Mirar desde
la alegría
En la celebración del
año nuevo entre todas las comunidades, en la centenaria escuela de General
Campos, el p. Facu terminaba sus palabras con un acto de sinceridad y casi una
declaración de principios: afirmar no tener idea qué es la alegría. Lo que en
su momento fue simpático, para mí termina siendo una clave de interpretación de
MTA. Es sabido, MTA -y mi MTA- puede leerse desde distintas ópticas. Yo elijo
esta de la alegría. Así es posible compartir MTA desde las distintas alegrías
que viví y -especialmente en mi nuevo lugar de seminarista- pude ser testigo.
Mirar desde la
alegría puede ser un poco chocante para fenómenos religiosos de este calibre. A
menudo me da la sensación que hablar de la alegría es visto como una
superficialidad. Desde distintas tribunas conservadoras me dirán que el vínculo
con Dios no se sostiene desde la alegría sino desde el compromiso, la doctrina,
la búsqueda de verdad y la responsabilidad. Los conozco. Yo también alguna vez
vi partidos sentado en esa platea. Por eso empiezo este repaso misionero reconociendo
que mirar desde la alegría es una
revolución. Seguramente una pequeña revolución; pero revolución al fin.
Y si el desarrollo de
esto se vuelve largo y algo latoso ya
con estos dos primeros párrafos queda una enseñanza de MTA y de vida: aprender
a hacer el ejercicio de mirar desde la alegría.
La alegría de la reconciliación

Para mí la alegría de
la reconciliación es equivalente a lo que siento cada vez que vuelvo a Callao
542. Ahí pude estar-con tantos desde 1993 hasta 2004 como alumno. Cada vez que
vuelvo me siento en casa. Me recuerda quién soy, me siento cómodo y contenido
aun cuando el año que pasó se cumplieron diez desde el Adios Reina del Cielo. Es que la
alegría de reconciliarse al final de cuenta es la alegría de volver a ser; que
en términos heideggerianos sería volver al Ser.
La alegría de buscar

Reconozco
y admito que esa búsqueda muchas veces conflictúa y hasta molesta. Como mínimo
desconcierta. Es el desconcierto del pibe que pasó de tener uniforme para
vestirse de lunes a viernes y colegio a dónde ir al que ahora tiene que elegir
qué ponerse, qué estudiar, qué trabajar, cómo rezar, cómo pololear, qué familia quiere formar. Es el desconcierto de la vida
que nos empuja de las falsas seguridades que nos dan ciertas fórmulas que
acallan conciencias y nos recuerdan que al final de cuentas seguir a Jesús no
es asumir un seguro contra todo riesgo sino asumir la buena aventura del Reino.
Buscar
inquieta y nos recuerda que estamos vivos. Por eso mismo MTA alegra el corazón.
La alegría de la vocación.
Y una
vocación en comunidad. En términos organizacionales es la alegría de trabajar
en equipo. En palabras de un hermano de curso que ahora sencillamente es amigo
es como hermanos soñar. Y soñar con
este 2015 que quiere coronarse con
nueva y buena gente; y con el dos mil veinti no se cuánto viviendo una misión con tutti y con tute mientras sigo
aprendiendo de la sencilla brillantez de uno ya ordenado y otro un poco más desordenado es responsable de que yo
esté escribiendo con y de la alegría.
Experimento
el llamado que Dios me hizo al sacerdocio como un regalo inmensurable y fruto
de su absoluta misericordia. Siendo honesto esto se hace menos visible en el
estudio del poema de Parménides o en el obsesivo cuidado del autorreferencialismo comunitario y es
más evidente cuando se da a los demás, cuando se comparte, cuando se vive en
MTA. Como me ayudó a formular un amigo y misionero: misionar siendo seminarista
te da un plus.
La
alegría de la vocación no es la alegría de brillar ni de estar en el centro sino
es la alegría del pesebre: de ver que entre la paja y los animales Dios se hace
presente. Y cuando no se ve, ayudar para que así sea. En la mía. En la de los
misioneros. En la de los generalcampesinos
o como se diga. Y cuando se hace presente queda claro que los muros están para
ser superados. Así, la experiencia del Tabor que es la vocación tiene sentido
cuando somos aliados en el mundo.
La alegría
de encontrarse en Jesús

Con este tipo de
experiencias superamos la anacrónica -aunque paradójicamente siempre vigente-
discusión misión vs. retiros o vida vs. formación o alegría vs. doctrina porque
pone en el centro el encuentro con Jesús. Y cuando Jesús queda en el centro
nosotros quedamos descentrados y todo se ordena en torno al sol de Cristo que
brilla desde lo alto de cada hermano. Y ahí somos uno en Cristo. Como
dijo algún experimentado misionero, de esos que siguen misionando como la
primera vez, MTA es la Galilea donde una
y otra vez vuelvo para encontrarme con Jesús y ponerlo a Él en centro.
Y con esto me
detengo. Porque Zárraga me enseñó que el chiste de la fenomenología no es describir
con detalle sino dar pinceladas. Y con estas pinceladas escribir MTA.
Comentarios