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De los nuestros.

Un lugar común es... hablar de la sencillez de Francisco

Unos meses atrás cuando atravesaba el arduo tercer trimestre del noviciado cerrado Martín Candia (me) compartió un texto de otro grande y me trajo tan buen sabor interior que por eso lo recuerdo y me ayuda a poner en palabras mucho de lo que Francisco  está inspirando en mí. El texto era de Sachieri y era uno de los tantos que escribe para la Revista El Gráfico. Ahí, con su particular estilo, criticaba los festejos desmedidos de fútbol al hacer un gol. No le gustaba que se preparen coreografías, se usen máscaras ni mensajes especiales. Decía que ese tipo de cosas marcaba un abismo con lo que ocurre en las pichangas de los barrios y así se perdía la ilusión de que el jugador que defiende mis colores sesa parecido a mi.
Tal vez a alguno le puede parecer un cacho tirado de los pelos, pero eso mismo me pasa y me pasaba con el Papa; dando un paso de riesgo más, con la Iglesia, movimientos y comunidades.
Desde los primeros momentos de su pontificado, el nuevo Papa se ha esmerado en tener signos y gestos que derrochan sencillez, simpleza y hasta humanidad. Sin miedo a repetirme vale destacar algunos de ellos. El primero fue el nombre. Elige el nombre de un santo que no había sido elegido hasta el momento; un santo que es imposible que caiga mal; un santo que es reformador, de esos santos que molestaron y todavía molestan; un santo que –vale subrayar como gestos de universalidad- no es precisamente un jesuita. El segundo gran signo fue su aparición pública vestido solamente de sotana: no se agrega otras vestimentas que hasta le “corresponderían”. Incluso usa la estola solamente para dar la bendición: es plenamente hombre. De todos los gestos hubo uno que más me gustó y hasta logró emocionarme: el instante en que se agacha para pedir la bendición y la oración del pueblo. Con ese simple gesto rompe toda diferencia y nos recuerda que el pueblo y su pastor tienen la misma dignidad: la de ser hijos de Dios. Los días siguientes estuvieron cargadas de anécdotas personales y colectivas que hablaron de lo mismo: junto a los cardenales viaja en ómnibus, saluda de beso y abraza, paga la cuenta del hotel con gestos de cercanía hacia los empleados, rompe el protocolo una y mil veces, se despide personalmente hasta del canillita y la lista podría seguir.
Muchos se han esforzado en subrayar que esos mismos gestos los tiene desde su época de Arzobispo de Buenos Aires e incluso antes también. Para los sectores populares el impulso de los “curas villeros” ha sido una clave. Para los sectores jerárquicos su rol en Aparecida y su coherencia en la relación con el Gobierno ha sido la otra cara de la misma moneda: su compromiso con todos y con todo.
Todos los datos hasta aquí compartidos, y tantos más que hemos escuchado, generan sorpresa por la normalidad de las acciones del Papa, de un Papa. Tanto énfasis se hace en esto que por momentos me da miedo que perdamos el eje de la mirada. Es que tales signos no tienen un gran valor en sí mismo ¿Cuál es el mérito de viajar en colectivo? De mi paso por la Ciudad recuerdo una cifra que ridiculiza esa intención de sobrevalorar ese hecho: el 70% de los “vecinos” se mueve de igual forma ¿Cuál es el mérito de comprar el diario personalmente? ¿Acaso no es esa la forma en que llegamos al diario aquellos que no tenemos pantallas para leerlos? ¿Cuál es el valor de sumarse a una ronda de mate? Justamente pocas actividades son tan abiertamente sociales como el mate. Queda corto quedarnos en eso anecdótico. Sería un pecado de miopía, aun cuando queramos subrayar que quien actúa así es el Papa. El mensaje más importante y más lindo –con la amplitud vibrante de esta palabra- no está en lo social, en lo político ni en lo ideológico ¡Con qué frecuencia vinculamos lo religioso con esos campos! ¡Con qué frecuencia unimos el ser cristiano con un catálogo de haceres!
Lo magnífico del mensaje de este conjunto de acciones del Papa es que nos invitan a ver de un modo distinto a Aquel que lo eligió. Gracias a esas acciones nos revela un “nuevo” Cristo, un nuevo sacerdocio. Es más cercano. Es más comprometido. Es más sencillo. El Papa nos enseña que Jesús no está en el protocolo, en las formas o en las normas. Lejos de eso queda y pone en evidencia  un rostro distinto de Dios, de Jesús y de la Iglesia que si tuviera que resumir en una palabra podría ser cercano. Eso mismo caracterizó la misión o el sacerdocio de Cristo. Una y otra vez el Evangelio nos lo muestra compartiendo, haciéndose parte o como decimos mucho entre nosotros: “haciéndose uno”. Jesús se involucra, se acerca, sale al encuentro, toca, besa llora. Sí, como el Papa. Por momentos tengo la sensación de que nos olvidamos de que Jesús es plenamente humano. Y que a nosotros nos hace humanos. Los primeros días del papado han puesto el acento en ese lugar: en mostrar su humanidad y de esta manera también la humanidad de Cristo. Quedarse con lo demás es una simplificación ideológica aberrante y superficial.
Agradezcamos que sea tan humano como nosotros y que desde ahí nos valore y nos de una dignidad superior. Es revolucionario estar teniendo experiencia de que sea de los nuestros. También agradezcámosle y recemos por el nuevo Papa.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Excelente Juancho! Comparto 100%.
Todavía me acuerdo de tu REcen por mi!!! Como te extraño. Abrazo
Ale.-
Juan Cruz Gaggero ha dicho que…
Que Alegría Padre Juan!!!! Fue todo muy emocionante, esta muestra de humildad y sencillez son una forma más de enseñarnos un CRISTO EN LO COTIDIANO.Es un gran regalo de Dios,para el mundo!!!!!!!!! Basta de tanto tratados de Teología y más evangelio todos los días. Muchos gestos que valen millones de palabras.
Gracias por la carta Padre realmente te felicito por todo lo que estás viviendo y sintiendo, desde estos,lugares te deseo todo lo mejor que DIOS Y LA MATER te colmen de bendiciones Y Vayamos a anunciar con pasión a Jesús!!!! con alegría y mucha Esperanza, te mando un fuerte abrazo del Alma!!!!! rezamos por vos y vos por nosotros.
AMDG,
Parra ha dicho que…
Tan humano y tan cercano y a la vez Divino. Así fue y es Cristo y así queremos encarnarlo. Gracias Juan por compartir lo que algunas veces sentimos y no sabemos expresar.

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