Ir al contenido principal

La aventura del sector público

Hace unos años tuve la oportunidad de recorrer en auto una buena porción de la ruta 40. Esta tiene el particular encanto de ser de ripio (hoy ya no tanto). Por este motivo la circulación era lenta, riesgosa y con mucha, muchísima tierra. A lo largo del viaje nosotros mismos decíamos que todo era parte de la aventura. Bueno, en esta semana tuve bastante presente ese tipo de comentarios. Así afronto las enormes complicaciones que tiene trabajar en el sector público. Para mis adentros pienso "es parte de la aventura". A decir verdad nada es tan terrible y en las entrevistas ya me habían contado todo.

Con estas líneas espero disipar las siempre miradas cuestionadoras que sostienen que el sector público está lleno de ñoquis. Ante esto quisiera decirles que estoy trabajando y mucho. Y no sólo eso, sino que las posibilidades de trabajar son infinitas.
Mi trabajo diario se hace en una oficina de 3 metros por 3 metros aproximadamente en el piso 8 del Edificio del Plata (sobre la Av. 9 de Julio) ¿Una vista espectacular? No lo se y soy conciente que no me pagan para tener buena vista sino para trabajar. En ese espacio físico hasta el miércoles había un escritorio donde compartíamos espacio los tres miembros del equipo de comunicación. Como todas las computadoras no entraban usamos los monitores de costado y nos poníamos el teclado sobre las faldas. Mi teclado tiene la letra i un poco dura y el F5 casi borrado porque hay que apretarlo a cada rato para que actualice la conexión a Internet que suele caerse. Atrás quedaron aquellos tiempos en donde mi oficina tenía lugar hasta para un Santuario! Por esas cosas que todavía no logro entender en el día de ayer recibimos tres modernos escritorios que debieron ubicarse estratégicamente para entrar y que cumplen con esa demanda.
Al mediodía almorzamos, pero no hay "hora de almuerzo". Simplemente cada uno va a la SS de T que está a unos 10 metros y calienta ahí la comida en el microondas que nos prestan y sigue con sus tareas mientras se come. Es fundamental llevarse cubiertos, un recipiente para poner agua del dispenser y servilletas ya que esos elementos no están previstos en este lugar. Así fue como gran parte del día martes no pude trabajar porque tenía la tortilla de papa empecinada en no bajar hasta el estómago y quedarse en el camino (situación que pude resolver después de pedir prestado un vaso de telgopor para tomar agua).
Como se imaginarán, después de la comida es clave ir al baño. De a poco estoy pidiéndole a mi cuerpito que se acomode a las nuevas instalaciones. Es que para ir al baño hay que ir al fondo del pasillo y bajar un piso por escalera (discapacitados abstenerse). Una vez ahí se debe cruzar otro pasillo y pechar la puerta del baño que no tiene picaporte, pero sí tiene un escudo de Ferro pintado con aerosol. Una vez dentro del todavía no tuve coraje suficiente para afrontar los hinodoros. Tras hacer mis necesidades me lavo las manos con agua (si es que no está cortada como pasó el día martes y parte del miércoles). Para secarme tengo un buen tramo hasta llegar a mi oficina.
¿El panorama es muy choto? A poco de entrar las secretarias me dieron la bienvenida: "acá todo es fantástico, pero lo importante es empezar a cobrar". Yo traté de no entender, pero después me explicaron: los tiempos del sector público para las contrataciones son especiales y por este motivo pueden pasar tres meses hasta empezar a cobrar. Eso si, en ese momento se paga todo junto.
Y si, todo es parte de la aventura de salir de esos lugares comunes, de esos espacios de comodidad y seguridad en los que muchas veces terminamos transformando nuestros trabajos.

Comentarios

La herida de Paris ha dicho que…
Que nunca pierdas la ilusión de que las cosas pueden mejorar.
Que el Señor te acompañe en esta nueva y fascinante etapa, y que sea esa compañia la que te haga mantener esa ilusión intacta y renovada.

Abrazo.

PD: inodoro (palabra que escrito en cientos de planos) va sin "h".

TAMBIÉN PUEDE INTERESARTE:

Ahora que somos grandes

Ahora que somos grandes los matrimonios son los de los amigos y el juvenil beso nocturno es un te quiero para siempre. Y la casa de tus padres ya no es la tuya y tampoco la de ella. Porque sencillamente son grandes. Por eso los gastos –que no son menores-, las cuotas, ahorros y opciones. Ahora que somos grandes y ningún éxito personal alcanza para satisfacerse. Porque la vida es más que esa propia satisfacción y son otras personas. Porque siendo grandes los éxitos son con otros. Se responsabiliza por otros, se hace cargo de otros y se compromete por otros. Ahora que somos grandes las enfermedades no son la de nuestros padres y abuelos sino la tuya y la mía. Al punto que la muerte es una posibilidad que impone ser reconocida merodeando por esos puertos como fantasma nocturno o velero viejo que amarra a otros muelles. Ahora que somos grandes al pasado se mide en años que me hablan de ciudades, lugares y hasta países. Los minutos, las horas y los días forman semanas de c

No soy un héroe

El muro de Facebook se llenó de comentarios propios de la exuberante expresividad paraguaya. Días después de la Toma de Túnica, junto a una foto de los novicios recientemente revestidos con la túnica que los identifica como miembros de esta Comunidad de los Padres de Schoenstatt, leí: “ellos son los héroes de la Mater que dejaron familia y amigos para construir el Reino” . Me sorprendió y puede ser que sea fruto de que ahora que estamos grandes ya hay un poco más de realidad y de verdad. Coincidentemente cumplo cinco años de haber recibido esa misma túnica. Recuerdo ese día como uno de los más felices de mi vida. Sin embargo, sin falsa modestia, sería una exageración llamarme héroe. También sería falso decir que dejé familia y a amigos a pocas horas de ir a la casa de mis padres para un festejo familiar. No, no somos héroes. Y tal vez esto sea uno de los puntos más notables e impactantes de la vocación sacerdotal. No, no somos héroes ni tampoco somos mártires. Somos peregrinos a

Francisco, un espejo donde no mirarse

Como si fueran voces de un mismo coro, en esta semana Clarín y La Nación emprendieron el más duro embate contra el Papa Francisco. La razón de fondo parecería ser la no presencia en nuestro territorio. Los argumentos para este posicionamiento fueron al punto más bajo de todo: el supuesto desinterés. Como si se dijera que en realidad nadie quisiera la visita del Papa. Para eso se valieron de fotos sacadas desde lejísimos planos y mucho tiempo antes de una misa en Iquique. También le colgaron la responsabilidad de un sinnúmero de problemas de una Iglesia chilena que desde hace año rumea melancolía y decadencia. Si bien este último punto merece una lectura crítica y detenida, resultaba sorprendente el esfuerzo por unir la figura de Francisco a esta historia negra. No se le discuten las claras palabras -¿lo escucharán?- y tampoco los gestos inequívocos –porque los equívocos suelen interpretarlos de acuerdo a su narrativa elegida-. Es difícil de comprender esta actitud de los dos diarios