Un lugar comun es... el desgano como síntoma de una vocación traicionada.
Hoy voy a escribir un poco más de lo habitual. Lo advierto. Hoy no me pongo límites para canalizar tantas cosas para decir. Por eso mis disculpas por el tiempo perdido y la invitación a predisponerse de la mejor manera para leer las posteriores líneas. Para eso me encuentro en mi cama y escribo con música clásica de fondo que apenas conozco. La situación lo amerita. Se acerca fin de año y por eso quisiera escribirte a vos, sí a vos. Te conozco poco y nada, pero prometo que esto lo escribo pensando en vos y así también, por supuesto, en mí miso. Esta circunstancia hace que cambie un poco la metodología habitual.
Antes una pregunta, como lo haría un amigo chileno que no conocí personalmente: ¿en qué has gastado tu vida? Termina el año y con esto los balances. Te invito a repasar en qué te gastaste, qué hiciste en este año. Tomate unos instantes, es necesario.
¿Listo? Creo poder adivinar.
Se suele identificar a la juventud con el idealismo y a la adultez con el realismo. Sin embargo creo que es erróneo. En estos tiempos, los jóvenes vivimos un tironeo muy fuerte. Vivimos entre el idealismo y el realismo. Dicho de otra manera, vivimos entre el sueño y la desilusión. Ambos extremos se tocan en distintos aspectos. En la política se tiene la certeza de que esta es el mejor instrumento para cambiar la realidad, pero se tiene la desilusión por tantos malos tratos recibidos. Lo mismo en las relaciones con el sexo opuesto. Tenemos el sueño de la mujer ideal, pero nos hemos desilusionado al ver al sexo opuesto tan lejos de nuestro ideal. Una y otra situación pueden tener como destino el conformismo. Me conformo con ir a votar. Me conformo con chaparme un par de mujeres. A un lado quedan esos sueños de una política renovadora y el deseo de la pareja ideal. Aplico esto a dos casos puntuales, pero creo que resume el profundo sentir en muchas cosas.
Por todo esto creo que el peor de los malos es el conformismo. Y a qué derrota hemos llegado. Conformarnos con poca cosa, nos calma, nos deja tranquilos; pero de ninguna manera nos satisface del todo. Frases como “es lo que toca”, “es lo que hay”, “mañana será otro día” y “que sea lo que tenga que ser” no son muestras de una confianza en la Providencia, sino muestras de un desgano. Por eso digo que es el desgano nuestro peor mal. Sintetizaría esto en una idea: es el creer que no existe otra alternativa.
A qué derrota hemos llegado. Si nuestros sueños parecen utopías y la realidad nos asfixia, ¿qué lugar nos queda? Cedemos el protagonismo de nuestras vidas y somos espectadores de lujos de nuestras propias vidas.
Si me dejara vencer por el desgano terminaría acá. Pero como creo que hay alternativas, sigo escribiendo.
Estimado lector y cohabitante de tantos Lugares Comunes: hay alternativas. Eso no es una buena noticia; la buena noticia es que no solamente hay alternativas, sino que las hay para todo. En todo caso si no las vemos, la tendremos que inventar. No quiero que suene como un imperativo categórico, pero tenemos que hacernos cargo desde nuestro lugar de ofrecer, brindar alternativas para todo. Por ejemplo, hemos escuchado a hombres de mano dura (en sentido restringido) pedir por una baja en la edad de imputabilidad. Eso no soluciona nada. Por el contrario se deben crear alternativas para que esa gente encuentre una alternativa a lo que hoy se presenta como la única vida: la delincuencia. Es importante decir ‘no mates, no robes’, pero es fundamental decir ‘no mates, no robes y mejor andá a hacer esto o lo otro’.
Este ejemplo tal vez nos sirva para nuestra vida. Pensemos unos instantes: tenemos alternativas en nuestras vidas o somos esclavos de nuestro pasado, de viejas elecciones, de nuestros padres, de nuestras pulsiones, de nuestros sentimentalismos. Tantas veces nos dejamos ganar por el desgano y acabamos entregados a las redes del realismo asfixiante.
¿Cuál es la alternativa?
