Un lugar comun es... desconfiar de la política.
Domingo 28 de Junio. El teléfono móvil (nunca celular) se agita a más no poder sobre mi escritorio con una música tan molesta que nunca me animé a cambiar. Apenas pasaron algunos minutos de las seis de la mañana y el sol se empecina en no aparecer. Mi decisión, un tanto infantil, de no salir de la cama hasta que no aparezca el sol dura pocos minutos pero los suficientes para darme cuenta que estaba haciendo una locura.
Maldije aquel día en me intrometí manso en el Palacio para ofrecerme como voluntario para ser autoridad de mesa. Trato de consolarme pensando que Piedras al 1200 no era tan lejos. Es en vano, mi cuerpo tiene la misma sensación que hace dos años cuando me levantaba a la misma hora para ir a “jugar” un partido de fútbol entre Argentino de Merlo y Excursionistas. Mi acompañante espiritual anterior decía que tenía vocación de mártir. Mi psicólogo, aunque peruano, me repite que es importante que de pasos hacia lo que quiero. Mis amigos me dicen que soy un imbecil. En fin, desde distintos puntos de vista, es cierto que mi conducta no es algo tan normal.
En los días en que me cuesta levantarme trato de motivarme con algunas fantasías de todo tipo. Por ejemplo qué pasa si siendo autoridad de mesa se me aparece el amor de mi vida o si entrando al cuarto oscuro me encuentro con Luciana Salazar dispuesta a que le meta un voto en la urna. Todo eso desaparece cuando recuerdo que las elecciones se desarrollan separando las mesas de hombres y mujeres cual secta religiosa.
En estas circunstancias aparecen las preguntas más profundas de mi vida ¿En qué momento decidí apostar por la política? Todo esto contrasta con la transformación del descreer en la política, en los políticos y en todo lo que se le aproxime en un Lugar Común. Más vale cuestionar, dudar de todos y de todo, pensar mal, no hacerse ilusiones, no?
En esto creo haber salido de ese Lugar Común. Es que yo sí creo en la política. Yo sí creo en la lista que voy a votar. Yo sí creo en el cambio seguro. Yo también creo en la capacidad y en la honestidad de mis elegidos. Es que en definitiva yo sí creo en la política.
Es eso lo que me movió a anotarme de manera voluntaria para ser presidente de mesa, pensar que desde algún pequeño lugar vale la pena apostar por la política y escapar de posiciones fáciles que lo único que hacen es generar desgano y desilusión, todo porque en el fondo esa posición nos da seguridad.
Además del hecho de ser presidente de mesa por primera vez, estas elecciones son algo muy especial para mi. Después de haber sido candidato de todo, por vez primera fui electo.
Se empieza por algo. Lo importante es no caer en ese Lugar Común que nos compromete como pueblo, como generación y como individuos parte de una nación.
Domingo 28 de Junio. El teléfono móvil (nunca celular) se agita a más no poder sobre mi escritorio con una música tan molesta que nunca me animé a cambiar. Apenas pasaron algunos minutos de las seis de la mañana y el sol se empecina en no aparecer. Mi decisión, un tanto infantil, de no salir de la cama hasta que no aparezca el sol dura pocos minutos pero los suficientes para darme cuenta que estaba haciendo una locura.
Maldije aquel día en me intrometí manso en el Palacio para ofrecerme como voluntario para ser autoridad de mesa. Trato de consolarme pensando que Piedras al 1200 no era tan lejos. Es en vano, mi cuerpo tiene la misma sensación que hace dos años cuando me levantaba a la misma hora para ir a “jugar” un partido de fútbol entre Argentino de Merlo y Excursionistas. Mi acompañante espiritual anterior decía que tenía vocación de mártir. Mi psicólogo, aunque peruano, me repite que es importante que de pasos hacia lo que quiero. Mis amigos me dicen que soy un imbecil. En fin, desde distintos puntos de vista, es cierto que mi conducta no es algo tan normal.
En los días en que me cuesta levantarme trato de motivarme con algunas fantasías de todo tipo. Por ejemplo qué pasa si siendo autoridad de mesa se me aparece el amor de mi vida o si entrando al cuarto oscuro me encuentro con Luciana Salazar dispuesta a que le meta un voto en la urna. Todo eso desaparece cuando recuerdo que las elecciones se desarrollan separando las mesas de hombres y mujeres cual secta religiosa.
En estas circunstancias aparecen las preguntas más profundas de mi vida ¿En qué momento decidí apostar por la política? Todo esto contrasta con la transformación del descreer en la política, en los políticos y en todo lo que se le aproxime en un Lugar Común. Más vale cuestionar, dudar de todos y de todo, pensar mal, no hacerse ilusiones, no?
En esto creo haber salido de ese Lugar Común. Es que yo sí creo en la política. Yo sí creo en la lista que voy a votar. Yo sí creo en el cambio seguro. Yo también creo en la capacidad y en la honestidad de mis elegidos. Es que en definitiva yo sí creo en la política.
Es eso lo que me movió a anotarme de manera voluntaria para ser presidente de mesa, pensar que desde algún pequeño lugar vale la pena apostar por la política y escapar de posiciones fáciles que lo único que hacen es generar desgano y desilusión, todo porque en el fondo esa posición nos da seguridad.
Además del hecho de ser presidente de mesa por primera vez, estas elecciones son algo muy especial para mi. Después de haber sido candidato de todo, por vez primera fui electo.
Se empieza por algo. Lo importante es no caer en ese Lugar Común que nos compromete como pueblo, como generación y como individuos parte de una nación.
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