Al mismo tiempo no dejo de reconocer un lado B
de este camino. La evolución a menudo da cuenta de lo involucionados que fuimos.
Pienso, en concreto, en ciertos rasgos que otros pudieron padecer y que hoy me
avergüenzan aun cuando no estén del todo superados. Soy también un pecador. Me
avergüenzan esas peleas dadas en nombre de cierta moral. Me avergüenzan mis rigideces
atentas a detalles que en realidad no hacían al todo. Me avergüenza que mi
inclinación a los ideales haya contenido alguna alegría. Me avergüenza que cierta
inseguridad haya acallado una palabra o frenado un gesto; más aun cuando lo
esperaban. Soy objeto de la misericordia de Dios.
Entre ambas orillas, muchas personas que
estuvieron y me tuvieron paciencia ¿Quién conoció lo mejor versión de mí mismo?
¿Mi familia? ¿Mis amigos del colegio? ¿Compañeros de misión? ¿Amigos de la UCA,
del Gobierno o del colegio? ¿Amigos de apostolados? ¿Hermanos de comunidad? ¿Compañeros
de curso? Sólo Dios sabe. Quiero invitarlos a descubrirnos ante la verdad y el
misterio de cada uno revelado ante la verdad y el misterio de Dios. Él que me
conoce me llama. Él que me llama me hace sacerdote. No saben la paz que (me) da
tomar conciencia de esta realidad.
La ordenación trae consigo un carnaval de
celebración. Sólo se sostiene (y me sostiene) en la memoria de que esto me
trasciende. Después de la ordenación habrá unos choris para todo el mundo. Vengan
por el chori y la coca. Al día siguiente presidiré mi primera misa. Para
aportar a la confusión y desconcierto general, este Padre de Schoenstatt que vive
en la Parroquia Nuestra Señora de la Candelaria de la arquidiócesis de Buenos
Aires, celebrará la primera misa en el patio del Colegio del Salvador. En
aquellos tutelares muros, rodeado de compañeros de mi edad feliz se inició este
camino que antes de ser una vocación religiosa es una vocación humana: ser
hombre con y para los demás. De paso aprovecharé ese desconcierto para decir
algo fundamental que me constituye: creo en un Jesús que supera toda clasificación,
estructuración u organización humana. Y yo soy de Jesús. Quiero invitarlos a reconocerse
parte sin importar en qué parte están.
Finalmente, quiero invitarlos a que sigan
siendo parte de mi camino. Camino con ustedes, cuenten conmigo. En la teología
del orden leí un buen libro de un tal Greshake para completar las (pésimas)
clases. Él hablaba del sacerdote como representante de Dios. Representante es
más hacer presente a Dios que hacerse mediador de Dios; ser signo de
Dios más que ponerse en lugar de Dios. Pensando en lo que viene después
de la ordenación me emociona mucho pensar en la posibilidad de celebrar la misa
con ustedes. Ahí hacer presente a Jesús, regalarnos un espacio de comunión
donde ese mismo Jesús me envíe. Quiero invitarlos a estar-con Él.
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