¿Carmen o Graciela? En el barrio eran conocidas como las dos
conquistas posibles. Me corrijo: eran para mí dos conquistas posibles. Graciela era más exuberante. Era la chica
linda de su grupo de amigas. En los años en que a uno le gustan más el fútbol e
incluso los autitos que las mujeres, habíamos sabido ser amigos. Familiares
amigos, casas cercanas y lo suficiente para conocernos. La relación fue
madurando en la medida en que fuimos creciendo. Era evidente que ya podía pasar
algo. Así y todo mantuvimos un muy lindo trato. Yo la pasaba muy bien estando
con ella. Era inteligente y me enamoraba lo desafiante. Estar con ella era
siempre estar al límite. Y eso, a los varones nos encanta. Nunca llegó a pasar
nada, pero en mi hermoso mundo de fantasía nos llegamos a casar e incluso a
tener mil hijos. Cuando estaba con ella yo también me sentía mirado. Es que eso
me daba status y me ubicaba en un sitio que mezclaba la admiración, la envidia
y también el poder. No es este el momento de hacer valoraciones morales al
respecto.
Con Carmen era distinto. Ella era
dulce y tierna aun siendo mucho menos linda que Graciela. A mí me gustaba
muchísimo su sonrisa. Esa sonrisa justificaba pasar horas contemplándola. Con
ella no me imaginaba teniendo mil hijos sino pasarme la vida entera
contemplando su sonrisa. Lo más fuerte de ella no era cuando sonreía así en
general sino cuando me sonreía a mí. Eran chispazos en que me descubría
divertido, talentoso, valioso. Era impresionante que esa sola sonrisa motivaba
un modo de proceder distinto. En todas las fiestas en que la veía, después de
saludarla y estar sólo un rato con Carmen me era suficiente para desenvolverme
con más libertad y seguridad. Y ojo, no solamente con ella sino con todos y
todas. Era la fuerza de su mirada capaz de cambiarlo todo.
¿Carmen o Graciela? La disyuntiva
se volvió insoportable con el transcurso de los años. Es que yo me empecé a dar
cuenta que había algún momento en que iba a tener que elegir, pero
inconscientemente iba postergando la decisión ¿Cómo elegir? ¿Debería elegir por
lo que a los ojos normales cerraba más o debía escuchar esa loca melodía
interior que me ponía improductivamente como un estúpido?
El barrio me dio grandes cosas,
pero sobre todo me dio amigos. Y ahí aparece el héroe de esta historia que no
es Graciela ni Carmen y mucho menos yo sino Fabio. Nos hicimos amigos en el
2010 justo en una etapa cuando yo estaba a full con Graciela. Al año siguiente
viajamos juntos y se forjó una amistad entrañable llena de códigos e
inquietudes comunes. Con el transcurrir de la vida eso fue creciendo. Alguna vez lo definí como quien encarna el
sentido y el espíritu de la amistad en su máxima expresión. Por la intimidad,
por la confianza sostenida en un mutuo afecto y en la conciencia de ser regalo
de Dios.
En 2011 yo me decidí por Carmen,
yendo a contramano de lo que venía escribiendo en mi historia. En cierto
sentido es como que el corazón manda. En este tipo de amores y pasiones, elegir uno no
reprime el otro. Por eso, aunque me ponga en el límite de la poligamia o la
infidelidad, mi cabeza no dejó de estar vinculada a Graciela durante mucho
tiempo sin necesidad de tener relación alguna. Sobre todo me pasaba en momentos
en que veía a Graciela más linda que nunca y el jardín del vecino siempre
parece más verde que el propio.
Fabio me ayudó mucho en este
tiempo seguramente sin saberlo. Es que casi como en el mismo momento en que yo
me metí más con Carmen, él empezó a acercarse a Graciela. Para él también fue
una opción de vida fuerte y a contra mano de varios mandatos, pero Graciela le
fue ganando el corazón. Y a diferencia de lo que a mi me pasaba con ella, para
Fabio estar con Graciela no era sinónimo de poder ni de vértigo sino de algo
mucho mayor: de plenitud. Creo que Graciela salió ganando con Fabio.
Nunca lo explicitamos, pero a
esta altura del partido nos conocemos tanto que no hace falta. Por eso Fabio me
comparte intimidades de Graciela, me cuenta de sus encuentros y desencuentros,
me cuenta de sus proyectos a largo plazo, de ilusiones y frustraciones. Yo me
recontra intereso y me entretiene. También me permito opinar y proponer. Él
casi siempre valora mi mirada e incluso tiene la grandeza de consultarme. Esto
me ayuda a mantener viva la pasión y me da mucha tranquilidad desde el
realismo. Si es cierto aquello de que el hombre es pura aperturidad, como diría
creo que Heidegger, parte de mi ser y de mi existencia sigue viva en Fabio y en
su relación con Graciela. Así, hay algo
de mí que sigue vivo en Fabio y al mismo tiempo Fabio vive en mí. Porque no
somos cerrados y porque más que Carmen o Graciela, está la amistad.
La pasión no se extingue y los amores no compiten ni se matan sino que
se comparten. Solamente son amores distintos. Y yo me quedo con Carmen.
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