Un lugar comun es... el viernes por la noche.
¿Quién dijo que el viernes es el mejor día? No encuentro muy bien la explicación, pero yo no creo en eso. Siempre me pareció algo frívolo y un poco extenso. Yo prefiero los sábados fundamentalmente porque ofrecen más variables. Los viernes se parecen demasiado entre sí.
Un politólogo camina por Palermo y llega a Recoleta. Mira profundo y cree poder encontrar más historias que personas. Esto desencaja al resto que no logra terminar de comprenderlo y creen tener delante suyo a un fantasma.
Un desempleado pide un poco de birra a un grupo de extranjeros que entre asustados y sorprendidos no dudan en darle todo. Gracias a esto el hombre de aspecto desprolijo podrá continuar con su tarea de cuidacoche.
Un amigo sale rápido de su casa recién bañado y bien perfumado. El trabajo lo agobió en esta semana y decidió prolongar su siesta. Por eso necesitó de un baño fresco antes de encontrarse con todo el grupo.
Una pareja confunde sus figuras mientras espera que el semáforo se ponga en verde. No llegan a los veinte años, pero entre beso y beso se juran amor eterno.
Un taxista escucha tango con la ventanilla media baja y con la impostergable duda de no saber si arrancar o esperar un semáforo más con las balizas puestas.
Un joven escucha música en su i-pod y mueve las manos marcando los tiempos del bajo. Si se anima cantará alguna frase.
Dos amigos se suben a un pequeño auto. Los dos tienen cara conocida, pero es sólo una impresión generada en el uso de un peinado a la moda.
Una muchacha espera sentada en el hall de un elegante edificio. Espera que alguien baje a abrirle. Arriba seguramente estén jugando un piedra papel o tijera para definir a quién le toca.
Un menor aprovecha la soledad de su casa para invitar a sus amigos y poner reguetón en gran volumen, mientras piropea por la ventana a quienes pasan por debajo de su edificio. Otros aprovechan la soledad para hacer otras cosas como explorar los poco conocidos canales que van del 25 al 35 o sencillamente dejar volar la imaginación debajo de las lluvias generadas por un canal adulto sin pagar.
Dos mujeres vuelven en un taxi mamadas de cansancio con un pelo que se les viene sobre la cara y que tiene como único beneficio ser escondite de unos rostros demacrados por la larga jornada.
Avanzada la noche –o el día- un canillita arma el diario Clarín con todo los suplementos poniendo su atención sobre un título de la Deportiva que cree haber ya leído: “Vine a Racing por su gente”.
Un muchacho de apenas 21 años sale de la casa de su novia con esa mezcla de culpa y de satisfacción que deja la primera vez.
Un hombre escondido debajo de pila de cartones deja asomar un pelo gris y pegoteado propio de un hombre de sesenta años y no de un arquitecto alcohólico.
Dos amigos ponen sus caras muy próximas y se dicen aquello que guardaron por mucho tiempo: un profundo agradecimiento. “Por estar siempre, por bancarme, por no cagarme, por interesarse por mi, por respetarme…” Terminan en un beso y un abrazo.
Ya con el sol más fuerte un hombre mayor repite la rutina de tantas veces enfundándose en un equipo de gimnasia antiguo, pero muy limpio. No pierde las esperanzas de bajar la panza propia de todos aquellos que hicieron alguna actividad física.
Un sacerdote camina lentamente por la vereda cerca de la calle y a contramano de los autos con la mano en el bolsillo como si rezara el Rosario. Escucharlo decir “abre mis labios y mi boca proclamará tu alabanza” demuestran que reza laudes.
Una niña celebra dando gritos y saltos el haber chapado con Tomi, el amigo de su hermano cuatro años mayor que ella.
Cuatro jóvenes exalumnos de un tradicional colegio de Buenos Aires discuten la gravedad de estar fumando marihuana en sus salidas con las chicas de Vicente López y de Olivos. Uno desde la experiencia reconoce estar en la búsqueda de algo o alguien que los saque de la normalidad de su vida.
Y así pasa el viernes, como una consecuencia de hechos poco relacionados entre sí, o simplemente relacionados por la profanidad de los profundo y por el desencuentro en manos de los mercenarios de la diversión.
