Me gusta cada mañana levantarme venciendo a la modorra tempranera que parece condenarme a estar el resto del día entre las sábanas. Es una Pascua cotidiana . Me gusta levantarme especialmente temprano, a esa hora en que el silencio se escucha. En la capilla de casa por la ventana entran otros sonidos. Durante el día se escucha el pelambre entre vecinos, la música de algún festejo que siempre parece en la casa más próxima, los fuegos artificiales que anuncian la llegada de la merca y el aviso de los almuerzos que trae la Municipalidad. A la mañana no se escucha nada importante . Escucho pájaros que cantan. La rosa solitaria de la entrada de casa sigue sobreviviendo a los ataques de los gatos y al olvido de este jardinero. El sol tenue pronostica un día hermoso. Las casitas toman su color con el transcurso de los minutos. Pasamos todos de la oscuridad a la luz. En lo posible yo no hablo: miro, escucho, tomo el mate que me hago o que Pedro me ceba. A veces juego a que la primera palabra
Un lugar nada común en el mundo con pensamientos propios lejos de modelos, modos de acción, universales y rutinas impuestas. Un lugar en el mundo de libertad y expresión. Un lugar en el mundo para la originalidad. Sin pretensiones de ser el mundo, tan solo un lugar para estar.