Ir al contenido principal

Dónde está el resucitado

 “¿Dónde está el Resucitado?”, la señora me preguntó.
No supe responderle más por sorpresa que por equivocación.
No vayan a pensar que la señora no estaba cuerda,
sino que era recta su intención.
Si hay imagen -lindísima- del crucificado,
bien podría haber una imagen del resucitado
¿Podría ver una imagen del resucitado?
No llegué a formularle nada,
pero su preocupación resonó en mi interior.
Con un poco del paso del tiempo y otro poco de oración
quisiera a su inquietud responder hoy.

Vea señora el pasto del campo. No le pido que vaya a la Pampa, alcanza un pedazo del jardín. (A menudo lamento ir al Parque Avellaneda menos de lo que quisiera). Vea cómo entre el pasto reseco hay una hierba viva. Se resiste a la muerte de quienes están alrededor o tal vez ya resucitó. Sé poco de jardines, de pastos y de campos, pero algo me dice ese pasto que resiste, que saluda, que sonríe entre tantos reseco ¿Será una herejía decir que ese pasto me habla de la resurrección, es imagen de la resurrección? De la fuerza de la vida, de la persistencia de su amor. No quisiera hablar de árboles o flores porque más se desnudaría mi ignorancia, pero vea usted señora ¿por qué no?

Si algo le sacude de la natural modorra. Si algo le dibuja una sonrisa inexplicable. Si en algo siente admiración. No se quede en la puerta del sepulcro, pase señora esa puerta de la contemplación: ahí verá algo de resurrección. De su quiebre en la historia; que es la mía, la suya, la de la humanidad entera, la de la humanidad que está yendo un poco a los tumbos. No importa el objeto que le despierte esa sorpresa, esa admiración, esa alegría. Importa mucho más el sujeto: un poco vos y un poco Dios. Vivo. No niego que el objeto puede ser también un sujeto y si entonces una persona le despierta esa sorpresa, esa admiración, esa alegría no tengo dudas que ahí está la resurrección. La próxima vez que venga Pancho, la sumaría a usted señora a nuestra mesa en el Club la Floresta.

El otro día señora, pensando un poco en usted y otro poco en Dios, me detuve en unos pájaros. No me pregunte en cuáles. Disculpe, tampoco sé demasiado de pájaros. No lo tome como nada personal, sino como expresión de que usted realmente me hizo meditar. Me impresionó mucho ese andar que es volar. Pájaros que quiebran el estático escenario del ser, del estar. Ponen de manifiesto en su vuelo los distintos planos de la vida y para este proyecto de cura al que le cuesta ver de lejos, le enseñan lo que está acá con lo que está más allá. Ambas realidades no se quiebran, sino que se continúan. El más allá no se ve, pero se intuye. Es donde los pájaros dejan de verse. Es donde la luz del sol obnubila y dan ganas de sostener la mirada más de lo efectivamente posible.  Ahí también hay resurrección.

No quiero ventilar intimidades de lo que escuché, de lo que pude ser testigo, pero a fin de completar mi respuesta permítame señora compartir algo más. Me impresiona mucho ver a personas golpeadas, con heridas profundas que van siendo sanadas por el amor infinito. No es el mío. Es el de Dios. Sanación que no es olvido, hacerse el distraído y mucho menos superación. Es sencillamente resurrección. Tomás descubre al resucitado poniendo el dedo en la llaga. El resucitado es el crucificado. El resucitado quedó herido: un poco en los pies, en las manos, en el costado y en el alma ¿Sabía, señora, que después de los incendios del sur hay gente que está plantando nuevos árboles cuyo crecimiento apenas intuirán? El bosque quemado, es el bosque plantado ¡Resucitó!

Finalmente, no por hacerme el piadoso quisiera hablar de la Comunión. Presencia real de Jesucristo. Mesa de hermanos. Altar de sacrificio. Adoración de hoy. Decía mi -buen- profesor de Eucaristía que Dios se hace presente de mucho modos, y su presencia real se da en la hostia consagrada. Blasfemo atrevimiento o misterio de amor ¡Resurrección! Dios ahí se hace presente. Presente también significa regalo. Todo Dios ahí para mí; y para usted también, señora. Ahí donde entrar en intimidad, donde aprender a mirar, donde saber esperar.  

