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Quiero invitarlos


Este sábado 30 de octubre a las 11, en Florencio Varela será mi ordenación sacerdotal. En el décimo año desde el inicio de mi formación, de mi camino, llega el día más esperado. Me han escuchado hablar del llamado, de distintos momentos de mi camino y de lo que esto fue generando en mí. Bueno, en realidad todo queda bastante sujeto al día de mi ordenación. La ordenación es el epicentro del terremoto de mi vida. Es el núcleo fundamental de mi mundo. Llega a lo profundo de mi ser, pero repercute hasta las dimensiones más superfluas de mi existencia. Ya está pasando. En términos metafísicos se dice que hay un cambio en mi ser. Quiero invitarlos a ser testigos de este milagro.

Sin embargo, admito que lo que más me sorprende y lo que más motiva la invitación no es tanto lo que pasa conmigo, sino lo que Dios hace en mí. Ad puertas de la ordenación reconozco que este camino fue sacando lo mejor de mí. Más aun fui descubriendo más bien de lo que mismo que creía que podía dar, que podía ser. Es cierto, hablamos nuestro mejor inglés cuando viajamos a Europa. Soy un agradecido por lo que Dios hace en mí. Eso mismo me invita a confiar en que Dios llevará su obra a buen término. Quiero invitarlos, pues, a que se alegren y se asombren conmigo.

Al mismo tiempo no dejo de reconocer un lado B de este camino. La evolución a menudo da cuenta de lo involucionados que fuimos. Pienso, en concreto, en ciertos rasgos que otros pudieron padecer y que hoy me avergüenzan aun cuando no estén del todo superados. Soy también un pecador. Me avergüenzan esas peleas dadas en nombre de cierta moral. Me avergüenzan mis rigideces atentas a detalles que en realidad no hacían al todo. Me avergüenza que mi inclinación a los ideales haya contenido alguna alegría. Me avergüenza que cierta inseguridad haya acallado una palabra o frenado un gesto; más aun cuando lo esperaban. Soy objeto de la misericordia de Dios.

Entre ambas orillas, muchas personas que estuvieron y me tuvieron paciencia ¿Quién conoció lo mejor versión de mí mismo? ¿Mi familia? ¿Mis amigos del colegio? ¿Compañeros de misión? ¿Amigos de la UCA, del Gobierno o del colegio? ¿Amigos de apostolados? ¿Hermanos de comunidad? ¿Compañeros de curso? Sólo Dios sabe. Quiero invitarlos a descubrirnos ante la verdad y el misterio de cada uno revelado ante la verdad y el misterio de Dios. Él que me conoce me llama. Él que me llama me hace sacerdote. No saben la paz que (me) da tomar conciencia de esta realidad.

La ordenación trae consigo un carnaval de celebración. Sólo se sostiene (y me sostiene) en la memoria de que esto me trasciende. Después de la ordenación habrá unos choris para todo el mundo. Vengan por el chori y la coca. Al día siguiente presidiré mi primera misa. Para aportar a la confusión y desconcierto general, este Padre de Schoenstatt que vive en la Parroquia Nuestra Señora de la Candelaria de la arquidiócesis de Buenos Aires, celebrará la primera misa en el patio del Colegio del Salvador. En aquellos tutelares muros, rodeado de compañeros de mi edad feliz se inició este camino que antes de ser una vocación religiosa es una vocación humana: ser hombre con y para los demás. De paso aprovecharé ese desconcierto para decir algo fundamental que me constituye: creo en un Jesús que supera toda clasificación, estructuración u organización humana. Y yo soy de Jesús. Quiero invitarlos a reconocerse parte sin importar en qué parte están.

Estando en Alemania, en uno de los momentos más duros de mi camino, me acuerdo de tener una conversación con James. A él le decía que tenía temor que tantos sueños, que los deseos tan profundos y tantas cosas lindas que había visto en este camino especialmente a la luz de aquel inolvidable 2017, quedaran truncos. No eran momentos de dudar de Dios, sino de dudar de mí mismo. Como aquél diálogo recuerdo muchísimos momentos compartidos con otros hermanos de comunidad y también en mi soledad de mi oración. “¿Podré?”, a menudo me preguntaba. Tengo claro que la ordenación sacerdotal de ninguna manera es la meta total de mi camino ni asegura el cumplimiento de todos los deseos. Sin embargo, no dejo de verla como una mostración de que Jesús cumple la promesa. Cristo cumple porque suyo es el reino, el poder y la gloria por siempre. Él no me prometió la inmortalidad, sino una vida llena de sentido que me hace feliz. Quiero invitarlos a ser parte del cumplimiento de esta promesa.

Finalmente, quiero invitarlos a que sigan siendo parte de mi camino. Camino con ustedes, cuenten conmigo. En la teología del orden leí un buen libro de un tal Greshake para completar las (pésimas) clases. Él hablaba del sacerdote como representante de Dios. Representante es más hacer presente a Dios que hacerse mediador de Dios; ser signo de Dios más que ponerse en lugar de Dios. Pensando en lo que viene después de la ordenación me emociona mucho pensar en la posibilidad de celebrar la misa con ustedes. Ahí hacer presente a Jesús, regalarnos un espacio de comunión donde ese mismo Jesús me envíe. Quiero invitarlos a estar-con Él.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Tus palabras inspiran! Me encantaría poder ir a compartir la alegría de ese dia tan trascendental y por supuesto del chori jaja, pero los 400 km que separan Floresta de Venado Tuerto realmente resultan un impedimento. No obstante ello, estarás presente en mis oraciones de manera especial. Quedo a la espera del relato sobre como fue tu llamado, tu despertar vocacional. Leer las experiencias de otras personas con Dios me ayuda a buscarlo incansablemente como un Dios vivo, presente en cada instante, que me acompaña y escucha, para que mi fe no quede dormitando en la monotonia de una rutina carente de sentido. Gracias!!!!!!

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