Un lugar comun es... identificar todo como proceso
En tono polémico el profesor de Filosofía de la Educación invitaba a dejar de lado la palabra proceso. Palabras más, palabras menos él decía que “o se está educado o no se está educado”. Confieso que me cayó simpática la expresión más que nada porque a todos los que nos interesa la educación solemos apoyarnos en la idea de proceso como refugio, como Lugar Común.
Pensando en profundidad el tema, si me permiten, el problema del proceso es el proceso. Aunque suene un poco confuso, me parece que por ahí pasa el gran problema. Muchas veces nos embarcamos en procesos que no son más que eso: procesos. No creo que sea del todo consciente, pero a menudo con metas imposibles, amplias o vagas terminamos caminando sin ningún rumbo (que es lo mismo que no caminar).
Por eso me parece que cada vez que hablemos de proceso debemos acompañarnos por la pregunta del ¿para qué? Encarar un proceso sin un objetivo nos terminará enredando en el laberinto de nosotros mismos. De la misma manera tenemos que reducir notablemente el uso de los gerundios. Si nos fijáramos en la cantidad de veces que hablamos con gerundios nos daríamos cuenta cuan incorporado tenemos la idea de que todo es proceso. Y con esto también levantamos las sospechas sobre la validez real de esos procesos. “Estamos mejorando”, “estamos consiguiendo”, “estamos logrando”, “estamos luchando” son ejemplos del uso y abuso de ese gerundio y de procesos truncos porque o se mejora o se sigue igual, se consigue o no se consigue, se logra o no se logra, se lucha o se deja de luchar.
Volviendo al ejemplo inicial, cada vez que se habla del proceso educativo ¿sabemos hacia dónde queremos llegar? ¿Sabemos para qué estamos educando? ¿O simplemente ponemos en movimiento acciones, costumbres que creemos que en algún momento pueden ser útiles para aquel que “se está educando”?
En uno de los campos donde también veo esto, además del educativo, es en el plano espiritual. En ese sentido los católicos somos fanáticos de los procesos. Tanto es así que nos olvidamos del sentido real del ser cristianos (ser otros Cristos) y terminamos “siendo” cristianos, “haciéndonos” cristianos. Seguramente detrás de esto esté el olvido de que el Reino de los Cielos ya está entre nosotros. Y así nos seguimos “preparando” para algo que está arriba, que está después, que vendrá.
Vean ustedes qué comunes son frases como: me estoy alejando de Dios o me estoy acerando a Dios, estoy mejorando mi relación con Dios, me estoy reconciliando, me estoy cuestionando…
Con esto no quiero eliminar todos los procesos. Solamente pretendo destacar el abuso que hacemos del proceso. Sobre todo porque esto implica perder tiempo, esfuerzos, ganas y oportunidades de ser y de cambiar. Fundamentalmente en el plano espiritual cuando de tanto proceso nos olvidamos de que efectivamente ¡ha llegado la hora!
En tono polémico el profesor de Filosofía de la Educación invitaba a dejar de lado la palabra proceso. Palabras más, palabras menos él decía que “o se está educado o no se está educado”. Confieso que me cayó simpática la expresión más que nada porque a todos los que nos interesa la educación solemos apoyarnos en la idea de proceso como refugio, como Lugar Común.
Pensando en profundidad el tema, si me permiten, el problema del proceso es el proceso. Aunque suene un poco confuso, me parece que por ahí pasa el gran problema. Muchas veces nos embarcamos en procesos que no son más que eso: procesos. No creo que sea del todo consciente, pero a menudo con metas imposibles, amplias o vagas terminamos caminando sin ningún rumbo (que es lo mismo que no caminar).
Por eso me parece que cada vez que hablemos de proceso debemos acompañarnos por la pregunta del ¿para qué? Encarar un proceso sin un objetivo nos terminará enredando en el laberinto de nosotros mismos. De la misma manera tenemos que reducir notablemente el uso de los gerundios. Si nos fijáramos en la cantidad de veces que hablamos con gerundios nos daríamos cuenta cuan incorporado tenemos la idea de que todo es proceso. Y con esto también levantamos las sospechas sobre la validez real de esos procesos. “Estamos mejorando”, “estamos consiguiendo”, “estamos logrando”, “estamos luchando” son ejemplos del uso y abuso de ese gerundio y de procesos truncos porque o se mejora o se sigue igual, se consigue o no se consigue, se logra o no se logra, se lucha o se deja de luchar.
Volviendo al ejemplo inicial, cada vez que se habla del proceso educativo ¿sabemos hacia dónde queremos llegar? ¿Sabemos para qué estamos educando? ¿O simplemente ponemos en movimiento acciones, costumbres que creemos que en algún momento pueden ser útiles para aquel que “se está educando”?
En uno de los campos donde también veo esto, además del educativo, es en el plano espiritual. En ese sentido los católicos somos fanáticos de los procesos. Tanto es así que nos olvidamos del sentido real del ser cristianos (ser otros Cristos) y terminamos “siendo” cristianos, “haciéndonos” cristianos. Seguramente detrás de esto esté el olvido de que el Reino de los Cielos ya está entre nosotros. Y así nos seguimos “preparando” para algo que está arriba, que está después, que vendrá.
Vean ustedes qué comunes son frases como: me estoy alejando de Dios o me estoy acerando a Dios, estoy mejorando mi relación con Dios, me estoy reconciliando, me estoy cuestionando…
Con esto no quiero eliminar todos los procesos. Solamente pretendo destacar el abuso que hacemos del proceso. Sobre todo porque esto implica perder tiempo, esfuerzos, ganas y oportunidades de ser y de cambiar. Fundamentalmente en el plano espiritual cuando de tanto proceso nos olvidamos de que efectivamente ¡ha llegado la hora!
Comentarios
Muy bueno todo, Juan.
Igual, que no me vengan a decir que aprendiste a escribir, a decir los días de la semana o a sumar y restar de un día para otro. Si eso no es proceso, qué es?
Besos! Loli