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El milagro de Puente Alto

- Tío, ¿tu crees que los milagros existen?

- No se, pero hay cosas que son difíciles de explicarse y ahí es más fácil ponerle título de milagro que andar buscándole razones a lo inexplicable. Hay cosas, fenómenos que son tan potentes en sí mismo que sería al pedo buscar fundamentos que terminen diciéndonos eso mismo: "esto es difícil de explicar".


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Conocí Puente Alto a finales del mes de marzo de 2014 aunque a decir verdad ya venía escuchando de esto mucho antes. Puente Alto es un lugar, una localidad de Santiago de Chile y al mismo tiempo un fenómeno de nuestra comunidad. El lugar podría ser, por la plaza, un barrio de Once hecho a escala. Para los que no tienen el privilegio de haber conocido ese barrio porteño consiguiendo buenos precios o acompañando madres comprando géneros, puedo decir que también se parece a San Lorenzo en Paraguay: mucha gente, desorden, colectivos varios, manteros y la sensación de que uno podría hacerse muy amigo de cualquiera de los que está por ahí. Puente Alto está siendo tapa de diarios porque habían prometido darles un hospital y ahora parece ser que que el proyecto es sólo una sala de primeros auxilios (cualquier similitud con el "hospital" de Lugano, ¿es mera coincidencia?). También es conocido en la tele porque hay una serie que se desarrolla ahí y parece que estigmatiza un poco a los vecinos de esa comuna. No se, yo nunca la vi. En Puente Alto se da un hecho político singular y es el gobierno de la derecha en un sector popular. Algunos aducen a que es gracia a un tal Ossandon que yo no conozco (en realidad sólo conozco a su hijo a quien "saludé" en un partido de fútbol). El acceso a Puente Alto es tan fácil y eficiente como es a cualquier lugar de esta ciudad.
Aquella primera vez en que había ido, fui acompañado de Palen y a la espera de un milagro. Interiormente él había tomado la decisión de dejar la comunidad y yo esperaba que una vivencia potente en este lugar le hiciera repensar su decisión antes de que lo hiciera público. Tal vez por eso aprovechamos para visitar distintos apostolado a lo largo de la tarde. A los dos nos entusiasmó muchísimo, pero a él no lo suficiente para repensar su decisión. No hubo milagro y una semana más tarde Palen pegaba la vuelta.

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La segunda venida fue menos espectacular. De alguna manera ya se sabía, lo estábamos esperando con más cansancio que entusiasmo. Estábamos entre varios compañeros (perdón por el peronilismo) combinando micros y metros. Así llegamos. Con un andar distraído que suelo simular cuando en realidad quiero que no me jodan y que me permite estar ahí sin que efectivamente me joda, escuchaba el diálogo de uno de los nuestros con el Aldo (aquí como en el conurbano bonaerense todos los nombres se anteceden con un artículo). Por lo que escuchaba y mi imaginación completaba, supongo que el Aldo es uno de los referentes de ese barrio de Puente Alto. Su carácter de referente lo llevó a viajar a otros países y a calzarse el cartel de exitoso. Aparentemente eso se plica en su relación con las mujeres. No entendí muy bien por qué, pero parece que ahora el Aldo ha caído en desgracia. EN el barrio hablar de él y parece que sufre lo peor del ser humano: el desamor.
"¿Sabes lo que pasa? Cuando andas bien vas pateando los problemas para más adelante y piensas que podi solucionar todo solo. Con esta cabra me pasó lo mismo hasta que llegué a un punto en que tuve que tomar la decisión. No es fácil dejarla, es mi familia y son como veinte años, pero tenía que ser honesto conmigo mismo y con ella... y pato yañes para todo lo que me digan los demás."
El Aldo se sentía compungido. De verdad le costaba tomar esa decisión y de verdad quería lo mejor para todos más allá de estar generando una mancha al barrio entero.
"Esto me pasa por ahuevonado, por haber descuidado ese primer amor." Era la explicación que le daba a cualquiera que le preguntara razones o fundamentos en un tono culposo y de legado universal.

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La pretensión de revivir la Última Cena ya me enchufó por completo en lo que serían esos días de misión. Una lectura del Evangelio, un canto y la bendición dieron inicio a una cena protagonizada por unos mabélicos fideos hechos por Cristián. Nuestra versión de la Última Cena fue mucho más ágil, supongo, que la original. Por eso pocos minutos más tardes tuvimos la misa de lava pies (como le dicen acá no al videt sinmo al lavatorio de pies). Presidía un sacerdote con cara de feliz cumpleaños. Lo acompañaba un coro local y popular de esos que cantan canciones menos elaboradas, pero más conocidas y con una sobreabundancia de la palabra amor. A veces pienso que no hay teólogos como nuestro pueblo: saben ir al primer amor sin tanto barullo intelectual.
La noche siguió con otro rato de oración con intensidad unum que incluyó el traslado desde nuestra capilla hasta el monumento. Queríamos estar-con Jesús en Getsemaní. Alguno se pudo meter demasiado en la escena y también durmió. Nosotros tenemos una ventaja: ya sabemos cómo termina la historia ¿Sabemos? ¿Lo recordamos? ¿Lo anunciamos?

