Un lugar comun es... ante la lluvia todos pensamos lo mismo
Anoche, mientras caminaba hacia el primer rodaje de una misión que promete, me agarró la lluvia. Y ahí nomás la primera pregunta existencia: ¿sigo caminando a paso normal o corro? Entre los que defienden la primera postura están los que no pueden correr y los que son más cerebrales y entonces saben que caminando más lento van a poder elegir el camino menos mojado. Entre los segundos están los que aplicando una lógica cuasi matemática sostienen que a menor tiempo bajo la lluvia, menos probabilidad de mojarnos tendremos. En este caso particular me incliné por la primera opción.
Si no hubiera estado en la calle tendría que haber afrontado otro gran dilema: ¿cuál es la mejor vestimenta para enfrentar los avatares del clima? Están los defensores de taparse hasta donde se puede. Para eso recurren a las botas de goma, impermeable con capucha y paraguas. Otros más valientes le dan el cuerpo a la lluvia con la idea clara de que el mojado los hace más sexis. En mi caso puntual el debate es siempre más puntual: impermeable con o son paraguas. La idea de llevar un trasto más me desalienta y por eso prefiero el impermeable con la cabeza al aire.
Ayer se me presentó una situación que nunca había vivido. Haciendo el camino de siempre de pronto me encontré con la plaza. Con la lluvia intensa qué era mejor ¿alargar el camino tomando algún desvío o andar por el camino más corto? Mi opción fue la segunda y a juzgar por cómo me quedaron los zapatos y el pantalón del traje no fue la más acertada. Y menos aún cuando la plaza a cruzar era la remozada Rodríguez Peña que sigue teniendo las piedritas naranjas de toda la vida.
A pesar de tener la atención muy centrada en el fenómeno climático también hay lugar para las grandes ideas relacionadas con la lluvia. Anoche por ejemplo, bueno en realidad fue en otra lluvia, se me ocurría que tendría que existir un sistema de paragüeros públicos. No, no es lo que estás pensando. Lo que yo quiero decir con ese nombre son personas que se ubican en las esquinas con grandes paraguas y ofrecen gentilmente acompañar a los pobres peatones sorprendidos bajo la lluvia desprovistos de paraguas. Sería algo así como un taxi de paraguas. Eso sí en este caso no sería con un reloj sino con un aporte a voluntad ¿No es genial?
La lluvia siempre suscita las mismas conversaciones o exclamaciones. Sale un oficinista y exclama: “llueve”; ante lo que el encargado del edificio –nunca portero- lo mira con cara de “no me diga”. Mientras dos hombres esperan bajo techo para cruzar la 9 de Julio comentan “yo nunca vi llover así”. A lo que el otro hombre responderá “en este (indique el mes que corresponda) llovió más que en todo el año pasado”. Al llegar a la noche cada grupo familiar comentará dónde lo agarró la lluvia. Cada miembro intentará darle un toque de espectacularidad y los menores no disimularán sus resfríos esperando que algún mayor lo autorice de faltar a clases al día siguiente.
La lluvia, no vamos a negarlo, también alimenta algunas fantasías ¿Quién nunca soñó con encontrarse en el ascensor/taxi/subte/colectivo a una buena vedetonga con una remera blanca mojada? Si no es así, ¿por qué la gente viaja mucho más en ascensor que los días de lluvia? Esta idea es nueva, de más chico mi fantasía simplemente era llegar a clase y que me dijeran “las clases se suspendieron por lluvia”.
Al terminar el día los diarios nos empaparán comentando la noticia de que “llovió”. La Nación ofrecerá una foto en primera plana de una anciana mirando la lluvia; en un recuadro inferior casualmente se comentará que sigue a todo pulmón el mega plan hidráulico de Pro. Clarín aportará una infografía con datos de todo lo que llovió. Ante estos el lector mirará sin convencerse si los resultados eran buenos o no. Página 12, en tanto, ilustrando con una foto de archivo, anunciará que “Por un chaparrón se inundó Palermo, se cortó la luz en Villa Crespo y los vecinos indignados de la Av. Juan B Justo montaron un cacerolazo espontáneo pidiendo la renuncia de Macri”.
En TV Todos Noticias transmite a dúo con Telenoche y en una unidad móvil especial un pobre movilero vestido con un poco elegante overol amarillo recoge testimonios y llantos de los vecinos desesperados porque “perdieron todo”. En el canal de todos 678 arma una mesa especial de intelectualoides que reflexionan sobre la lluvia capitalista en la ciudad porteña.
Y así pasarán las horas hasta que por fin, obviamente, salga el sol. Esperemos que esta tormenta no sea la excepción .
