El directivo
Conoce
la realidad amplia del club. Toma decisiones fuertes que marcan todo. No está
pendiente del día a día sino de las grandes líneas, de la estrategia, de lo
institucional. Está alejado de la cancha porque parece interesado en cosas más
importantes. Es el Dios creador, omnipotente y conocedor de todo. Al mismo
tiempo es lejano y parece no importarle las pequeñeces de la vida ni del día a
día. Su acción se hace concreta en intervenciones que marcan el mundo y reciben
el nombre de catástrofes.
El entrenador
Está
involucrado en el juego, pero siempre desde afuera. Conoce las necesidades de
los jugadores y las potencialidades de cada uno. Marca, corrige y da
indicaciones sin parar. Lleva un pormenorizado estudio de cada uno y sabe
perfecto en qué está cada uno. Con toda esa información da indicaciones pegado
a la línea de cal. Es el Dios que dirige, ordena y manda. De verdad busca lo
mejor para cada uno y lo mejor para todos (que al final es también lo mejor
para Él). El problema es que como no juega no puede pensar como las personas y
sus indicaciones parecen difíciles de aplicar o muy alejados de la realidad
propia.
La Barra
Su
fidelidad no se pone en discusión. En las buenas y en las malas siempre apaña.
Se hace sentir y hasta emociona a ajenos. Tanto es así que parece ser
indiferente al rendimiento, a lo que el equipo haga y al resultado. Por eso, a
la larga, no se llega a relacionar con el juego y vive como en otra. Es el Dios
que banca todas, pero que no tiene nada para decir y mucho menos para aportar. Tanto
que a la larga no impacta la vida y termina siendo como algo para otra gente.
El plateista
Se
caracteriza por la crítica permanente. Es un personaje poco querido en el
ambiente futbolero por su mirada crítica. Siempre tiene un “pero”. Lleva un
recuerdo imborrable de los propios jugadores y de los ajenos. Usa esa
información para refregársela a los jugadores cada vez que pueda. Como
consecuencia de todo lo anterior termina asistiendo al estadio solamente en las
buenas campañas. Es el Dios quisquilloso, que siempre está pendiente de lo
malo. Desde ahí impregna pesimismo y caras largas a todos lo que lo tratan.
Sabe tanto que no se permite entusiasmar; es demasiado realista.
Fondo de inversión
Nadie conoce sus miembros ni los orígenes de su poder, pero están
dispuestos a poner la cara y la plata cuando el club se viene a pique. Por lo
anterior se recurre a ellos solamente en casos de extrema necesidad. Es como la
última carta cuando todo anda mal y es necesario cubrir gastos o traer
refuerzos o echar a algún entrenador. Las motivaciones para invertir son
dudosas y siempre dejan la sensación que a la larga sacarán partido económico de
su intervención. No le interesa el fútbol. Es el Dios que aparece en las difíciles, pero
no en más que en esas. No parece importarle mucho el día a día sino que se
recurre a él en los momentos de extrema necesidad. Aun así queda la sensación
de que su intervención deberá pagarse de alguna manera.
Árbitro
Es el
personaje más odiado del fútbol. Lleva las reglas y sanciona. Difícilmente sus
decisiones estén alejadas de una importante dosis de polémica. Por eso siempre
está bajo sospecha. Puede beneficiarte o arruinarte la vida, pero en el fondo
no lo hace con ninguna intención. Aun así su participación es muy importante
para el buen desarrollo del partido. Es el Dios que identificamos con la ley.
Es el reglamento encarnado. Maneja un código de normas y conductas minucioso y
siempre está atento a sancionar. Indistintamente puede beneficiarte o
perjudicarte. Si bien su presencia no es del todo feliz, es indudable que
orienta la vida y ayuda a distinguir lo bueno de lo malo.
El Buen Capitán
Es
habilidoso, pero no se la cree. Piensa siempre antes en el equipo y que en sí
mismo. Es buen capitán tanto dentro como fuera de la cancha. Por eso está
atento a las necesidades de cada uno de los jugadores que también son sus
compañeros. Es cercano. Es buen tipo. Dentro de la cancha hace jugar a todos.
Tiene palabras de aliento aunque también sabe corregir para sacar lo mejor de
cada uno. Su fin es el fin de los jugadores por eso se hace uno con ellos. Es
uno más sin serlo. Es el Dios de la Alianza que es cercano, que sale al
encuentro de cada uno. Es el Dios personal. Es el Dios que se involucra con su
pueblo y se ata a su destino. Por eso sufre con él y también se alegra. Es el
Dios histórico y que también habla para dar una palabra de aliento, para marcar
el camino y para corregir. Su única
preocupación es estar-con su gente y que ellos sean felices. Tan así es que
impregna su espíritu a todo el equipo.
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