La angustiante imagen de Lionel tapándose la cara mientras sonaba el himno me paralizó. Por unos segundos se despertó otra preocupación que trascendía el fútbol. Admito que duró sólo unos segundos hasta que todo volvió a la anormalidad de que todas las preocupaciones quedan entre paréntesis mientras la pelota corre (que en el fútbol moderno más que correr es caminar). Aquella imagen me hizo acordar a otra que había visto hace unos meses cuando vi a Ángel llorar amargamente al costado de una cancha en San Juan después de ser reemplazado el 15 de noviembre de 2016 en el partido contra Colombia. Claro está, Lionel es Messi y Ángel es Di María. Tal vez sea bueno recordarnos que Messi es Lionel y Di María es Ángel . Un título enrollado en algún lado me certifica como politólogo y una cruz en el pecho me recuerda proyecto de cura. No entiendo nada de psicología y mucho menos de sociología. Desde esa ingenua ignorancia me atrevo a preguntarme y a responderme, ¿qué nos está pasando como
Un lugar nada común en el mundo con pensamientos propios lejos de modelos, modos de acción, universales y rutinas impuestas. Un lugar en el mundo de libertad y expresión. Un lugar en el mundo para la originalidad. Sin pretensiones de ser el mundo, tan solo un lugar para estar.