Algunos años atras en mi entorno familiar y en las discusiones futboleras que abundan, se estableció una polémica en torno al grado de dependencia que tenía Independiente de su figura el Kun Agüero. En ese entonces se subrayaba la gravitación del Kun en el mundo rojo en detrimento de los otros jugadores y del mismo entrenador que en ese entonces era Julio Falcioni (el mejor entrenador de Independiente desde que tengo memoria). Se decía que Independiente era agüerodependiente. La disputa siempre terminaba diciendo que en realidad juegan once. Aun así la idea quedó instalada con tanta profundidad que ni los posteriores éxitos o fracasos de Agüero y de Falcioni pudieron superar.
No se asusten porque esto no es una defensa ni un intento reivindicatorio de Julio César. Por el contrario pretende ser una reflexión en denuncia de una realidad que me preocupa: nos cuesta mirar el equipo. Me preocupa cuando se da en la mirada del otro y me asusta cuando es en uno mismo. Se nos ha filtrado una concepción del hombre escandalosamente individualista. Tanto es así que se han formulado frases con pretensiones optimistas como por ejemplo aquello de que el cambio empieza por uno que olvida mirar el equipo y recordar que el cambio se hace en equipo. Si me apuran diría que es por la pérdida de un sentir orgánico católico y la influencia del hinduismo; pero no es este el propósito de estas líneas. Por el contrario es advertir que se nos ha filtrado una idea del yomismoindpendiente que amenaza con romper el tejido social y que es contrario al Reino anunciado por Jesús ¿Será para tanto? Quisiera detenerme en dos expresiones de esta realidad que lamento al tiempo que me desafían.
Primero, la droga. Ahora que está de moda aprovechemos para tomarlo de ejemplo. Quisiera subrayar que hablo de la droga en el sentido amplio que incluye la marihuana cool de los ricos como el paco de los pobres. Hago esta aclaración porque los niños de estudios universitarios, con recursos económicos y acceso potencial -si fuera necesario- a centros de recuperación de adictos subrayan que un porrito no es nada... para ellos. El yomismodependiente les impide pensar en el feroz comercio que ingenuamente están alimentando. Yo no les hecho la culpa, pero sí quisiera advertir que fuera de sus fronteras están quienes se llevan la peor parte de su consumo ¿Hace falta nombrar cómo la droga nos impide ver el equipo? Seamos claros: la droga esclaviza familias, destruye los vínculos convirtiéndolos en interesados y con tendencia a hacer girar a todos en torno propio y a mis variables estados de ánimo por el consumo. El usuario se aísla, deja solos creando atmósferas de una fragil protección. Nos encanta distinguir las drogas, pero los chicos que conocí destruidos por esto no reconocen esas diferencias sino que se integran en una misma corriente de muerte.
Segunda expresión de este yomismodependiente que nos genera una falsa idea de autosalvación haciendo perder la mirada del equipo: la pseudo meditación oriental. Esta amplísima novedad que nos conquista tiene distintas formas que van desde el tradicional yoga hasta otras propuestas sostenidas en el marketing y en la autodefinición de arte. Todas estas promueven un estado de poner la mente en blanco y caminos de vaciamiento interior como combate de estress, de la violencia y hasta del cáncer o el sida. Nuevamente aquí también gozan de una insólita aprobación social adormecedora que alimenta al yomismodependiente. Es el encierro, es el aislamiento como estado permanente de vida. Y para peor es la condenación de quienes están fuera.
Estas realidades me preocupan tanto -y me duelen- que a veces pienso que forman parte de un plan diabólico. Es que mientras Jesús enseña y llama a construir el Reino ellos están esclavos del paco, cancheros con su churro o aislados con el maestro de los maestros. Tal vez la gravedad del yomismodependiente no es tanto lo que no hace sino además lo que no hace. El yomismodependiente no se interesa por el otro, va estrechando su mirada (y su corazón), alimenta su soberbia, va quedándose solo, se arruina la vida. Todo eso especialmente cuando debe salir de ese yomismo y encontrarse con el otro.
Pero ojo, no nos equivoquemos: ellos no tienen la culpa. Al final el nene bien que hipoteca su futuro y su familia haciendo alarde de su último viaje para ver al Rabí o para fumarse es un pobre tipo. Es una víctima del sistema y de la Iglesia cuando esta claudica en el anuncio y en la construcción del Reino. El Reino de Dios nos pincha para que trabajemos por un hombre nuevo en la comunidad nueva. Dios, especialmente en este año, nos muestra la alianza como forma de vida y de cultura que rompe ese yomismodependencia. Nos muestra que el mundo no se termina ni empieza en mi metro cuadrado sino en el del otro; y especialmente en el de quienes están en la periferia. Si nosotros como Iglesia no mostramos, no contagiamos, no nos entusiasmamos o no creemos en el Reino jamás lograremos sacar a nadie de su yomismodependencia que lleva a la muerte y a la destrucción del equipo.
Disculpen si suena un poco fuerte, pero nos apremia el amor del Redentor, el ideal de que todos seamos uno en Cristo.
* Nota: todas las opiniones aquí compartidas son de estricto carácter personal y de ninguna manera necesariamente sean las de cualquier institución con la que me relaciono.
Comentarios
Que importante es tener un criterio cultural claro, sobre todo para poder filtrar los mensajes de estos productos pseudo-espirituales importados de oriente!
La otra vez leía que un gurú de estos decía: "La vida es solo un juego" y la comparaba como una pelota que se nos la entrega en las manos para hacer lo que queramos con ella... y que no debemos tomarla con seriedad...
Obviamente hay una visión oriental implícita en la afirmación del gurú! Para el hinduismo o el budismo la vida, se puede percibir como una de tantas en un ciclo de continuas reencarnaciones... pero para nosotros de cultura occidental tanto cristianos como ateos, hay una única vida...
Es increíble como nuestra visión de la vida misma se puede ver afectada si no tenemos criterios culturales, como también claridad sobre nuestros principios y creencias personales!
Donde nos toque estar que cada uno pueda transformar su entorno.
Unidos en Cristo!