Esto de ser arquero me parece
que no tiene ninguna explicación lógica. Sin embargo en uno de los buenos partidos
jugados en el Monumental de Tuparenda, cuando el equipo rival no podía superar
mi férrea defensa me gustó viajar a los orígenes de esta peculiar vocación.
Estando en la escuela primaria
una vez un amigo me preguntó en tono confidente: "¿A vos no te gusta el fútbol
que querés ir al arco?" No recuerdo bien lo que contesté, pero sí tengo
bien presente que mi elección por el arco no es una elección ni por descarte ni
por martirio. Es decir que yo se que podría jugar en otras posiciones (aunque
muchos no digan lo mismo), pero que lo que más me gusta es el arco.
Saber que soy el defensor de los
últimos y a la vez el capaz de emprender los más agresivos ataques me
entusiasma. Tener el centro de atención sólo de a ratos y después poder
disfrutar el fútbol desde adentro es otra cosa que siempre me gustó. También, y
sólo cuando me dejan, poder dar indicaciones y orientar a todo mi equipo lo considero
un muy buen aporte.
Es cierto que para hacer todo
eso uno se tiene que arrastrar bastante, que hay días que pasa frío, que en
otros te pegan donde más te duele. También es cierto que uno como arquero queda
muy expuesto; tanto que si pienso mucho en eso me paralizo: un error mío puede
costar el partido a todo el equipo.
Pensándolo bien entiendo a ese amigo
de la primaria. Ser arquero es bastante original. Y por eso creo que en esto
también, sin ánimo de volverme un obsesivo con el tema, hay mucho de vocación.
***
Abril de 2011 en una bonita
Ciudad Latinoamericana me junto a hablar con mi jefe. Le anuncio con la voz muy
tímida que a fin de mes dejaba el trabajo. Lo particular eran los motivos: abandonaba
el barco amarillo para empezar el largo camino hacia el sacerdocio.
Después de dar mis razones mi
jefe entre sorprendido y ofendido me preguntó: "Juancito, ¿a vos no te gusta
la vida que te vas a hacer cura?" No recuerdo bien lo que le dije
(seguramente una pavada), pero hoy me remonta al diálogo con aquel amigo de la
infancia.
También en este caso mi elección
no es ni por descarte ni por martirio. Yo se bien que podría
3haber seguido con una vida "normal"
y que mi elección responde a un llamado.
Saber que puedo ser defensor de
los últimos y a la vez el iniciador de la gran revolución de Dios; trabajar con
la Familia y con personas individuales; ayudar a la gente, servir a los demás,
para que encuentren el amor, la misericordia y el consuelo de Dios me hace
arder el corazón. Es cierto que para eso uno también debe superar muchas dificultades
y también debe arrastrarse, sufrir golpes en donde más le duele, pasar días de
frío y sequedad. En estos días en que la elección hecha es cuestionada socialmente,
un error mío afecta a muchos. Pero tengo claro que no son méritos, condiciones
ni cálculos lo que me sostienen sino el llamado que Dios hizo desde su amor.
Me deja tranquilo saber que yo
soy el arquero de un equipazo que transpira la camiseta. Y sobre todo que Dios
juega este partido conmigo: no como espectador sino como el capitán de
"mi" equipo.
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