Anoche, mientras caminaba hacia el primer rodaje de una misión que promete, me agarró la lluvia. Y ahí nomás la primera pregunta existencia: ¿sigo caminando a paso normal o corro? Entre los que defienden la primera postura están los que no pueden correr y los que son más cerebrales y entonces saben que caminando más lento van a poder elegir el camino menos mojado. Entre los segundos están los que aplicando una lógica cuasi matemática sostienen que a menor tiempo bajo la lluvia, menos probabilidad de mojarnos tendremos. En este caso particular me incliné por la primera opción.
Si no hubiera estado en la calle tendría que haber afrontado otro gran dilema: ¿cuál es la mejor vestimenta para enfrentar los avatares del clima? Están los defensores de taparse hasta donde se puede. Para eso recurren a las botas de goma, impermeable con capucha y paraguas. Otros más valientes le dan el cuerpo a la lluvia con la idea clara de que el mojado los hace más sexis. En mi caso puntual el debate es siempre más puntual: impermeable con o son paraguas. La idea de llevar un trasto más me desalienta y por eso prefiero el impermeable con la cabeza al aire.
Ayer se me presentó una situación que nunca había vivido. Haciendo el camino de siempre de pronto me encontré con la plaza. Con la lluvia intensa qué era mejor ¿alargar el camino tomando algún desvío o andar por el camino más corto? Mi opción fue la segunda y a juzgar por cómo me quedaron los zapatos y el pantalón del traje no fue la más acertada. Y menos aún cuando la plaza a cruzar era la remozada Rodríguez Peña que sigue teniendo las piedritas naranjas de toda la vida.
A pesar de tener la atención muy centrada en el fenómeno climático también hay lugar para las grandes ideas relacionadas con la lluvia. Anoche por ejemplo, bueno en realidad fue en otra lluvia, se me ocurría que tendría que existir un sistema de paragüeros públicos. No, no es lo que estás pensando. Lo que yo quiero decir con ese nombre son personas que se ubican en las esquinas con grandes paraguas y ofrecen gentilmente acompañar a los pobres peatones sorprendidos bajo la lluvia desprovistos de paraguas. Sería algo así como un taxi de paraguas. Eso sí en este caso no sería con un reloj sino con un aporte a voluntad ¿No es genial?
La lluvia siempre suscita las mismas conversaciones o exclamaciones. Sale un oficinista y exclama: “llueve”; ante lo que el encargado del edificio –nunca portero- lo mira con cara de “no me diga”. Mientras dos hombres esperan bajo techo para cruzar la 9 de Julio comentan “yo nunca vi llover así”. A lo que el otro hombre responderá “en este (indique el mes que corresponda) llovió más que en todo el año pasado”. Al llegar a la noche cada grupo familiar comentará dónde lo agarró la lluvia. Cada miembro intentará darle un toque de espectacularidad y los menores no disimularán sus resfríos esperando que algún mayor lo autorice de faltar a clases al día siguiente.
La lluvia, no vamos a negarlo, también alimenta algunas fantasías ¿Quién nunca soñó con encontrarse en el ascensor/taxi/subte/colectivo a una buena vedetonga con una remera blanca mojada? Si no es así, ¿por qué la gente viaja mucho más en ascensor que los días de lluvia? Esta idea es nueva, de más chico mi fantasía simplemente era llegar a clase y que me dijeran “las clases se suspendieron por lluvia”.
Al terminar el día los diarios nos empaparán comentando la noticia de que “llovió”. La Nación ofrecerá una foto en primera plana de una anciana mirando la lluvia; en un recuadro inferior casualmente se comentará que sigue a todo pulmón el mega plan hidráulico de Pro. Clarín aportará una infografía con datos de todo lo que llovió. Ante estos el lector mirará sin convencerse si los resultados eran buenos o no. Página 12, en tanto, ilustrando con una foto de archivo, anunciará que “Por un chaparrón se inundó Palermo, se cortó la luz en Villa Crespo y los vecinos indignados de la Av. Juan B Justo montaron un cacerolazo espontáneo pidiendo la renuncia de Macri”.
En TV Todos Noticias transmite a dúo con Telenoche y en una unidad móvil especial un pobre movilero vestido con un poco elegante overol amarillo recoge testimonios y llantos de los vecinos desesperados porque “perdieron todo”. En el canal de todos 678 arma una mesa especial de intelectualoides que reflexionan sobre la lluvia capitalista en la ciudad porteña.
Y así pasarán las horas hasta que por fin, obviamente, salga el sol. Esperemos que esta tormenta no sea la excepción .
Comentarios
Che, no me llegó el mail, probá con juan_mo.....
besos!Loli