Un lugar comun es... que no todo sea tan común
Escribo esto con algo de culpa, lo admito. Ha pasado mucho tiempo desde mi última aparición y también muchos lugares por escribir. Esto se debió a muchos factores. En primer lugar la falta de tiempo (por trabajo estuve viajando bastante). Pero por otro lado por distintos acontecimientos que me han demostrado que no todo es tan común. Lo descubrí en este tiempo de vida oculta y es lo que paso a compartirles.
En el tiempo de ausencia estuve viajando. No por lugares físicos, sino por lugares del alma. Lugares donde las personas no usan ropa porque no le tienen miedo a mostrarse desnudos ni al sexo. Lugares elevados como si estuviéramos en un monte, y con paisajes con el predominio de la naturaleza acompañados por la mejor música que jamás pude escuchar: como si fuera un cantautor español con gran afinidad por nuestro país. En términos aristotélicos, no vi accidentes, vi esencias.
Andando por esos lugares me encontré con muchísima gente. Personas que habían quedado muy golpeadas por sus propios accidentes, pero que de golpe la esencia los mostraba más jóvenes, más guapas que nunca. Yo me sentía muy parecido. Éramos todos personas muy transparentes; tanto que era posible ver a través del otro. Predominaba la alegría y la esperanza por encima del dolor que podía suponer ver una humanidad accidentada.
Fue como un gran sueño donde el tiempo corría muy distinto que en otros puntos del planeta. El día duraba más minutos y a la vez cada minuto duraba muchos más segundos. Así cada momento tenía una intensidad movilizadora. Como todo sueño daban ganas de quedarse a vivir ahí, aunque sea construyendo tres carpas.
Con el correr de los días, o de los atardeceres, esas esencias se iban tornando cada vez más parecidas. El blancor de las personas hacía que fuera casi imposible poder mirarlos. Las miradas eran tan penetrantes que era difícil enfrentarlas sin –como mínimo- emocionarse. Ya no había sexos, o sus diferencias no eran tan notorias.
A pesar de todo eso los rostros de esas esencias me resultaron muy conocidos. Me transmitían mucha paz y una alegría sincera. Era algo así como ver a Elías o a Moisés y con ellos a Jesús.
Podrán no creerme, pero en esos días estuve con mi Dios transfigurado en los demás. Ni más ni menos. En ese encuentro los Lugares Comunes dejaron de existir. De golpe ninguno necesitaba de la seguridad que ellos transmitían. En esos profundos instantes la búsqueda del bien era lo único que movilizaba; ser amigos no era bancarlo en la casa cuando se mamaba; el modelo era uno sólo. Y la libertad era inmensa.
Me puse místico. Lo traduzco en palabras sencillas. Estuve misionando y ahí en tanta gente que tuve cerca mío, me di cuenta que no todo es tan común si nos dejamos mover por Dios. De ahí la alegría, la esperanza –“que no defrauda”- y la tranquilidad de que hay vida fuera de los Lugares Comunes incluso en la misma juventud tan castigada.
No todo es tan común. Hay futuro. Hay esperanza. Hay Dios (que no es lo mismo que aidiosmio).
Escribo esto con algo de culpa, lo admito. Ha pasado mucho tiempo desde mi última aparición y también muchos lugares por escribir. Esto se debió a muchos factores. En primer lugar la falta de tiempo (por trabajo estuve viajando bastante). Pero por otro lado por distintos acontecimientos que me han demostrado que no todo es tan común. Lo descubrí en este tiempo de vida oculta y es lo que paso a compartirles.
En el tiempo de ausencia estuve viajando. No por lugares físicos, sino por lugares del alma. Lugares donde las personas no usan ropa porque no le tienen miedo a mostrarse desnudos ni al sexo. Lugares elevados como si estuviéramos en un monte, y con paisajes con el predominio de la naturaleza acompañados por la mejor música que jamás pude escuchar: como si fuera un cantautor español con gran afinidad por nuestro país. En términos aristotélicos, no vi accidentes, vi esencias.
Andando por esos lugares me encontré con muchísima gente. Personas que habían quedado muy golpeadas por sus propios accidentes, pero que de golpe la esencia los mostraba más jóvenes, más guapas que nunca. Yo me sentía muy parecido. Éramos todos personas muy transparentes; tanto que era posible ver a través del otro. Predominaba la alegría y la esperanza por encima del dolor que podía suponer ver una humanidad accidentada.
Fue como un gran sueño donde el tiempo corría muy distinto que en otros puntos del planeta. El día duraba más minutos y a la vez cada minuto duraba muchos más segundos. Así cada momento tenía una intensidad movilizadora. Como todo sueño daban ganas de quedarse a vivir ahí, aunque sea construyendo tres carpas.
Con el correr de los días, o de los atardeceres, esas esencias se iban tornando cada vez más parecidas. El blancor de las personas hacía que fuera casi imposible poder mirarlos. Las miradas eran tan penetrantes que era difícil enfrentarlas sin –como mínimo- emocionarse. Ya no había sexos, o sus diferencias no eran tan notorias.
A pesar de todo eso los rostros de esas esencias me resultaron muy conocidos. Me transmitían mucha paz y una alegría sincera. Era algo así como ver a Elías o a Moisés y con ellos a Jesús.
Podrán no creerme, pero en esos días estuve con mi Dios transfigurado en los demás. Ni más ni menos. En ese encuentro los Lugares Comunes dejaron de existir. De golpe ninguno necesitaba de la seguridad que ellos transmitían. En esos profundos instantes la búsqueda del bien era lo único que movilizaba; ser amigos no era bancarlo en la casa cuando se mamaba; el modelo era uno sólo. Y la libertad era inmensa.
Me puse místico. Lo traduzco en palabras sencillas. Estuve misionando y ahí en tanta gente que tuve cerca mío, me di cuenta que no todo es tan común si nos dejamos mover por Dios. De ahí la alegría, la esperanza –“que no defrauda”- y la tranquilidad de que hay vida fuera de los Lugares Comunes incluso en la misma juventud tan castigada.
No todo es tan común. Hay futuro. Hay esperanza. Hay Dios (que no es lo mismo que aidiosmio).
Comentarios
Sldos
Comparto parte de lo que dice. Es cierto que uno mismo muchas veces se encierra en Lugares Comunes. Lo que sí me parece importante es que uno debe reconocer cómo muchas veces nuestro medio nos lleva a esto ofreciendo "modelos semejantes, modos de acción parecidos y rutinas".
Encuentro muy dificil poder salir de esto por las mías porque es necesario un cambio de mentalidad general. Así y todo -como lo reflejo en mi última nota- no me parece imposible. Veo en el reconocimiento y en el encuentro con lo trascendente (póngale Usted mismo el nombre que mejor le caiga) la motivación, el puntapié inicial para hacerlo.
Esperando haber aclarado el panorama, espero tenerlo de nuevo por estos Lugares (reconozco que no siempre tan Comunes).