Yo he visto
a mi Señor en Buenos Aires.
Anda muy de
prisa
y lee Clarin
de parado.
Lo vi desde
niño caminando por Callao
sorprendido
al cinco cuatro dos
y rezando
ante el corazón.
Lo vi
estudiando en el Salvador
conociendo,
haciendo propio
el
mandamiento del amor.
También
dando una mano en las Villas
generoso y
solidario
con los
pibes ladillas.
Lo encontré
claro yendo a misionar:
Antinaco,
Corrientes
y también en
San Blas.
Camina por
Santa Fe cuando Ateneo detiene.
Mira libros,
pregunta precios,
nunca
compra: todo lo tiene.
Doblando en
Riobamba a marcha lenta,
saludando al
linyera
y entrando
al mil cincuenta.
Rezando en
el Santuario sin mucha prosa,
ayuda y guía
la Mater:
Ella no es
celosa.
Comprando
Cristo Hoy a la salida de misa.
Lo vende la
señora sin nombre,
pero
inolvidable sonrisa.
Comparte
comida con cartoneros:
sopa en vaso
de telgopor
y cartón de
plato, pero con fideos.
A la noche
caminado por Madero.
Sin gente ni
estrellas,
queriendo
darse por entero.
Y cada día
durmiendo en casa siempre:
cuarto
ropero, puerta cerrada
en Uruguay
ocho dos nueve.
Ciudad hace
tiempo ya me he ido,
pero a Jesús
no lo he perdido:
Él viene
conmigo.
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