Después del desfile militar de hoy detecté diez historias mínimas, diez lugares comunes que se repiten en eventos de este tipo.
1. Un joven padre agradece la oportunidad de sacar a sus pequeños hijos de su casa; le dura poco. Ni bien llega al lugar se da cuenta de lo estresante que es estar detrás de ellos para que no se pierdan, para que no se crucen, para que no los pisen, para que no…
2. La primera media hora se esfuma en intentos por tener una buena ubicación. Así el pobre espectador va rotando por situaciones bizarras y poco dignas como hacerse pasar por periodista de crónica, apoyarse a una vieja para que la abre paso, saltar cordones, romper plantas y hasta enfrentarse con alguien de seguridad.
3. Aun en desfiles militares un alto porcentaje del tiempo el espectador la pasa mirando colas y espaldas. No vayan a pensar que es porque está re caliente. Nada de eso sino que es la consecuencia lógica de que a cada rato pasen por delante seres humanos que aspiran a llegar a primera fila.
4. Nunca faltan los vendedores de todo. Puede ser un gran evento o un pequeño evento, pero siempre habrá el merchandising de rigor. Gorro, bandera y bincha. Garrapiñada, calentita la garra.
5. Cuando estos desfiles se enmarcan en fechas importantes la lágrima se hace presente. El facho recuerda nostálgico los tiempos de orden y seguridad. El zurdo se acuerda de los compañeros caídos. El niño llora porque se quiere ir. El joven se ilusiona en que vendrán tiempos mejores.
6. Los desfiles militares inflan el pecho. Por momentos se puede pensar que se es una super potencia mundial. Vemos pasar a soldaditos sin parar (el desfile de hoy duró más de dos horas) y todos son presentados como especialistas en… y fundados por… Claro, toda esa ilusión se rompe cuando lo único que se ven son personas y no carros.
7. Pero las bandas militares suenan bien, gustan. Incluso llama la atención que cuando presentaron a la banda de prefectura dijeron que hacían presentaciones privadas. Con el entusiasmo inicial puede pasar que el espectador pase lista a los eventos a los que los podría invitar (¿casamiento con banda militar no da, no?... ¿cantar el himno en el cumpleaños por más de que sea de Bella Vista tampoco parece lógico, no?)
8. Como la formación musical no es una fortaleza de colegios todas las canciones que la banda hace sonar me parecen conocidas. Después de pensar un rato de dónde se conocen la respuesta en muchos casos es inequívoca: ¡esta banda le afanó la música a una canción de cancha!
9. De regreso a los hogares los mayores se la pasarán tarareando algunas musiquitas. Los menores imitarán a los soldaditos marchando. Los padres tendrán que explicar una vez más las diferencias entre los que tienen plumita y los que no; el nombre técnico del arma que colgaban de esos jóvenes.
10. A todos les queda la enorme pregunta de cómo es la vida de todos ellos después del desfile ¿Viven vestidos así? ¿Se irán de joda? ¿El lunes entran a trabajar? ¿Trabajan? ¿Cómo nace el deseo de ser Patricio?
1. Un joven padre agradece la oportunidad de sacar a sus pequeños hijos de su casa; le dura poco. Ni bien llega al lugar se da cuenta de lo estresante que es estar detrás de ellos para que no se pierdan, para que no se crucen, para que no los pisen, para que no…
2. La primera media hora se esfuma en intentos por tener una buena ubicación. Así el pobre espectador va rotando por situaciones bizarras y poco dignas como hacerse pasar por periodista de crónica, apoyarse a una vieja para que la abre paso, saltar cordones, romper plantas y hasta enfrentarse con alguien de seguridad.
3. Aun en desfiles militares un alto porcentaje del tiempo el espectador la pasa mirando colas y espaldas. No vayan a pensar que es porque está re caliente. Nada de eso sino que es la consecuencia lógica de que a cada rato pasen por delante seres humanos que aspiran a llegar a primera fila.
4. Nunca faltan los vendedores de todo. Puede ser un gran evento o un pequeño evento, pero siempre habrá el merchandising de rigor. Gorro, bandera y bincha. Garrapiñada, calentita la garra.
5. Cuando estos desfiles se enmarcan en fechas importantes la lágrima se hace presente. El facho recuerda nostálgico los tiempos de orden y seguridad. El zurdo se acuerda de los compañeros caídos. El niño llora porque se quiere ir. El joven se ilusiona en que vendrán tiempos mejores.
6. Los desfiles militares inflan el pecho. Por momentos se puede pensar que se es una super potencia mundial. Vemos pasar a soldaditos sin parar (el desfile de hoy duró más de dos horas) y todos son presentados como especialistas en… y fundados por… Claro, toda esa ilusión se rompe cuando lo único que se ven son personas y no carros.
7. Pero las bandas militares suenan bien, gustan. Incluso llama la atención que cuando presentaron a la banda de prefectura dijeron que hacían presentaciones privadas. Con el entusiasmo inicial puede pasar que el espectador pase lista a los eventos a los que los podría invitar (¿casamiento con banda militar no da, no?... ¿cantar el himno en el cumpleaños por más de que sea de Bella Vista tampoco parece lógico, no?)
8. Como la formación musical no es una fortaleza de colegios todas las canciones que la banda hace sonar me parecen conocidas. Después de pensar un rato de dónde se conocen la respuesta en muchos casos es inequívoca: ¡esta banda le afanó la música a una canción de cancha!
9. De regreso a los hogares los mayores se la pasarán tarareando algunas musiquitas. Los menores imitarán a los soldaditos marchando. Los padres tendrán que explicar una vez más las diferencias entre los que tienen plumita y los que no; el nombre técnico del arma que colgaban de esos jóvenes.
10. A todos les queda la enorme pregunta de cómo es la vida de todos ellos después del desfile ¿Viven vestidos así? ¿Se irán de joda? ¿El lunes entran a trabajar? ¿Trabajan? ¿Cómo nace el deseo de ser Patricio?
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