A veces no podemos caminar hacia donde quisiéramos, pero sí siempre hacia Jesús
El camino
está lleno de llegadas
Somos peregrinos y no caminantes.
Con una clara meta final cada día arribamos a paradas. Eran de los momentos que
más se disfrutaban. Disfrutar esas pausas que se convierten en paradas
sin dejar que la urgencia por llegar pase por alto el valor del momento. En
cada llegada no nos instalamos, pero sí ponemos la carpa así como el Hijo puso su morada entre nosotros para llevarnos a lo Alto.
La santidad de los jóvenes es posible
Me vino al contemplar la vida de
los santos que atraviesan nuestra Cruzada con ese común denominador. Pero más
fuerte todavía, al escuchar y conectar con los deseos de los jóvenes y con el
modo de encarar esas búsquedas. Me compromete y me resitúa: no se trata de que
yo sea santo sino de ayudar a que ellos alcancen la santificación que es
plenitud de vida, que es felicidad. Como le gustaba decir a otro santo joven,
debemos parir una nueva generación de santos. Pensarlos en generación (pensarme
en generación) expande la propia santidad en la santidad de los otros, con los
otros, por los otros. Creo en la santidad comunitaria.
La fuerza de
Dios manifestada en la debilidad me lleva a más
El don de la amistad sacerdotal me sostiene y saca lo mejor de mí
No se puede
ser sacerdote sin mirada contemplativa
La gracia de la contemplación reconoce en todo el valor del Creador. La mirada contemplativa reconoce esa relación entre el Creador, con las montañas, con los amigos y en la comunidad. Así lo estoy experimentando. De lo contrario puedo volverme demandante, me ubico en el centro para adquirir reconocimiento, hay una búsqueda de control. Las personas esperan de nosotros -los sacerdotes- que regalemos esa mirada contemplativa.
Las preguntas
activan procesos que sólo a veces llegan a respuestas
El desborde
de la sobreabundancia de la gracia
Como en la multiplicación de los
panes y la conversión de agua en vino de Caná, se hizo muy palpable que la
acción de Dios supera el cálculo humano o toda relación directa de causa y
efecto. En la Cruzada, por el contrario, Dios es siempre más y su acción supera
lo imaginado. Tener fe es abrirse a esta dinámica de vida que sabe dónde
empieza, pero no dónde termina. Pasa en la Alianza de Amor. Pasa en la
vocación. Pasa en el saborear y gustar internamente de la vida, de las cosas de
Dios.
La verdadera
libertad interior llega por una experiencia religiosa
El empuje de Dios a lo largo de
estos días en los que quiso liberarme. Son experiencias, con momentos de
reconocer que con su fuerza puedo romper todas las ataduras del qué dirán, del
afán de reconocimiento, de mis apegos desordenados, de mi flaqueza, de la
pereza o el desánimo. Es el camino del despojo de lo superfluo para quedarse en
lo importante. Una vez más descubrir que necesitamos mucho menos para ser mucho
más felices. Fijos los ojos en Jesús, avanzamos.
Ser representante del más grande
La grandeza de la creación pone de manifiesto la pequeñez humana. Me sitúo como sacerdote en medio de esa tensión. Por un lado, fruto de mi vocación tengo esa cotidianeidad con el más grande. Por otro lado, yo mismo me reconozco pequeño. Comprensión del sacerdote entre medio como representante de Dios, pero en el preciso sentido de hacerlo presente (y no de ser yo el dueño). La misericordia es que su grandeza no humilla sino que me eleva.
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