La presente nota continúa una serie de textos titulada: "Chilenos. Apuntes para comprenderlos (y quererlos)" a través de las cuales busco meterme en la cultura chilena.
Cuando hace unas semanas les mostré mis primeros apuntes a algunos amigos de diversas nacionalidades recibí varios comentarios no siempre elogiosos y un estímulo a empezar por acá haciendo una precisión ¿Quiénes son los chilenos? (…) Mi objeto de estudio será construido. Por eso mismo puede ser que deje de hablar de los chilenos y empiece a hablar de los cientos o miles con los que me he topado desde que vivo de este lado de la Cordillera (…) La pregunta acerca de quiénes son chilenos no solamente me inquieta a mí: (…) el ser chileno es uno de los máximos valores que sienten los chilenos. Esto tiene manifestaciones cotidianas en donde nada de lo auténticamente chileno puede ser puesto en crítica: ni la música, ni los asados, ni los paisajes, ni el fútbol y mucho menos la economía. Si es totalmente chileno es bueno. Con esta actitud no hay soberbia -a pesar de que por momentos pueda parecerse- sino patriotismo.
El universal
chileno abarca personas tan distintas como el morocho de Arica y el
descendiente de alemanes de Temuco ¿Son todos realmente chilenos? Seguramente
si uno debiera indagar en el documento la respuesta sería afirmativa, pero en
el sentir popular hay chilenos y chilenos. (…)El Mercurio cuando destina
enormes páginas a la Vida Social de la aristocracia chilena. Ahí no solamente
se muestran los actos de beneficencia o culturales en que ellos participan,
sino que ahí se construye la chilenidad. (…)
Chile ha crecido
de manera notable en los últimos años, pero no ha logrado hacerlo de manera
equitativa. Así da toda la sensación que el desarrollo máximo no ha bajado de
la cota mil. De esta manera, mientras algunos barrios se autodenominan
Sanhattan (en alusión al claro parecido de unos barrios de Santiago con la Gran
Manzana, según dicen entendidos) otros continúan encimados en las viviendas
sociales de antaño. El hábitat marca desarrollos disparejos en uno y en otro
sector. (…)Esta diversidad tiene en Santiago un rasgo más preocupante. Es el
hecho de la nula comunicación e intercambio social. Es decir que quienes viven
en los barrios altos no tienen necesidad de si quiera encontrarse con quienes
viven en los barrios bajos. Al mismo tiempo los habitantes de los barrios bajos
solamente entran en contacto con los barrios altos por cuestiones laborales.
Esto se da porque los lugares de esparcimiento son separados, los centros
comerciales, los colegios, las universidades son separados e incluso,
lastimosamente, las iglesias son separadas. (…)
Con todo esto los
chilenos se van agrupando en guetos que dan seguridad y construyen una
identidad que no necesariamente es universal. En pos de esa seguridad hay
mecanismos –más o menos explicitados- para asegurar esa separación. En primer
lugar es muy difícil que los matrimonios sean mezclando apellidos de distinta
cantidad de sílabas. Así me explicó un amigo: “la cantidad de sílabas que tiene un apellido indica el nivel social
que tradicionalmente ha tenido la familia: los más rascas tienen dos y los más
destacados llegan hasta cuatro o cinco. La excepción a esta regla es que los
apellidos monosílabos les ganan a todos”. (…)Pienso yo que la separación
que hay en Chile no es tan grave en niveles de desigualdad económica, como sí
lo es en materia de intercambio social. En esto tengo la esperanza que la
Iglesia pueda ser garante del intercambio de necesidades y riquezas entre los
distintos sectores sociales que conforman el universal chilenos. De lo
contrario el riesgo de escisión es concreto. (…)
A los chilenos
les cuesta reconocerse sudamericanos. Tienen un discurso y una mirada de la
realidad como si fueran una porción de Noruega que quedó a la deriva y se
estancó junto a la Argentina. (…)Lastimosamente Chile vive acompañado de la
nostalgia de no poder ser inglés, noruego u holandés. (…) Quisiera destacar que no hablo de resignación
por no ser europeo si no de nostalgia. Es decir que todavía se cree que es
posible ser más europeo que americano. Para sostener esta insólita tesis se
vale de cualquier argumento. Como por ejemplo cuando el diario El Mercurio el
18 de marzo de 2015 dedicó media hoja de la sección principal a un estudio que
tituló “El chileno promedio tiene casi
igual proporción de genes indígenas y europeos”. Junto a eso se aclaraba en
una segunda línea que “el 99% de la
población local tiene algún ancestro nativo”
Complejizando aun
más el universal chilenos, hay que indagar en un nuevo fenómeno que acompaña la
prosperidad económica: la inmigración. (…)La inmigración es un fenómeno
relativamente nuevo que no ha encontrado bien parado a los chilenos. Ante mis
dudas de esto un profesor me explicó al respecto: “el chileno no es acogedor sino que te recibe y es acogedor por miedo
al distinto y porque quiere que seas como él es”. (…)En el colectivo
imaginario se piensa que los inmigrantes son peruanitos que vienen a buscar
suerte o en su defecto terminarán trabajando con la droga. Lejísimos de eso los
datos de la encuesta Casen revelan que en el 2006 del total de los encuestados
extranjeros el 44% poseía por lo menos un año de estudios superiores lo cual
duplica lo que ocurre con la población nacida en este país donde sólo el 17,8%
ha tenido esa oportunidad (…)La complejidad del tema da para mucho más, pero
una vez más se percibe que en lugar de ver esto como un problema se debería
considerar una solución a la luz de lo que la historia enseña recordando la
gran contribución de las colonias extranjeras al desarrollo del país.
Finalmente hay
que detenerse en la valoración que se hace sobre los pueblos originarios de
Chile. (…)Un primer acercamiento surge del buscador de noticias de google. Ahí
la palabra mapuches está
estrechamente ligada a palabras con un alto nivel de conflictividad. Los
mapuches son noticia por los cortes de ruta, por los incendios voluntarios, por
la violencia, por los robos y los crímenes. Desde aquí se hace muy complejo
detenerse a pensar en la legitimidad de sus reclamos que mantienen desde hace
años.
En fin queda
claro que hay chilenos y chilenos y que el desafío no está en alcanzar un
perfil uniformado de lo que significa ser chileno sino lograr una identidad tan
diversa que pueda llamar chileno a muchos más.
Más entregas: Un argentino mirando a los chilenos // Viaje al centro de la Tierra (en Metro) // Del Arturo al Alexis, el camino de buscar
ídolos propios. // Una hermenéutica chilena. // Tierra de santos. // Valores y
contravalores chilenos. // Límites geográficos e identidad cultural. // La Pascua chilena. //¿Por qué son así? // ¿Por qué no nos
quieren? //
Comentarios