La buena noticia es que esta existe. La alternativa es la vocación. La falta de vocación transforma la vida en un tiempo que debe ser transitado. La vocación verdadera transforma la vida en un tempo que vale la pena ser vivido. Muchas veces tenemos terror de seguir nuestra vocación y nos entregamos al desgano, al “me da igual” y otras variantes. Vale aclarar que cuando hablo de vocación no me quiero referir meramente al sacerdocio o al matrimonio. Me refiero a la voz interior que me mueve algo y se expresa en deseos. Algunos tienen una vocación por construir, otros tienen una vocación por hacer el bien a la sociedad, a otros la voz interior los mueve a preocuparse por la salud y tantas cosas más. El desgano es también muestra de una vocación olvidada o lo que es peor de una vocación traicionada.
Estimado lector, no permita que jamás traicione mi vocación porque de hacerlo significaría estar traicionando a mi gente, a mi país y a todos los que esperan algo de mi vocación. Eso nos hace diferentes, eso construye las verdaderas alternativas para nuestros días, para nuestras vidas. Estoy convencido que la desilusión y el desgano llegan cuando tapamos esto y que la ausencia de alternativas indica las traiciones a la misma vocación.
Tomo conciencia que muchas veces seguir la vocación es difícil porque supone algunos quiebres y algunas instancias de superación de nuestras estructuras que nos sostienen. Pero, ¡qué bueno sería depositar nuestras energías en escuchar lo que nos indica esa voz interior!
En los finales de años se produce una devaluación de la palabra deseos. Las tarjetas que vienen hechas de fábrica escriben en bastardilla ‘que se cumplan tus deseos’. De tanto leerlo terminamos adoptando como algo natural. Sin embargo es una aspiración de un enorme sentido. Es que el hecho de que se cumplan los deseos significa que tu vida tenga sentido, que te puedas encontrar con tu vocación y así que tengas alternativas para optar. Y con todo esto, que superes el desgano, el desaliento y el sin sentido que vivenciamos tan a menudo.
Por eso, para ir terminando, estimado lector sinceramente espero que tenga una Feliz Navidad y empiece un Nuevo Año en el que se cumplan todos sus sueños y deseos.
Hoy voy a escribir un poco más de lo habitual. Lo advierto. Hoy no me pongo límites para canalizar tantas cosas para decir. Por eso mis disculpas por el tiempo perdido y la invitación a predisponerse de la mejor manera para leer las posteriores líneas. Para eso me encuentro en mi cama y escribo con música clásica de fondo que apenas conozco. La situación lo amerita. Se acerca fin de año y por eso quisiera escribirte a vos, sí a vos. Te conozco poco y nada, pero prometo que esto lo escribo pensando en vos y así también, por supuesto, en mí miso. Esta circunstancia hace que cambie un poco la metodología habitual.
Antes una pregunta, como lo haría un amigo chileno que no conocí personalmente: ¿en qué has gastado tu vida? Termina el año y con esto los balances. Te invito a repasar en qué te gastaste, qué hiciste en este año. Tomate unos instantes, es necesario.
¿Listo? Creo poder adivinar.
Se suele identificar a la juventud con el idealismo y a la adultez con el realismo. Sin embargo creo que es erróneo. En estos tiempos, los jóvenes vivimos un tironeo muy fuerte. Vivimos entre el idealismo y el realismo. Dicho de otra manera, vivimos entre el sueño y la desilusión. Ambos extremos se tocan en distintos aspectos. En la política se tiene la certeza de que esta es el mejor instrumento para cambiar la realidad, pero se tiene la desilusión por tantos malos tratos recibidos. Lo mismo en las relaciones con el sexo opuesto. Tenemos el sueño de la mujer ideal, pero nos hemos desilusionado al ver al sexo opuesto tan lejos de nuestro ideal. Una y otra situación pueden tener como destino el conformismo. Me conformo con ir a votar. Me conformo con chaparme un par de mujeres. A un lado quedan esos sueños de una política renovadora y el deseo de la pareja ideal. Aplico esto a dos casos puntuales, pero creo que resume el profundo sentir en muchas cosas.