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Anoche vimos "I am Sam". Yo la había visto en el cine cuando salió, pero no me la acordaba tanto. Mi hermano Alejandro siempre dice que es de sus mejores películas que vio en el cine; y eso que en ese entonces no era el papá de Jacinta. Tal vez por eso la volví a ver: mi hermano Alejandro es un referente en mi vida y en materia cinematográfica sabe mucho más que yo. La vi empezada y sabía cómo terminaba la historia. Igual no pude evitar llorar como un hombre. Lo bueno de saber cómo termina la historia es que uno puede entender y aceptar todo como camino hacia ese final.
Algo así me pasó en Semana Santa y procuramos anunciar: que arda nuestro corazón por saber cómo termina la historia, por acompañar a Jesús en el camino, porque la Resurrección rompe el equilibrio de la lucha entre el bien y el mal haciendo que el bien gane por goleada cual Independiente contra Racing. Y por eso mismo que arda nuestro corazón por saber cómo termina la historia, por acompañar a Jesús... Creo que tal vez el gran mensaje personal es que Jesús no suprime el mal sino que nos regala una vida plena incluso sobrellevando eso. Es la mirada posible sobre la realidad deificada donde Dios no es las casos sino que es trascendente en las cosas, en todas las cosas y a pesar de todas las cosas (y con esto no se si Zubiri se sentiría orgulloso de mi por incluirlo o si se retuerce en la tumba en la que creo que está muerto). Dicho sencillo, es el anuncio de que Jesús está-con nosotros, apasiona nuestro corazón y desde ahí da sentido a todo.
Admito que estas han sido elaboraciones posteriores y que cuando en el via crucis o contemplaba la bendición de estaciones con una cercanía, un cariño y una amistad que quisiera tener el día de mañana o cuando me baja el termo de mate en casa de una familia o cuando veía al padre en la feria revestido regalando bendiciones o cuando armaba el mural con los jóvenes, no lo tenía tan presente y "solo" me emocionaba caleta.

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Uno de mis temores o grandes preguntas es si podré anunciar, compartir y vivir el mensaje de Jesús y la Alianza ¿Sabrán todos de mi alegría? ¿Sabrán todos del ardor de mi corazón? No pocas veces esto me cuestiona y especialmente cuando me enfrento con mi debilidad que "hacen frente al amor de Dios". La llegada a Chile ha sido generosa en ese planteo. Pienso, además, que si de verdad no puedo debería volver a promocionar el uso de la bicicleta como medio de transporte saludable, ecológico y económico como lo venía haciendo.
El saber cómo termina la historia y el revivirlo me metió en esta dinámica superadora. Es saber que todas las muertes -las propias y las ajenas- esperan ser liberadas, superadas y, permítanme la palabra, "resurreccionadas".
La misión habló fuerte en ese sentido. No fue un directo "vos vas a poder", lo cual le quitaría misterio a la propia vida, sino que fue un "se puede". Se puede dar testimonio de esto. Como Iglesia se puede anunciar este mensaje. Como sacerdote se puede vivir una vida apasionada, alegre y hasta también creíble. Se puede golpear juntos y se puede construir juntos. Se puede unir y se puede enviar. Se puede ser alianza. Se puede alegrar la existencia ¡Dónde está el milagro? En haber dado juntos ese paso que es testimonio. Aunque sea por esa Semana Santa es el paso de abandonar la propia trinchera para salir al encuentro, para ser puente. El milagro es que se puede.
Especialmente en la Vigilia Pascual me pareció ver mucho más cerca la Iglesia que el Papa Francisco nos convoca a construir. Al menos en la Vigilia Pascual salismo, hicimos lio, fuimos pobres. En lo personal esto me sacudió el corazón: esa Iglesia tan lejana de golpe la teníamos en nuestras narices. Esa Alianza que tanto nos hace hablar porque nos ganó el corazón estaba bien vivida y puesta al servicio de la Iglesia, la familia y el mundo.

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- Tío, ¿alguien se acordará de los milagros que llevaron a Juan Pablo II a la santidad? ¡y de los que Juan XXIII no los necesitó? Yo creo que no...
- Porque al final en la vida no importan tanto los títulos o categorías sino subrayar, admirar y agradecer estos fenómenos tan potentes que nos muestran algo de Dios.

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