¿Quién dijo que el viernes es el mejor día? No encuentro muy bien la explicación, pero yo no creo en eso. Siempre me pareció algo frívolo y un poco extenso. Yo prefiero los sábados fundamentalmente porque ofrecen más variables. Los viernes se parecen demasiado entre sí.
Un politólogo camina por Palermo y llega a Recoleta. Mira profundo y cree poder encontrar más historias que personas. Esto desencaja al resto que no logra terminar de comprenderlo y creen tener delante suyo a un fantasma.
Un desempleado pide un poco de birra a un grupo de extranjeros que entre asustados y sorprendidos no dudan en darle todo. Gracias a esto el hombre de aspecto desprolijo podrá continuar con su tarea de cuidacoche.
Un amigo sale rápido de su casa recién bañado y bien perfumado. El trabajo lo agobió en esta semana y decidió prolongar su siesta. Por eso necesitó de un baño fresco antes de encontrarse con todo el grupo.
Una pareja confunde sus figuras mientras espera que el semáforo se ponga en verde. No llegan a los veinte años, pero entre beso y beso se juran amor eterno.
Un taxista escucha tango con la ventanilla media baja y con la impostergable duda de no saber si arrancar o esperar un semáforo más con las balizas puestas.
Un joven escucha música en su i-pod y mueve las manos marcando los tiempos del bajo. Si se anima cantará alguna frase.
Dos amigos se suben a un pequeño auto. Los dos tienen cara conocida, pero es sólo una impresión generada en el uso de un peinado a la moda.
Una muchacha espera sentada en el hall de un elegante edificio. Espera que alguien baje a abrirle. Arriba seguramente estén jugando un piedra papel o tijera para definir a quién le toca.
Un menor aprovecha la soledad de su casa para invitar a sus amigos y poner reguetón en gran volumen, mientras piropea por la ventana a quienes pasan por debajo de su edificio. Otros aprovechan la soledad para hacer otras cosas como explorar los poco conocidos canales que van del 25 al 35 o sencillamente dejar volar la imaginación debajo de las lluvias generadas por un canal adulto sin pagar.
Dos mujeres vuelven en un taxi mamadas de cansancio con un pelo que se les viene sobre la cara y que tiene como único beneficio ser escondite de unos rostros demacrados por la larga jornada.
Avanzada la noche –o el día- un canillita arma el diario Clarín con todo los suplementos poniendo su atención sobre un título de la Deportiva que cree haber ya leído: “Vine a Racing por su gente”.
Un muchacho de apenas 21 años sale de la casa de su novia con esa mezcla de culpa y de satisfacción que deja la primera vez.
Un hombre escondido debajo de pila de cartones deja asomar un pelo gris y pegoteado propio de un hombre de sesenta años y no de un arquitecto alcohólico.
Dos amigos ponen sus caras muy próximas y se dicen aquello que guardaron por mucho tiempo: un profundo agradecimiento. “Por estar siempre, por bancarme, por no cagarme, por interesarse por mi, por respetarme…” Terminan en un beso y un abrazo.
Ya con el sol más fuerte un hombre mayor repite la rutina de tantas veces enfundándose en un equipo de gimnasia antiguo, pero muy limpio. No pierde las esperanzas de bajar la panza propia de todos aquellos que hicieron alguna actividad física.
Un sacerdote camina lentamente por la vereda cerca de la calle y a contramano de los autos con la mano en el bolsillo como si rezara el Rosario. Escucharlo decir “abre mis labios y mi boca proclamará tu alabanza” demuestran que reza laudes.
Una niña celebra dando gritos y saltos el haber chapado con Tomi, el amigo de su hermano cuatro años mayor que ella.
Cuatro jóvenes exalumnos de un tradicional colegio de Buenos Aires discuten la gravedad de estar fumando marihuana en sus salidas con las chicas de Vicente López y de Olivos. Uno desde la experiencia reconoce estar en la búsqueda de algo o alguien que los saque de la normalidad de su vida.
Y así pasa el viernes, como una consecuencia de hechos poco relacionados entre sí, o simplemente relacionados por la profanidad de los profundo y por el desencuentro en manos de los mercenarios de la diversión.
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