Por todo esto creo que el peor de los malos es el conformismo. Y a qué derrota hemos llegado. Conformarnos con poca cosa, nos calma, nos deja tranquilos; pero de ninguna manera nos satisface del todo. Frases como “es lo que toca”, “es lo que hay”, “mañana será otro día” y “que sea lo que tenga que ser” no son muestras de una confianza en la Providencia, sino muestras de un desgano. Por eso digo que es el desgano nuestro peor mal. Sintetizaría esto en una idea: es el creer que no existe otra alternativa.
A qué derrota hemos llegado. Si nuestros sueños parecen utopías y la realidad nos asfixia, ¿qué lugar nos queda? Cedemos el protagonismo de nuestras vidas y somos espectadores de lujos de nuestras propias vidas.
Si me dejara vencer por el desgano terminaría acá. Pero como creo que hay alternativas, sigo escribiendo.
Estimado lector y cohabitante de tantos Lugares Comunes: hay alternativas. Eso no es una buena noticia; la buena noticia es que no solamente hay alternativas, sino que las hay para todo. En todo caso si no las vemos, la tendremos que inventar. No quiero que suene como un imperativo categórico, pero tenemos que hacernos cargo desde nuestro lugar de ofrecer, brindar alternativas para todo. Por ejemplo, hemos escuchado a hombres de mano dura (en sentido restringido) pedir por una baja en la edad de imputabilidad. Eso no soluciona nada. Por el contrario se deben crear alternativas para que esa gente encuentre una alternativa a lo que hoy se presenta como la única vida: la delincuencia. Es importante decir ‘no mates, no robes’, pero es fundamental decir ‘no mates, no robes y mejor andá a hacer esto o lo otro’.
Este ejemplo tal vez nos sirva para nuestra vida. Pensemos unos instantes: tenemos alternativas en nuestras vidas o somos esclavos de nuestro pasado, de viejas elecciones, de nuestros padres, de nuestras pulsiones, de nuestros sentimentalismos. Tantas veces nos dejamos ganar por el desgano y acabamos entregados a las redes del realismo asfixiante.
¿Cuál es la alternativa?
La buena noticia es que esta existe. La alternativa es la vocación. La falta de vocación transforma la vida en un tiempo que debe ser transitado. La vocación verdadera transforma la vida en un tempo que vale la pena ser vivido. Muchas veces tenemos terror de seguir nuestra vocación y nos entregamos al desgano, al “me da igual” y otras variantes. Vale aclarar que cuando hablo de vocación no me quiero referir meramente al sacerdocio o al matrimonio. Me refiero a la voz interior que me mueve algo y se expresa en deseos. Algunos tienen una vocación por construir, otros tienen una vocación por hacer el bien a la sociedad, a otros la voz interior los mueve a preocuparse por la salud y tantas cosas más. El desgano es también muestra de una vocación olvidada o lo que es peor de una vocación traicionada.
Estimado lector, no permita que jamás traicione mi vocación porque de hacerlo significaría estar traicionando a mi gente, a mi país y a todos los que esperan algo de mi vocación. Eso nos hace diferentes, eso construye las verdaderas alternativas para nuestros días, para nuestras vidas. Estoy convencido que la desilusión y el desgano llegan cuando tapamos esto y que la ausencia de alternativas indica las traiciones a la misma vocación.
Tomo conciencia que muchas veces seguir la vocación es difícil porque supone algunos quiebres y algunas instancias de superación de nuestras estructuras que nos sostienen. Pero, ¡qué bueno sería depositar nuestras energías en escuchar lo que nos indica esa voz interior!
En los finales de años se produce una devaluación de la palabra deseos. Las tarjetas que vienen hechas de fábrica escriben en bastardilla ‘que se cumplan tus deseos’. De tanto leerlo terminamos adoptando como algo natural. Sin embargo es una aspiración de un enorme sentido. Es que el hecho de que se cumplan los deseos significa que tu vida tenga sentido, que te puedas encontrar con tu vocación y así que tengas alternativas para optar. Y con todo esto, que superes el desgano, el desaliento y el sin sentido que vivenciamos tan a menudo.
Por eso, para ir terminando, estimado lector sinceramente espero que tenga una Feliz Navidad y empiece un Nuevo Año en el que se cumplan todos sus sueños y deseos.
Comentarios
muy bueno, Agus garcia ll