Por eso, señora, si usted encuentra una imagen capaz de expresar la belleza, la alegría, la irrupción en sorpresa, mi admiración, la esperanza, la emoción… arrodíllese: estará viendo a Dios. Y espero que no considere un atrevimiento que le pida que, si está ahí, salude de mi parte a mis abuelos que ya partieron y a mi hermano James. Si usted está viendo a Dios, es probable que ellos también estén por ahí. Ahí nos veremos, ahí estaremos, ahí seremos. Mientras tanto acá seguimos entre heridos y prodigios, entre ausencias y presencias, entre tanto amor y algo de dolor, buscando como a tientas tocar la resurrección.

Comentarios

TAMBIÉN PUEDE INTERESARTE:

Ahora que somos grandes

Ahora que somos grandes los matrimonios son los de los amigos y el juvenil beso nocturno es un te quiero para siempre. Y la casa de tus padres ya no es la tuya y tampoco la de ella. Porque sencillamente son grandes. Por eso los gastos –que no son menores-, las cuotas, ahorros y opciones. Ahora que somos grandes y ningún éxito personal alcanza para satisfacerse. Porque la vida es más que esa propia satisfacción y son otras personas. Porque siendo grandes los éxitos son con otros. Se responsabiliza por otros, se hace cargo de otros y se compromete por otros. Ahora que somos grandes las enfermedades no son la de nuestros padres y abuelos sino la tuya y la mía. Al punto que la muerte es una posibilidad que impone ser reconocida merodeando por esos puertos como fantasma nocturno o velero viejo que amarra a otros muelles. Ahora que somos grandes al pasado se mide en años que me hablan de ciudades, lugares y hasta países. Los minutos, las horas y los días forman semanas de c

No soy un héroe

El muro de Facebook se llenó de comentarios propios de la exuberante expresividad paraguaya. Días después de la Toma de Túnica, junto a una foto de los novicios recientemente revestidos con la túnica que los identifica como miembros de esta Comunidad de los Padres de Schoenstatt, leí: “ellos son los héroes de la Mater que dejaron familia y amigos para construir el Reino” . Me sorprendió y puede ser que sea fruto de que ahora que estamos grandes ya hay un poco más de realidad y de verdad. Coincidentemente cumplo cinco años de haber recibido esa misma túnica. Recuerdo ese día como uno de los más felices de mi vida. Sin embargo, sin falsa modestia, sería una exageración llamarme héroe. También sería falso decir que dejé familia y a amigos a pocas horas de ir a la casa de mis padres para un festejo familiar. No, no somos héroes. Y tal vez esto sea uno de los puntos más notables e impactantes de la vocación sacerdotal. No, no somos héroes ni tampoco somos mártires. Somos peregrinos a

Francisco, un espejo donde no mirarse

Como si fueran voces de un mismo coro, en esta semana Clarín y La Nación emprendieron el más duro embate contra el Papa Francisco. La razón de fondo parecería ser la no presencia en nuestro territorio. Los argumentos para este posicionamiento fueron al punto más bajo de todo: el supuesto desinterés. Como si se dijera que en realidad nadie quisiera la visita del Papa. Para eso se valieron de fotos sacadas desde lejísimos planos y mucho tiempo antes de una misa en Iquique. También le colgaron la responsabilidad de un sinnúmero de problemas de una Iglesia chilena que desde hace año rumea melancolía y decadencia. Si bien este último punto merece una lectura crítica y detenida, resultaba sorprendente el esfuerzo por unir la figura de Francisco a esta historia negra. No se le discuten las claras palabras -¿lo escucharán?- y tampoco los gestos inequívocos –porque los equívocos suelen interpretarlos de acuerdo a su narrativa elegida-. Es difícil de comprender esta actitud de los dos diarios