El domingo a la tarde me encontré viendo Bayern-PSG por la imperdible final de la Champions. En contra de mis preferencias, la escasez del fútbol hizo que me interesara por este partido entre dos equipos a los que no debo haber visto cinco veces en mis 33 años no poco futboleros. No importa. A falta de pan, buenas son las tortas. Será parte de esta nueva normalidad . Por la televisión me sorprendió ver que había banderas en lugar de hinchas, parlantes en lugar de aliento y el maldito VAR en lugar del árbitro soberano; parecería ser que lo único que nos va quedando de humanidad son los jugadores (y hasta cierto punto sobre todo por tratarse de unos cuantos alemanes). Por la televisión también me sorprendió no ver la pelota; estoy cada día más ciego. Pero como me enseñó el Lucho -chicato conocido- la pelota en el fútbol más o menos tiene el mismo recorrido. No es la habilidad. Es la física, la naturaleza o como quieran decirlo. Es lo que es, es lo que somos. Y de eso quería escribir.
Un lugar nada común en el mundo con pensamientos propios lejos de modelos, modos de acción, universales y rutinas impuestas. Un lugar en el mundo de libertad y expresión. Un lugar en el mundo para la originalidad. Sin pretensiones de ser el mundo, tan solo un lugar para estar.