1. Cuando saco hielos y no sólo lleno las cubeteras sino que además saco hielo de la bolsa de Freddo donde almacena hielos que antes ella había sacado de las cubeteras.
2. Cuando me levanto antes de las nueve de la mañana. Este sentimiento se agranda cuando lo hago en fines de semana. Obviamente no cuenta cuando sigo de largo.
3. Cuando soy capaz de explicarle qué colectivo tomarse para llegar a esos lugares recónditos a comprar carne, fruta, verdura o lo que sea un poco más barato.
4. Cuando pongo el lavarropas solo, sin dejar acumular la ropa, calculando correctamente la cantidad de jabón en polvo que es necesario.
5. Cuando pongo el lavarropas sólo (y todo lo mismo que lo anterior), pero además distingo en cada lavado la ropa oscura de la clara.
6. Cuando paso unos días sólo y aprovecho el pan viejo tostándolo para una hipotética situación en que me den ganas de comer muchas tostadas.
7. Cuando como una comida y distingo si es casera o comprada antes de que ella haga la pregunta “¿se nota que es casero?”.
8. Cuando logro explicar en lenguaje llano y corrido temas de máxima complejidad como los descensos y las promociones o el carisma de Schoenstatt.
9. Cuando voy al supermercado y pago menos sumando descuentos, promociones y productos de segunda marca (pero muy buena calidad).
10. Cuando arreglo algún enchufe, levanto los tapones o alguna llave de luz… y esta reparación dura más de un día.
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