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Coronita

Sentí un poco de vergüenza cuando me di cuenta. De pronto me estaba armando un cuento paralelo. Una realidad imaginaria. La fantasía puede ser un refugio. A la larga, la realidad se impone. Tal vez sea una estrategia para diluir responsabilidades o culpas o como quieran decirlo. Pero veo una amenaza para los cristianos abusar de ese refugio. Teníamos coronita. Pretender conservarla hoy es tan absurdo como ser monarcas en tiempo de república. Como esos cardenales que tienen a cargo una diócesis que en realidad no existe.

El lado positivo de este recalcular es el énfasis en vivir un seguimiento de Jesús más encarnado en este tiempo, en esta cultura, en este mundo. Más encarnado a secas. Si este mundo está atravesado por la pandemia, ¿cómo pretender estar al margen? Hermosa tentación. "Y si buscás un obispo más benévolo", me sugirió alguno. La realidad se impone y te caga a bifes más allá de la benevolencia.

Sentí vergüenza como aquella vez que vi a un ciruja bien abrigado con una campera de Independiente y le tiré un "vamos Rojo". El camperón era hermoso. Era marca Adidas, rojo y detalles azules. Me acuerdo de haberlo visto en una de mis primeras idas a la cancha. "Soy de San Lorenzo", me respondió con cara de nada. A veces el mundo no funciona según nuestra propia lógica.

Mientras caminaba por Parque Las Heras me interrumpió un vendedor de medias pidiéndome permiso (para entrar en este relato). Un par por 300, por 200. Tres por 500 que estoy empezando el día. "No me chamuyes sé como funciona el negocio porque estudio para cura, te voy a comprar igual." No sé si por mí desconocimiento o si porque estudio para cura, pero terminé comprando dos por 500. "Quédate con las celestes", le dije. Eran muy feas. "Yo creo que Dios está vivo", me despidió junto a un puñado de frases que mostraban un resabio evangélico. Yo asentí.

Precisamente porque era de San Lorenzo (y no de Independiente) y porque Dios está vivo valía la pena romper la ilusión. Salir de ese lugar del centro. De novio y wedding planer. No se puede tirar el centro e ir a cabecear. Me descansa mucho saber que Dios prepara la mejor ordenación para mí. A mí me toca seguirle la pista. Y hacerlo desde la verdad de la realidad. Sin engaños ni engañarme. Como esos dos que parecen caminar lo suficientemente rápido para que nadie pueda reprocharle no estar usando el barbijo, pero que no salieron a correr. Hablan entre ellos haciéndose los lindos.

Enzo Pérez está atajando un partido de la Copa Libertadores. Y River terminó ganando dos a uno. Hablan de épica, pero no de coronita.

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