"No se es cristiano por una decisión ética
o una grande idea,
sino por el encuentro..." Benedicto XVI
Hay
decisiones que se desprenden de una reflexión o de un razonamiento. Son
decisiones, como aprendimos en estos días con el p. Oscar Saldivar, razonables.
Otras no tienen nada de eso y son las decisiones más impulsivas, más afectadas
por los sentimientos, por el corazón. Yo creo que las grandes decisiones de la
vida mezclan las dos en partes parecidas. Tal vez sea porque las grandes
decisiones de vida envuelven a la persona entera. Pienso, por ejemplo, en la
decisión de entrar a la vida consagrada. La vocación tiene mucho de eso y la
decisión que responde a eso más aún.
Esto fue solo
el primer capítulo, porque como se dijo, las grandes decisiones de vida no son
solamente de la razón. Así me ocurrió con Olimpia. Hubo un momento en que nos
encontramos, nos miramos, me salieron lágrimas en los ojos y nos juramos amor
eterno. Desde ese día la decisión tomó categoría de decisión de vida. Por eso
la alegría se comparte con los de siempre, obvio que Palen, y con muchos más.
En este caso fueron muchísimos más, decenas de miles congregados en un mismo
estadio, por una misma decisión renovada que había calado en el corazón. No se
da en el aire sino en la fuerza del encuentro. Fue un 3 de julio de 2013.
Olimpia con más ganas que fútbol llegaba a semifinal de la Copa Libertadores –el
mejor torneo del mundo- contra un ignoto Independiente de Santa Fe cuyo abanderado
era el aún más ignoto “Bocha” Pérez. Por gentileza de Enzo conseguimos entradas
en preferencia. Llegamos sobre la hora y me encontré con un defensores colmado
que practicaba con cartulinas un recibimiento impactante. Participamos de los
ensayos aunque también nos permitíamos contemplar el espectáculo. Salieron los
jugadores a la cancha y ahí algo me pasó. Ni contarles cuando empezó el
partido. Me vi totalmente involucrado. Por eso fue obvio que al llegar los
goles nos abrazáramos los cuatro: Palen, su viejo y su hermano. El triunfo
final me emocionó. Una foto, esta foto, inmortalizó el momento. En medio una
sensación nueva: “¡la pucha soy de Olimpia de verdad!” No hizo falta que Enzo
hiciera su gol en los pocos minutos que jugó y no consiguió por una tremenda
intervención del arquero. Había otra cosa menos razonable. La decisión estaba
tomada.
Como cuando
el p. Juan Pablo me dijo que había sido aceptado, un mismo “¡la pucha!” y la
confirmación de que las decisiones de vida no se toman por una decisión ética o
moral sino por la experiencia de un encuentro. Y a mi ese encuentro me cambió
la vida.
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