobre Ecuador, Panamá, Costa Rica o Bélgica. Tan
cerca y tan lejos. Este primer dato puede incomodar y hasta sorprender a los
chilenos, pero no quiere tener una carga más que la pura descripción de una
realidad: para el argentino medio Chile es nada. En virtud de esa posible
incomodidad quisiera justificarme.
En el ámbito deportivo
desde donde muchas veces se disparan rivalidades o amistades (…) Argentina
siente que compite con Brasil (…), con Uruguay hay una cierta rivalidad por un
estilo futbolístico diferente y por un amor no correspondido. Fuera de estos
dos países, Argentina mira hacia afuera. (…)
Fuera del continente los últimos mundiales han acrecentado una rivalidad
con Alemania e incluso con México. Aunque parezca un ejercicio arqueológico, es
indudable que los episodios de Italia 90 marcaron una peculiar relación con los
anfitriones que todavía se nota.
Al introducirnos en el
campo ideológico nos encontramos con una paradojal aprobación. Es que desde
izquierda y desde derecha hay razones para valorar a Chile, aun en sus
extremos. Desde la derecha argentina se aprecia lo hecho por Pinochet. Como un
familiar me dijo: “la diferencia de
Pinochet con el gobierno militar de acá, es que él pudo terminar su proceso, su
plan hasta el final y no como acá que fracasó antes de llegar a término”.
Desde la izquierda también hay una cierta simpatía por Chile aunque los motivos
naturalmente son los opuestos: a través de Salvador Allende logró tener un
gobierno socialista elegido democráticamente.
Esta indiferencia hacia
Chile en parte se quiebra a la hora de hacer un análisis histórico. La
actuación de la dictadura chilena durante la Guerra de Malvinas ha dejado una
herida que sanar. De todas maneras es posible encontrar voces disonantes. Sin
ir más lejos me pasó a mí cuando en febrero de 2014 fui a casa de mis abuelos
antes de venirme a vivir a Chile. Ahí mi abuela me confesó: “a mí los chilenos después de lo que nos
hicieron en Malvinas me parecen unos fallutos y como que no puedo terminar de
quererlos; discúlpame si soy un poco patriotera, pero lo que nos hicieron no se
hace”. Como suele ocurrir mi abuelo se paró en la vereda opuesta: “pero Mari, ¿qué querés que hicieran? La
guerra era una locura, una estupidez. Yo los entiendo, no tengo nada que
reprocharles”. Ya en estas tierras chilenas me encontré con otras voces con
las que me sentí más cómodo: “no creo que
las decisiones de dos dictaduras tengan que afectar la valoración ni la
relación entre dos pueblos”. (…)
Contrariamente a lo que
nos pasa a nosotros, la totalidad de los chilenos tendrán algo para decir sobre
los argentinos. Dependiendo de su origen social y de su ubicación geográfica
encontraremos distintas opiniones, pero lo que es seguro es que todos tendrán
una opinión más o menos formada. Aun con los matices que pueden dar las
condiciones dadas, el juicio probablemente sea negativo. Es que para los
chilenos los argentinos somos agrandados, gritones, cancheros, engrupidores
profesionales, charlatanes, competitivos, violentos y demasiado seguros de
nosotros mismos. (…)
Próximas entregas: Hay
chilenos y chilenos // Viaje al centro de la Tierra (en Metro) // Del Arturo al Alexis, el camino de buscar ídolos
propios. // Una hermenéutica chilena. // Tierra de santos. // Valores y
contravalores chilenos. // Límites geográficos e identidad cultural. // La Pascua chilena. //¿Por qué son así? // ¿Por qué no nos
quieren? //
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