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Mostrando entradas de octubre, 2017

Necesito una foto

Tal vez este es el momento en que me arrepienta de mi intromisión más arriesgada como maestro de ceremonia: después de la promesa de obediencia que hacían los ordenandos, entré en escena para pedir a dos fotógrafos improvisados que no se suban al presbiterio. “Queda feo” , sólo les dije.  No fui muy diplomático, pero el mensaje llegó. Ninguno de los dos volvió a subirse, manteniendo una prudencial distancia. A un puñado de días medio que lamento esa acción. Es que me falta una foto. Techi Pretel, una valiosa pieza de la Familia del Santuario de Confidentia, me compartió decenas de fotos sacadas por su celular. Mostraban la previa, el durante y el posterior festejo familiar aparentemente en el Almacén de Pizzas. Miré con detención cada una, pero no. No hubo caso. Me sigue faltando una foto. Pobre Techi no le puedo pedir más. Ella estaba ubicada en un lugar en donde los concelebrantes le tapaban la visión ¿Quién habrá sido el maestro de ceremonias que no cuidó ese detalle priorizando

Maldonado, el Mal, mi Dios y Yo.

  A Santiago no lo conocí y es probable que en los temas centrales de la vida pensemos muy distinto. Para ser honesto, difícilmente hubiéramos podido ser amigos. A pesar de eso, su desaparición no me fui indiferente. Tal vez por mi pulida inocencia comprendí desde el principio que la desaparición no se trataba de una grieta sino de una vida, de una familia, de un chico y de una desesperación difícil de contener. Puede haber ayudado la especial estima que siento por aquellos románticos que son capaces de involucrarse y de ser parte de luchas que los trascienden. La muerte me dolió. Pero también me dolieron las múltiples expresiones de bajeza humana. Me molestaron las interpretaciones y las interpretaciones de las interpretaciones. Me molestó recibir en mi propio teléfono celular fotos de su cuerpo. Me molestaron los chistes, el humor negro, los ventajismos y la mala leche. En definitiva me molestó todo aquello que mostró cómo el caso de Santiago nos ha ido deshumanizando. Lo más li

En la Iglesia no hay credenciales.

Manu me pidió que compartiera unas palabras después de las lecturas que acabamos de escuchar. Como siempre es bueno compartir algo de valor, les quiero mostrar mi billetera. Acá tengo un poco de plata: no me quiero hacer ni el pobrecito ni el ricachón. Gracias a Dios hay plata. También tengo, como seguramente cada uno de ustedes, algunas tarjetas o credenciales. Tengo mi DNI que puede parecer de poco valor, pero que para quienes vivimos fuera del país sabemos qué importante es tenerlo. Tengo la tarjeta Visa del Banco Supervielle donde mes a mes el Colegio Mater me deposita el nada despreciable sueldo; aunque igual es la tarjeta más básica del banco. Tengo la tarjeta de la Ciudad que la uso para moverme en bicicleta, porque como me tocaba repetir en otras circunstancias, “Buenos Aires es mejor en bici” . Tengo la tarjeta de una librería y no porque sea un gran lector sino porque seguramente me hizo algún descuento en algún libro que compré. Y lo mismo con esta otra tarjeta de la tiend